Por: León Valencia, director – Pares
La preparación de una intervención militar en Venezuela avanza. Contra los pronósticos de la mayoría de los analistas que ven improbable que Donald Trump, acompañado quizá por obcecados y torpes políticos colombianos, se meta en una aventura militar en el vecino país, cada día hay más señales de que esto puede ocurrir.
Depende de variables políticas que poco tienen que ver con la situación interna de Venezuela: la agudización de la crisis sanitaria y económica en Estados Unidos y la posibilidad de una derrota electoral de Donald Trump, las disputas mundiales sobre el petróleo, para sólo mencionar las más vistosas.
En sólo dos meses se han producido cuatro medidas y episodios que apuntan en esa dirección: el gobierno de Estados Unidos activa un indictment contra Maduro y quince altos funcionarios de Venezuela acusándolos de narcotráfico; al poco tiempo Trump ordena el desplazamiento de naves de guerra y la militarización del Caribe con el argumento de que por allí y desde Venezuela está saliendo la mayoría de la cocaína hacia su país.
En la tercera semana de marzo se produce la captura de un arsenal de armas en la carretera que conduce de Barranquilla a Santa Marta que tenía como destino Venezuela y como objetivo atentar contra miembros del gobierno venezolano incluido Maduro; y, empezando mayo, se produce la incursión de un grupo de mercenarios en la Guaira, Venezuela, muy cerca a Caracas, con un saldo de ocho muertos y trece detenidos, dentro de ellos dos ex militares norteamericanos.
El escándalo de la incursión en la Guaira fue desestimado en un principio por los medios de prensa y por los gobiernos, pero con el paso de los días ha ido creciendo por las declaraciones de los propios capturados y las grabaciones y fotografías difundidas que involucran al gobierno de los Estados Unidos y a la oposición venezolana en cabeza de Juan Guaidó y señalan también al territorio colombiano como el lugar donde se gestan y preparan estas acciones con la complacencia de las autoridades del país.
En esas condiciones Donald Trump tuvo que salir a desmentir su vinculación con los mercenarios, pero lo hizo con una frase de su repertorio más cínico: señaló que en su caso mandaría una fuerza con verdadera capacidad militar, una ejército, y su intervención tendría más el nombre de invasión. A Duque no le quedó mas remedio que desmarcarse de esta última acción aunque había apoyado la militarización del caribe y las acciones judiciales sobre Maduro.
Algunos analistas improvisados o interesados han visto las aventuras de Barranquilla y de la Guaira como cosa de aficionados opositores o de temerarios cazarrecompensas y seguramente habrá algo de eso, pero no se necesita tener muchas luces para ver que estos ensayos, estas provocaciones, apuntan a probar la capacidad de reacción de Maduro y la manera como se comportan los aliados.
Estados Unidos tiene un largo historial de intervenciones con no pocos fracasos; sabe que el gobierno venezolano tiene como consejeros a los cubanos, mil veces probados en repeler acciones de Estados Unidos; sabe también que tanto Rusia como China tienen amistad e intereses en el vecino país. Con sus fuegos de artificio pone a prueba al gobierno venezolano y a todos sus amigos.
Los triste es que el gobierno colombiano va de gancho ciego a todas estas decisiones y acciones. En unas por incapacidad y en otras por la obnubilación del fanatismo. Es claro que no tiene control sobre todo lo que se mueve en la frontera y los actores irregulares actúan allí a su amaño, sirviendo de avanzada a intereses foráneos; pero también es cierto que a veces se hace el de la vista gorda ante acciones irregulares, o incluso las aúpa, con la idea de que todo lo que sirva para tumbar a Maduro es legítimo.
No, presidente Duque; no, señores del uribismo, esto no es un juego. Miren lo que ha pasado en el último año. Ustedes se han quedado solos en la región, el llamado grupo de Lima está prácticamente disuelto, todos los gobiernos se han replegado a atender sus asuntos internos. Guaidó se ha ido desinflando y se está metiendo en líos muy gordos, mientras la oposición luce cada día más dividida y desorientada.
Entre tanto Rusia y China no pierden oportunidad para pronunciarse en contra de cualquier intervención y estrechan sus lazos con Caracas. Las llamas de un conflicto internacional nos quemarán tanto, o más, que lo que nos ha quemado nuestro conflicto interno.
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Nota: Antes de que se le ocurra a Duque o a su canciller el oso de pedirle a Guaidó la devolución de las tres lanchas colombianas que incautó la Guardia Nacional de Venezuela en el Orinoco, quiero decirles que este impasse se resolvería rápidamente pidiéndole a Maduro la entrega de estas embarcaciones.
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