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Rabia e indignación

Por: Luis Eduardo Celis. Columnista Pares.


Los acontecimientos de los últimos días en Bogotá, tienen tres grandes mensajes.

Hay una enorme rabia social, producto de un orden de exclusiones e inequidades y una generación de juventudes que no se resigna a vivir en ese orden tan ofensivo, donde los derechos básicos para una vida digna son vulnerados. Una juventud que ve alejarse sus años de más energías y anhelos, sin un presente de oportunidades y posibilidades de desarrollar sus talentos y potencialidades.

Aquí hay exclusión frente al conocimiento. El crédito es para los que tienen: ese es el mensaje con el plan de salvar económicamente a Avianca, mientras cientos de miles de pequeños emprendimientos en medio de la pandemia han ido a la quiebra.


Lo que vemos en estos días es esa fuerza social generacional que nos está diciendo que no están resignados, que prefieren el riesgo de la calle y la protesta a quedarse rumiando las humillaciones en silencio en sus casas. Si no hay un ejercicio de derechos, para millones de jóvenes, les quedan dos caminos, resignación o rebeldía, y han demostrado en los últimos años que prefieren la calle y la protesta.


El segundo mensaje, es que hay agotamiento e indignación ante la brutalidad policial, es una sistemática práctica, que día a día sufre la ciudadanía, y que explotó con el asesinato del ciudadano Javier Ordóñez, es un cuestionamiento profundo a esta institución, a su proceder, a su relacionamiento con la ciudadanía, de ahí que se abre una tensión entre dejar las cosas como están o transformarlas. Gana espacio la idea de que la policía debe cambiar.


Ante la pandemia, las condiciones sociales y económicas de millones de personas se han agravado y el gobierno no hace nada para darles una mano: renta básica, ayuda a los pequeños, estímulos económicos, nada de eso se ha hecho realidad, esa sensación de que se vive en la desprotección, ha crecido en medio de la pandemia y los abusos de la policia han creado esta situación que estamos viviendo, con esa enorme explosión social, movida por la dura realidad.


El tercer mensaje de estos días es que gana espacio la idea del cambio, de que este precario orden social debe ser transformado, se requieren oportunidades y posibilidades para millones de personas excluidas del conocimiento, del crédito, de la tierra y la permanencia digna en sus territorios, el viejo orden está seriamente cuestionado, se requieren cambios y profundas transformaciones para dar respuesta a esta enorme indignación y rabia que se ha expresado con fuerza de multitudes, movidas por esos sentimientos profundos y atávicos, que mueven al ser humano, a reclamar lo suyo, y como dicen muchas pancartas que salen a estas movilizaciones “nos quitaron todo, hasta el miedo”.

Las reacciones a este mensaje de sociedad, tiene dos grandes campos de respuesta: los que llaman a rodear las instituciones y claman por el “respeto” a las mismas y quienes reconocemos justeza ante la legítima protesta y el repudio ante las actuaciones criminales de quienes portan las armas para proteger a la ciudadanía, no para ultrajarla, hostigarla y asesinarla, como ha quedado demostrado esta semana.


Ante la demanda de cambio, de reformas y nuevos rumbos para la sociedad Bogotana y para el conjunto de Colombia, insistir en que son las expresiones pacíficas, lúdicas, masivas, las que van a acumular y proyectar esa urgencia de cambio, que este no vendrá por milagros y de un día para otro, se requieren nuevos poderes y nuevas políticas y esto se logrará ganando a la mayoría de la sociedad con razones y ejemplo de civilidad, todas las violencias, son funcionales a quienes quieren permanecer en este orden de antidemocracia.


En noviembre pasado hubo una expresión ciudadana por el cambio, el presidente Duque ofertó una “Conversación nacional”, de la cual no salió nada, vino la pandemia y se hizo más evidente la exclusión y una amplia ciudadanía sin derechos básicos, donde el presidente de manera abusiva se ha extralimitado en el ejercicio del poder, concentrando y abusando de poderes excepcionales, que muestran el talante autoritario del Centro Democrático.


Hay una ciudadanía en las calles y un mundo que mira que aquí al reclamo se responde a bala, ya no solamente en la Colombia profunda, sino en las calles bogotanas, lo ocurrido en estos días no debe quedar en la impunidad, sanción a los responsables y cambios profundos en la policía, es lo menos que esperamos.

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