Por: Redacción Pares
Fotos tomadas de: El Tiempo
El pasado 27 de febrero Salvatore Mancuso regresó al país después de haber pagado una condena en los Estados Unidos. Mientras el uribismo en pleno rechazaba su arribo, sectores de la izquierda lo veían como una posibilidad de conocer la verdad de los horrores del paramilitarismo, cuyo auge en el país estuvo entre los años 1999 y 2006. Mancuso tendría una posibilidad de ser acogido en la JEP y convertirse en Gestor de Paz, según le ha propuesto el propio presidente Gustavo Petro.
En las últimas horas se venía difundiendo la versión de que Mancuso recibiría el beneficio de libertad condicional, algo que ha sido confirmado este 4 de marzo del 2023, cuando una jueza de Justicia y Paz del Tribunal de Bogotá le concedió la libertad condicional por cuatro años ya que oficiará como Gestor de Paz. Tendrá que acogerse a unas condiciones: no podrá salir del territorio nacional, ni podrá vivir en los departamentos de la Costa Atlántica, en los que delinquió. En la Costa Atlántica no sólo nació sino vivió sus horas más gozosas.
Mancuso pertenece a una familia tradicional de Montería. Vivían en el barrio Costa de Oro en donde fueron vecinos de otra familia poderosa, los Dereix. Allí el joven Salvatore conoció a Martha, su primera esposa. Los primeros Dereix que llegaron de Francia a Colombia se ubicaron en pleno siglo XIX a orillas del rio Sinú, bendecidas por una inagotable fertilidad. La deforestación fue su material de riqueza: hicieron una fortuna comercializando la madera que sacaban de los bosques de cedro amarillo, carrero y ceiba. Nadie contó los árboles que cayeron por culpa de su pujanza. Esa madera la exportaban a Europa y por eso pudieron comprar a comienzos del siglo XX una finca de 2.000 hectáreas, llamada Martha Magdalena y que terminaron vendiéndosela a Pedro Nel Ospina. Los más viejos le escucharon hablar a sus abuelos que fueron los Dereix los que llevaron por primera vez a Montería un auto, la luz eléctrica y fueron los que fundaron el primer banco.
La familia compró varias fincas y en una de ellas, en 1965, nació Martha. Cuando estaba adolescente su papá compró una casa esquinera en el barrio Costa de Oro y allí el destino la unió con Salvatore. Estaban lejos aún los años en los que él se convertiría en un despiadado comandante paramilitar, cercenador de cabezas y perpetrador de masacres. A mediados de los ochenta era un reconocido motociclista en Montería. Incluso llegó a ser campeón nacional de Motocross en 1986. Se casaron en 1988, después de que el dejara a un lado la carrera de ingeniería que empezó a estudiar en Bogotá. Se fueron a vivir a los Estados Unidos y regresaron a comienzos de los noventa a Montería. En ese momento los ganaderos de Córdoba estaban preocupados por el avance de las guerrillas en ese departamento. Fue un amigo de la infancia de Mancuso, el mayor Walter Fratini Lobaccio, quien le enseñó las tácticas de guerra sucia que aprendió de los primeros grupos paramilitares en el Magdalena Medio. A Fratini el EPL lo asesinó y Mancuso encontró en esto una causa más para saciar su sed de sangre.
Marta Dereix decidió no ver ni oír nada. Apagaba la radio cuando el nombre de su esposo era asociado a una masacre, a una desaparición. Se refugió en la mansión de 2.000 metros cuadrados que le compró Salvatore en el barrio La Castellana de Montería. Se dejaba consentir. Ni el horror de El Salado o La Gabarra hizo odiar a su esposo. Una infidelidad sí.
En el 2001 Salvatore le pidió el divorcio porque se había enamorado de una mujer mucho menor, se llamaba Margarita Zapata. Desde entonces la vida empezó a cobrarle su indiferencia. Primero se refugió en su casa de La Castellana y el único motivo por el que abandonaba ese bunker era para ir en su camioneta negra hasta el centro comercial Alamedas del Sinú a donde se veía con sus amigas de siempre. En junio del 2014 fue detenida por presuntos vínculos con “La Gata” Enilce López, la poderosa empresaria del chance quien murió en enero del 2024. Seis meses después una jueza la dejó libre porque no encontró pruebas de haber lavado 3.000 millones de pesos.
Desde entonces ha intentado desaparecer del ojo público. Ya no vive en la imponente casa del barrio La Castellana. En el 2019 intentó ingresar a la JEP e incluso propuso indemnizar a las víctimas que dejó su esposo. Pero la rechazaron. En los últimos años fue acusada de comprar armas, ella argumentó que lo había hecho para su protección personal. Martha Dereix y Salvatore Mancuso ya no tienen otro vínculo que el pasado en común y sus dos hijos. Ella permanece en Colombia, intentando ser invisible, incluso para los amigos que la conocen de toda la vida.
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