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Queridos periodistas: Luz Mery Tristán no murió, a ella la mataron

Por: Ghina Castrillón Torres

Politóloga feminista, investigadora Pares




El feminicidio de Luz Mery Tristán el pasado fin de semana puso en evidencia, una vez más, la profunda problemática de violencias basadas en género que vivimos las mujeres y la carencia de los medios de comunicación al presentar dichas violencias. Tristán, una reconocida deportista, campeona mundial de patinaje, fue asesinada en su propia casa en Cali aparentemente a manos de su pareja sentimental, el empresario Andrés Gustavo Ricci. Este feminicidio nos recuerda la urgente necesidad de rechazar la forma en que los medios contribuyen a la construcción de una narrativa errática en torno a estos casos.


Los titulares que inundaron las noticias sobre este feminicidio exhiben una tendencia preocupante, porque en primer lugar minimizan la gravedad de las violencias basadas en género; en segundo lugar, revictimizan a las víctimas y sus familias; y, en tercer lugar, evitan dejar en evidencia al agresor, aún más notorio cuando se trata de un empresario influyente. Muchas de las formas de abordar la noticia contribuyen a banalizar el feminicidio, restándole importancia a la verdadera magnitud del problema.


Queridos periodistas: ella no murió, a ella la mataron.


No es la primera vez que los medios de comunicación distorsionan la realidad de la violencia feminicida. El caso de Luz Mery Tristán es solo un ejemplo, entre muchos, en los que se observa cómo los medios remueven cualquier detalle de la vida de las víctimas, casi que buscando la “justificación” de lo que les pasó, las exhiben, las cuestionan, y sus asesinatos son presentados como simples consecuencias de relaciones fallidas o los mal llamados “crímenes pasionales”.


La Revista Semana hasta se atrevió a sacar una nota sobre la extradición por narcotráfico del exesposo de la víctima, dicen: “el hombre fue extraditado cuando era pareja de la patinadora”, como si hoy ese dato tuviera alguna importancia. Estas narrativas son equivocadas, perpetúan estereotipos dañinos y debilitan los esfuerzos por erradicar estas violencias.


El contexto en el que se desarrolla este crimen es crucial para comprender la gravedad de las violencias basadas en género. Según cifras de la Procuraduría General de la Nación, entre el primero de enero y el tres de julio de 2023 se han registrado 320 feminicidios en el país. De hecho, resaltan que los departamentos con más casos registrados este año son: Antioquia con 23 casos y el Valle del Cauca con 18 casos. Recordemos que el pasado mes de mayo, gracias a la presión de movimientos feministas y la insistencia de congresistas como María José Pizarro, se declaró en el Plan Nacional de Desarrollo la “emergencia por violencia de género” (art. 342), que busca implementar nueve medidas urgentes para garantizar una vida libre de violencia para las mujeres.


Es lamentable que, después de tantos llamados por parte de las organizaciones de mujeres, aún no haya un consenso general frente a las comunicaciones que permita contribuir a la sensibilización sobre las violencias basadas en género, especialmente la violencia feminicida.

Con urgencia, como sociedad, debemos exigirle a los medios de comunicación que adopten un enfoque responsable frente a la manera de abordar las noticias relacionadas con este tema. Ya es hora de que dejen de ser complacientes con los agresores y rompan con la irresponsabilidad que ha caracterizado sus narrativas. En lugar de buscar detalles irrelevantes, deben destacar la gravedad del problema y enfocarse en generar conciencia sobre la necesidad de erradicar las violencias basadas en género de una vez por todas.


Asimismo, las autoridades deben actuar con rapidez en la investigación y juzgamiento de todos los casos de violencia feminicida. Se debe garantizar un sistema de justicia que proteja a las víctimas y que contenga la prevención como bandera principal. No olvidemos que, justo la semana pasada, el juzgado 37 administrativo de Bogotá emitió una sentencia condenando al Estado Colombiano por la negligencia para atender el feminicidio de Rosa Elvira Cely en el 2012, subrayando la importancia de un enfoque de género en la administración de justicia.

Finalmente, aprovechando la temporada electoral, las campañas políticas deben dejar de instrumentalizar el discurso de género para ganar simpatías. En lugar de esto, candidatos y candidatas deberían comprometerse a promover políticas efectivas que aborden las raíces de estas violencias. Este tema debe ser centrar en la agenda pública.


El caso de Luz Mery Tristán es un recordatorio doloroso de la persistente violencia feminicida que enfrentamos. Los medios de comunicación deben comprometerse y contribuir a una transformación en el abordaje de estos temas. Solo a través de un esfuerzo conjunto podremos construir entornos y narrativas seguras para nosotras.



 


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