El cambio de posición en el caso de Rosa Elvira Cely es, quizás, el reversazo más notorio, el más comentado. La noticia apareció así en los diarios: “El secretario de Gobierno, Miguel Uribe, ofreció disculpas a nombre del Distrito por el concepto emitido por la oficina jurídica de la entidad que dirige, en el que se culpaba a Rosa Elvira Cely, símbolo de la lucha contra la violencia de género, por su muerte ocurrida en mayo de 2012”.
No era para menos. El gobierno distrital había dicho ante despacho judicial que: “Rosa Elvira puso en riesgo su integridad y vida, hasta el punto que Javier Velasco le cercenó su existencia; si ella no hubiera salido con los dos compañeros de estudio después de terminar sus clases en las horas de la noche, hoy no estuviéramos lamentando su muerte”.
El grave litigio con la opinión pública que acosó y avergonzó al alcalde y a su secretario de Gobierno a través de las redes sociales se resolvió enviando un oficio con el cambio de opinión y pidiéndole la renuncia al funcionario que había representado al Distrito en la instancia judicial. Pero quedó el sabor amargo de una improvisación en un acontecimiento tan dramático.
También se vio obligado Peñalosa a variar su posición en la disputa con el gobernador de Cundinamarca sobre el tren de cercanías que saldrá de Facatativá y entrará a la ciudad capital. Había tachado estos trenes como juguetes muy costosos, había ido más lejos nombrándolos como “un cáncer”, para declinar muy pronto su actitud y aceptar que es un proyecto necesario y urgente para la movilidad de una población aledaña a Bogotá.
Con la cultura el gobierno distrital ha tenido agudas controversias que se han resuelto a favor de sus contradictores. Primero dijeron que fusionarían los diversos festivales de Música al Parque y entonces Toño Arnedo, Cesar Pagano y una legión de críticos y de orquestas alzaron la voz y lograron que desistieran de esta locura que solo tenía como argumento disminuir unos gastos.
Después salieron a decir que la Cinemateca, que estaba aprobada y financiada, ya no iba. Se vino la avalancha en redes sociales y grandes maestros de nuestro cine como Luis Ospina, Felipe Aljure, Sergio Cabrera y Ciro Guerra se pusieron al frente de la protesta y más de 5.000 ciudadanos firmaron una petición que llevaron al Concejo para pedirles a los ediles que no patrocinaran semejante despropósito. Ahí paró la idea.
No había pasado una semana y el nuevo drama eran los técnicos del Jorge Eliécer Gaitán. El 2 de junio les pasaron una carta diciéndoles que no iban más después de 10 o 15 años de trabajo. Alejandra Borrero, María Cecilia Botero y cientos de artistas de las artes escénicas salieron en videos a protestar por el atropello. Por fortuna lo lograron.
Menciono algunos más. El metro en el que son incontables los reversazos y ya no sabemos en que terminará. Desde haber dicho siempre que los metros eran cosa del pasado y no representaban ninguna solución, hasta una aceptación a medias del sistema de metro para la ciudad con sus principales tramos elevados, sin estudios de suelo, de ingeniería y de costos. Los mercados campesinos que quería acabar y no pudo.
La educación donde habló de la “verdadera” jornada única y va a hacer una versión demasiado parecida a la de Petro y prometió 35.000 cupos en educación superior y los ha reducido a 25.000. Veremos qué pasa con la venta de la ETB o con la decisión de urbanizar la reserva forestal Thomas van der Hammen, proyectos en que ha empeñado su nombre y que reciben críticas de todos los lados.
Y una cosa que nunca he podido entender: los cambios en su hoja de vida académica. No era necesario ni ahora ni antes que Enrique Peñalosa proclamara o insinuara un ‘doctorado’, su Alcaldía exitosa a finales del siglo pasado y sus logros en otros campos eran argumentos suficientes para presentar su candidatura a uno u otro cargo del Estado. ¿Por qué hacer esto para luego explicar y retroceder?
Todos estos cambios de opinión al vaivén de las redes sociales, de las protestas sociales o de la interferencia de grupos de presión no son necesariamente negativos, es más, algunos son muy positivos, pero son especialmente relevantes dada la imagen que se ha vendido de Peñalosa en todas las campañas políticas.
Se ha dicho siempre que es un hombre de convicciones tan firmes, de tanto carácter, que raya en la testarudez. Que es un gerente que no deja nada a la improvisación. Que es un mal candidato, pero es un buen gobernante, porque siempre dice lo que piensa y no hace concesiones así esto le cueste en la popularidad.
¿Tenemos ahora al mando a otro Peñalosa? ¿O es el mismo y se nos ha vendido una imagen falsa? ¿O serán las nuevas circunstancias de la vida política aquí y en todo el mundo cuando la ciudadanía tiene en la redes sociales y en la democracia deliberativa herramientas claves para influir en los gobiernos? Que juzguen los lectores.
Columna de opinión publicada en Revista semana
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