Por: Mateo Quintero, Redacción Pares
A propósito de los 70 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, recordamos también el aniversario número 90 de una de las masacres más trágicas de la historia de Colombia, en donde los Derechos Humanos y laborales de cientos de trabajadoras fueron violados, incluso, antes de que existieran: la masacre de las bananeras.
A propósito de las trágicas dos guerras mundiales, en 1945, se consolidó la Organización de Naciones Unidas (ONU), que asumió desde el día uno el propósito de promover el “estímulo del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos, sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión”. Sin embargo, no solo en la Europa postguerra ocurrían muertes sistemáticas, también en otras partes del mundo se hacía necesaria una veeduría para los derechos humanos, por ejemplo, América Latina.
Solo en el caso de Colombia, apenas entrando el siglo XX ya había ocurrido una guerra civil ―la guerra de los mil días― que, se estima, dejó alrededor de 100.000 víctimas. La creciente ola de violencia que vivió el país en nombre del bipartidismo y que desencadenaría en la época de la Violencia con el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán en 1948, dejó miles de víctimas a su paso. También con el caso de los Chulavitas, bandas armadas que asesinaron sistemáticamente a líderes liberales. Entre muchos otros casos.
Así las cosas, en el año de 1948 se consolidó la Declaración Universal de los Derechos Humanos mediante la resolución 217 A (III). La declaración surgió ante la preocupación de violaciones y asesinatos que se estaban presentando a lo largo y ancho del mundo, por eso mismo, en el artículo 4 dice “Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”. Sin embargo, antes de que se aprobará la DUDH, en 1928 en la zona bananera de Colombia, eso no pasó.
La masacre de las bananeras
Todo comenzó el 5 de diciembre de 1928. A las diez de la noche se congregaron en el ferrocarril de Ciénaga miles de obreros que llegaban de los alrededores de la zona bananera. Los obreros estaban descontentos con la empresa estadounidense United Fruit Company por la falta de derechos laborales; además, se quejaban de que la empresa no los contrataba directamente sino a través de terceros, lo que hacía que solo tuvieran trabajo por días o que les pagaran con vales y no con dinero. Tampoco contaban con servicios hospitalarios.
El descontento tenía un preámbulo. Ya desde 1918 los obreros venían protestando contra la compañía bananera por la falta de derechos laborales y por la precaria legislación laboral por parte del gobierno. Sin embargo, la manifestación que tendría lugar 10 años después desembocaría en una tragedia. Ese 5 de diciembre, según afirma el historiador Mauricio Archila, corrió el rumor de que el gobernador del Magdalena se entrevistaría con ellos para concertar un diálogo.
Eso significó un alivio para los obreros, quienes solo habían recibido amenazas por parte del gobierno conservador y no recibían respuestas claras por parte de la compañía. Sin embargo, los obreros se quedaron esperando. El gobernador nunca llegó. Los nueve puntos exigidos por los trabajadores no iban a ser aceptados. Así entonces, los ánimos se empezaron a exacerbar. Por este motivo, el general Cortés Vargas, jefe civil y militar de la provincia de Santa Marta, ordenó controlar la huelga por la fuerza.
Por consiguiente, en la madrugada del 6 de diciembre de 1928, el general Cortés Vargas se acercó a la plaza del ferrocarril y les leyó a los 2.000 huelguistas un decreto en el que les impedía a los trabajadores reunirse y donde los tildaba como “una cuadrilla de malhechores”. Si los huelguistas no acataban ese decreto se daría inicio a los disparos. Se les dio tres minutos a los trabajadores para abandonar el lugar o sino la respuesta serían las balas.
Los huelguistas no hicieron caso. Paralelo a cada minuto se escuchó un toque de corneta. Los obreros se quedaron allí de pie gritando arengas. Fue en ese momento cuando el general dio la orden de disparar. Los disparos de la ametralladora austrohúngara Schwarzlose de 7mm fueron constantes. El gobierno nacional afirmó que hubo nueve muertos en total, mientras el general Cortés Vargas afirmó que se trató de 13 muertos y 19 heridos. Según versiones orales y de testigos, los muertos fueron cientos, alrededor de 500, y sus cuerpos fueron arrojados al mar por orden del general Cortés Vargas.
El caso de la masacre intentó ser opacado por el gobierno nacional, para que fuera olvidado. Solo fue rescatado un año después por el entonces congresista Jorge Eliecer Gaitán, quien abrió un debate sobre el caso y donde afirmó que los muertos fueron 1000; también por el caricaturista de la época Ricardo Rendón y años más tarde por los escritores Álvaro Cepeda Samudio y Gabriel García Márquez.
Por otro lado, un telegrama dirigido desde la embajada de Estados Unidos en Colombia a ese país afirma que “Tengo el honor de reportar que el consejero legal de la United Fruit Company aquí en Bogotá afirmó ayer que el número total de huelguistas muertos por las autoridades militares colombianas durante los recientes disturbios alcanzó entre quinientos y seiscientos; mientras las tropas no sufrieron bajas”.
El mismo García Márquez llegó a decir “la única discrepancia entre los recuerdos de todos fue sobre el número de muertos, que, de todos modos, no será la única incógnita de nuestra historia”. Pese a los muertos y al decreto del general Cortés Vargas y el conocimiento del presidente Miguel Abadía Méndez, por la masacre de las bananeras no pagó ningún responsable.
Comments