Por: Iván Gallo - Editor de Contenidos
Foto tomada de: Biografia y vidas
En junio de 1947 Gabriel García Márquez había descrito Bogotá como una enorme parroquia en donde los hombres vestían de negro, no había mujeres en la calle y donde siempre llovía. Ese mes todo cambiaría en la ciudad. Al menos existió la intención de hacerlo. El gran urbanista francés Le Corbussier aterrizó en Bogotá invitado por Eduardo Zuleta Angel para dar una serie de charlas llamadas El urbanismo: ordenador social por excelencia. Fue un éxito pero también fue un cachetazo para la autodenominada Atenas de América. Cuando se devolvía a Francia y veía a la ciudad desde el cielo lanzó una frase que sonó como un latigazo: a Bogotá había que demolerla y volverla a construir.
Le Corbussier, quien después trabajaría brevemente en la planificación de una nueva ciudad, pensó en una urbe en donde en el año 2000 vivirían un millón de personas. Nadie imaginó el desastre social que transformaría a la capital en una urbe infernal de cinco millones de personas. Actualmente son casi nueve millones, abriendo maleza, rompiendo montañas, devastando. Bogotá es una ciudad enferma. Sólo en muy pocas partes se transformó el paisaje urbano pensando en que allí podrían habitar los seres humanos. Paraísos artificiales. Uno de esos artífices fue un discípulo de Le Corbussier, se llamaba Rogelio Salmona.
En la oficina donde estoy escribiendo esto se ven en toda su plenitud las Torres del Parque. En 1965 uno de los lugares más representativos y visitados de Bogotá era la Plaza de Toros de la Santamaría. Políticos, intelectuales, artistas se daban cita en ese lugar. La tauromaquia era una de las bellas artes y no habían bienpensantes que pusieran entre dicho su poder estético. Por eso Salmona pensó en hacer en este lugar el conjunto habitacional más importante del siglo XX. Desde la terraza donde estoy puedo ver algo que caracteriza esta belleza: sus formas curvas, sus terrazas, sus 117 metros que albergan 294 apartamentos. Hay espacios que están bendecidos, se puede ver para abajo la arena de la Plaza y para arriba los cerros orientales.
Gracias a las Torres, La Macarena se convirtió en uno de los epicentros culturales de la capital.
Nacido en París en 1929, llegó a Bogotá con sus padres, de nacionalidad griega cuando tenía cuatro años. La familia había llegado a Colombia de paso pero su periplo se hizo permanente. Rogelio Salmona siempre fue un ciudadano del mundo pero pocos fueron más bogotanos que él. La conjunción de cables, adefesios, y calles trancadas por un tráfico que siempre ha sido babilónico, impulsaron en el arquitecto la necesidad de transformar su ciudad y convertirlo en La Ciudad.
Nacido en París en 1929, Rogelio Salmona vivió sus primeros años en la ciudad de las luces antes de que su familia se trasladara a la cautivadora Bogotá cuando tenía solo cuatro años. Fue en la capital colombiana donde Salmona descubrió su pasión por la arquitectura y se embarcó en un viaje de aprendizaje y creación que lo llevaría a convertirse en una leyenda del diseño arquitectónico. El 9 de abril de 1948 el joven artista tenía 19 años cuando estalló el Bogotazo y lo que se conocía como Bogotá se transformó súbitamente en ruinas. Regresa a París, en donde conoce a Le Corbussier y trabaja con el maestro. Aprende de él.
Su periplo europeo terminó en 1958, desde entonces regresó al país a Bogotá, su ciudad. ¿Qué sería de esta ciudad gris sin, por ejemplo, la blibioteca Virgiiio Barco, con sus 14 hectáreas de diámetos, su forma circular, uno de los grandes legados de Salmona a la arquitectura moderna y una de sus últimas obras, inaugurada dos años antes de su muerte, en el 2001? ¿Se imaginan al centro sin el eje ambiental? Sería un espacio aún más kafkiano del que tenemos hoy en día. Salmona también diseñó edificios que no son de uso público, como la residencia de los vicepresidentes, inaugurada durante el gobierno de Andrés Pastrana para que viviera allí Gustavo Bell, o el edificio de Postgrados de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional, o la casa de Gabo en Cartagena o diseñar edificios para amigos cercanos a los que él simplemente le regaló los planos.
Pero toda su potencia está en los 110 metros de altura de las Torres y como se va agachando el edificio gracias a sus terrazas, como se va incorporando al parque de la Independencia, a la Plaza de Toros, al Planetario y a la Septima, como si fuera un organismo vivo. Salmona, quien murió hace 21 años en el 2003, sigue emocionando y los que vivimos en Bogotá seguimos agradeciéndole: ¿Qué monstruo informe sería Bogotá sin sus curvas mágicas?
The article on Bogotá's urban evolution is a captivating read, highlighting the profound impact of visionary architects like Rogelio Salmona. It's interesting to see how such historical changes can influence our present. Similarly, for those looking for a dynamic and engaging form of entertainment, bao casino offers a range of options that can add excitement to your day, much like how innovative design has revitalized a city.