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No basta con llorar o maldecir

Por: Luis Eduardo Celis


Colombia debe cerrar todas las violencias organizadas que hoy persisten en cerca de doscientos municipios. Allí se vive la barbarie desde hace décadas y el poder tradicional poco y nada ha hecho por construir, junto a la sociedad local, un Estado que funcione, que garantice derechos y promueva la vida, en lugar de aniquilarla.


En Bogotá, en la localidad de Ciudad Bolívar, una bomba colocada frente a un CAI de la policía acabó con la vida de una niña, un niño y dejó más de una docena de personas heridas, cuantiosos daños y una población atemorizada. Se atribuyó la responsabilidad una de las muchas disidencias de las otrora FARC, un acto criminal que no debe quedar en la impunidad y esperemos que se sancione a los verdaderos responsables y no a cualquier parroquiano mal parqueado.


En Putumayo, una patrulla militar reportó la muerte de once personas de disidencias de las FARC, el ministro de la defensa dijo que eran "narco-cocaleros" y la comunidad dice que ni lo uno ni lo otro, que son civiles. Entre las personas muertas hay un menor de edad, una autoridad del cabildo indígena y su esposa. Otra masacre de las miles que han ocurrido en Colombia donde las autoridades dicen que son peligrosos criminales y la dura verdad termina por imponerse: civiles indefensos masacrados. Es una historia ya conocida.


Entre los hechos de Ciudad Bolívar y los hechos del Putumayo hay un hilo de sangre y dolor que nos recuerda que hay unas violencias organizadas por superar. Sin un estado que funcione de manera democrática y legítima en todo el territorio nacional, no saldremos de estas barbaries a superar.

Por supuesto que hay que perseguir a quienes ponen bombas no sólo en Bogotá, muchas pequeñas poblaciones sufren todos los días las bombas del poder autoritario y criminal que regula la vida comunitaria. Son bombas de poder que se ejercen día a día sobre muchos territorios y comunidades. Esas bombas, igualmente, hay que superarlas.


Colombia sigue en el desafío de avanzar en democracia, algunos han propuesto hacer trizas la paz y ya vemos los resultados, otros han propuesto hacer triza la guerra y está por verse cómo recorrer ese camino y si la mayoría de la sociedad que decide con su voto, a cuál apuesta le juega o si seguiremos en una Colombia donde hay relativa paz y otra donde hay barbarie.


Denunciar todas las barbaries es un imperativo ético y es un imperativo político tomar acción para construir democracia de calidad y estado de derecho en todo el territorio nacional, un desafío enorme en el cual no podemos claudicar

 

*Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad de la persona que ha sido su autora y no necesariamente representan la posición de la Fundación Paz & Reconciliación al respecto.

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