Por: Guillermo Segovia
Politólogo, abogado y periodista
Ante los estragos de la pandemia y del gobierno Duque y la crisis del régimen, con la claridad de que su candidatura, no obstante mantenerse arriba en las encuestas por su capacidad de análisis de los temas nacionales, liderazgo político e intelectual, iniciativa propositiva y por encarnar una apuesta por el cambio, solo será viable ensanchando los márgenes de la izquierda para ser atractiva a otros sectores progresistas, a mediados de julio de 2020, en su columna virtual Los gustavos, Gustavo Petro presentó al país una novedosa propuesta: realizar un Pacto Histórico por la democracia, la justicia social y la paz.
Seis meses después, cuando ya la iniciativa, además de juntar a la mayoría de la izquierda, comenzaba a atraer figuras liberales comprometidas con el proceso de paz, Petro precisó: “El Pacto que proponemos es entonces el acuerdo de la sociedad colombiana, que implica un diálogo nacional y un acuerdo entre su diversidad. El Pacto visto así, es el contrato social, la base misma de la nación, como nos recordara Rousseau. Si la construcción nacional es la construcción de los acuerdos fundamentales que permiten la convivencia de todo el cuerpo social, entonces tenemos que decir que la propuesta del Pacto Histórico que hemos lanzado es una propuesta para construir una nación y por tanto la Paz”.
Cuando hablamos de una Nación como contrato social, hablamos de la inclusión de toda la sociedad en las decisiones y en la distribución de la riqueza. Una nación implica Democracia. Y cuando hablamos de paz, no nos referimos solamente a los acuerdos entre los cuerpos armados, que respetamos y ejecutaremos, sino a la Paz Grande, la paz de toda la sociedad, la Paz vista como una era y no como el comienzo de una nueva violencia.
Es esta característica del Pacto como contrato social y tratado definitivo de Paz, lo que lo hace histórico. No estamos hablando de pactos politiqueros, coyunturales, centrados en la repartija del poder y hechos por debajo de la mesa. Estamos hablando de cambiar la historia de Colombia hacia el sendero de la Democracia, la paz y la Justicia social.
Ahora bien, el Pacto Histórico no es un simple evento social, es, sobretodo, un proceso social en un momento de la historia. El proceso debe englobar a toda la sociedad colombiana en su fase última, ese es su objetivo. Para ello el Pacto Histórico debe ser el método del gobierno, el próximo gobierno, y para ello hay que ganar la presidencia y las mayorías del Congreso. Tiene como eje central de su gobernanza, la búsqueda del mayor de los consensos en las políticas públicas que emanan de lo que deben ser los acuerdos sobre lo fundamental. Concertar debe ser una práctica permanente, que no señala debilidad, sino legitimidad.
La estrategia para el logro del colosal cometido de llegar a la Presidencia de la República con la no disimulada o la taimada oposición del establecimiento político, empresarial y mediático a la posibilidad de un gobierno comprometido con reformas urgentes que resienten un statu quo de privilegios y desigualdad en favor de minorías, comprende diferentes frentes en la búsqueda de garantizar tres objetivos: una votación contundente para ganar la presidencia, ser fuerza importante y mayoría en alianzas para asegurar gobernabilidad y viabilidad de la agenda legislativa y concientizar y comprometer al máximo al electorado sobre el pacto y sus implicaciones en una democracia con lógica de mayorías.
En el Pacto Histórico convergen la mayor parte de las organizaciones políticas de izquierda -con el respaldo de movimientos sociales, las organizaciones indígenas y el sindicalismo- y algunos liderazgos liberales que acordaron listas cerradas y cremallera (mitad mujeres, mitad hombres) para el Congreso de la República y en favor de las cuales despliegan su activismo en redes y calles para potenciar votación. Sin duda, será una fuerza que en alianza con otros sectores reformistas podría lograr el objetivo de tener en el legislativo la capacidad de consensuar la aprobación de los proyectos del cambio y respaldar la acción de gobierno.
Debido a la nueva legislación electoral, simultáneamente con la elección de Congreso se realizarán consultas internas de coaliciones para determinar candidato presidencial. La consulta sirve al Pacto Histórico -no obstante la ventaja de Petro por la Colombia Humana- para consolidar electorado, liderazgos y apoyos de los sectores sociales y políticos representados por Francia Márquez (afrocolombianos, Polo Democrático), Arelys Uriana (indígenas, Maís) y Alfredo Saade (cristianos). Un sector liberal, liderado por Luis Fernando Velasco, quedó por fuera de la escogencia debido a que ese partido se negó a avalar esa participación, pero jalona hacia el pacto.
La motivación personal y directa al electorado -que sumó más de 8 millones en la segunda vuelta presidencial en 2018, el doble de la cifra de la primera- corre por cuenta de las inagotables manifestaciones que realiza Gustavo Petro por todo el país desde hace medio año, con énfasis en aquellas ciudades donde el voto ha sido esquivo por ser fortines del uribismo y los clanes tradicionales. En esas visitas se combinan los discursos agitacionales de plaza con reuniones con las fuerzas sociales y el empresariado local, para salvar prevenciones y explicar la propuesta económica y la agenda de reformas.
Conscientes de la necesidad de atraer voto de las regiones desfavorables (Antioquia, Santander, Costa Atlántica), ampliarlo en las favorables, procurar blindaje ante las acechanzas criminales y ganar apoyos para gobernar, Petro y sus alfiles más cercanos han realizado acercamientos con líderes políticos con cauda electoral -ajenos al pacto original y en algunos casos cuestionados por sus prácticas o vínculos- para, en un objetivo pragmático, defender la amplitud de propósitos sobre las manchas del pasado y poder sumarlos no solo en las manifestaciones sino como posibles respaldos a la propuesta. Arreglos que no han dejado de causar tensiones al interior del pacto con sectores que, si bien comprenden que el reto es ahora nunca, tienen reticencias a lo que esos aliados puedan implicar frente a los compromisos de purgar las malezas del quehacer institucional.
Combinando esos escenarios, el indiscutible liderazgo Petro, la situación social, el hastió con la corrupción y la demanda de cambio, mantienen arriba y con distancia en las encuestas la opción presidencial y una presencia de peso en el Congreso para el Pacto Histórico, ante el descontento con el gobierno, la caída en picada del uribismo, la falta de atractivo de la alianza derechista de exalcaldes (“Equipo por Colombia”) y el empantanamiento y falta de tracción de la coalición proclamada de centro (Alianza Verde Centro Esperanza)
Al impacto político in cresendo de la propuesta política alternativa, Petro adiciona un protagonismo internacional inusual en candidatos presidenciales e incluso de mandatarios en ejercicio, la mayoría -tal vez con la excepción del esfuerzo intelectual reformista de Ernesto Samper- reconocidos por su servilismo a los Estados Unidos, apetitos burocráticos en agencias externas y membresía en opacos centros de confabulación contra las opciones progresistas.
En España, Petro abrió su campaña internacional con encuentros con el presidente Pedro Sánchez, secretario del Partido Socialista Obrero Español y con ministras del gobierno de coalición en representación a la alianza de izquierda Juntas Podemos. Se reunió con directivos empresariales y convocó una nutrida asamblea con representantes de la diáspora colombiana en Europa promoviendo un cambio de visión de los compatriotas en el exterior acerca de su quehacer político respecto de su situación y en respaldo al pacto.
En sorpresiva audiencia con el Papa Francisco, dialogó sobre una visión compartida de cambios necesarios frente al cambio climático, la pobreza y los males de la democracia, un indirecto espaldarazo frente a las huestes católicas menos dogmáticas a riesgo de distanciarse del activismo por el aborto libre por su propuesta táctica -probablemente también moral- a favor de la prevención, aun cuando propende por su despenalización. Además, en la posición de Gabriel Boric, en Chile, ocupará la atención debido a la expectativa latinoamericana por los sucesos de nuestro país y el posible eje progresista regional que se vislumbra.
Por supuesto, estos eventos causan urticaria en el gobierno y la derecha que no disimulan su enojo al ver cómo el líder y la propuesta del Pacto Histórico se les crecen. Pero poco han incidido nuevos y viejos episodios creados o revividos a propósito de dañar su imagen, rebatir sus análisis o ridiculizar sus propuestas. Si bien arriesga iniciativas o puntos de vista polémicos, sin duda Petro es quien desde hace rato suscita debate en provecho de afinar los cambios que demanda una estructura socioeconómica basada en el privilegio y atrincherada en el abuso de poder, y cada vez gana más apoyo. Tal es la desesperación, que los defensores a ultranza del libre mercado promueven una iliberal, inconstitucional e ilegal “Cláusula Petro” para condicionar la ejecución de contratos a su derrota electoral.
No obstante, el acumulado de aspectos favorables a una posible victoria electoral del Pacto Histórico, también son indudables y peligrosos los factores de riesgo -que en parte también explican algunas de los cuestionados acuerdos electorales. Amenazas como un fraude propiciado en el propio aparato electoral, la corrupción masiva del electorado, una agresiva campaña de manipulación y desprestigio que desatarán los medios adversos, intervenciones foráneas provocadas desde el establecimiento denunciando una “amenaza a la democracia” e incluso atentados a la integridad del candidato, están al orden del día.
Con todo de seguir las cosas como van y de no ocurrir nada inesperado, el pacto parece abrirse paso. Con el andar sumará otras fuerzas progresistas hoy en contienda y puede lograr un consenso hacia una etapa de reformas en la que la ciudadanía tendrá un lugar protagónico para garantizar que la dinámica y los cambios correspondan a las expectativas de “la Paz Grande, la paz de toda la sociedad, la Paz vista como una era y no como el comienzo de una nueva violencia.”
*Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad de la persona que ha sido su autora y no necesariamente representan la posición de la Fundación Paz & Reconciliación al respecto.
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