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Los Medios Fascistas

Por: Guillermo Linero Montes




A propósito de la caída de la reforma a la salud, y a la certeza de que todo se trató de una acción de oposición política, no en defensa de lo que favorece al país sino en defensa de lo que favorece a unas minorías que han desangrado la salud de los colombianos, queda claro el papel desempeñado por los grandes medios de comunicación que se han puesto en la tarea de convencer a la población de que el presidente Gustavo Petro quiere acrecentar su poder, y han convencido a mucha gente –incluso a quienes se les han muerto en los andenes de los hospitales seres queridos víctimas del llamado “paseo de la muerte”- de que tenemos el mejor sistema de salud del mundo.


Pero, ¿a qué se debe eso? ¿Por qué muchas personas que no consiguen cita y se agravan esperando una droga, se oponen también a la reforma de la salud, y repiten como papagayos lo que dicen las lacras bandidas que han administrado las EPS o quienes se han beneficiado de ellas? La respuesta, hoy en el siglo XXI, es muy palmaria, como no lo fue para los alemanes de la primera mitad del siglo XX, cuando Joseph Goebbels – ministro de propaganda de Hitler- ideó una estrategia de comunicación para engañar al pueblo.


 Tanta fue la eficiencia de aquella estrategia nazi –explícita en los horrores ocasionados por la Segunda Guerra Mundial- que rápidamente se convirtió en modelo para replicar en otros pueblos. Desde entonces, la han usado muchas fuerzas políticas malsanas, con la intención de tumbar gobiernos adversarios, sin importarles lo bueno y justos que estos sean.


Se trata de una estrategia política de acción delincuencial contra adversarios, basada en el entendimiento de que los medios de comunicación son el mejor escudo y punta de lanza para la conservación o recuperación del poder político y económico de un grupo selecto –gobierno o régimen- que los tiene en su bolsillo, que los ha comprado.


En Colombia, al presidente Petro, por ser un gobernante que representa un cambio en favor del pueblo, no heredó los favores del régimen, ni heredó la mala costumbre de los gobernantes de favorecer a los medios de comunicación para ponerlos al servicio de los propósitos de la extrema derecha: de los liberales, de los uribistas y de los conservadores.


Goebbels le facilitó a Hitler, la aplicación de una estrategia –soportada en 11 principios de acción delincuencial para atontar a los pueblos, para hacerlos borregos y ponerlos en contra de sus adversarios. En Colombia, alguna de sus poblaciones –en realidad muy pocas- y parte de los gremios económicos -como los caficultores y los ganaderos, los enfermos sin remedios que defienden las EPS, y los militares retirados a quienes gracias a este gobierno les han mejorado significativamente sus ingresos- unos y otros, son un perfecto ejemplo del borreguismo.   

Desafortunadamente, los once principios nazis para atontar pueblos, aquí en Colombia se aplican al dedillo. El régimen, y la oposición, siguiendo las sugerencias que Goebbels le hiciera a Hitler para aniquilar a sus opositores, se ha empeñado en adoptar un solo miedo, un solo símbolo para atacar el gobierno de Petro: la venezolanización de Colombia.


Para tal propósito la oposición se ha servido del calificativo de “castrochavismo”, pues con este matan dos pájaros de un solo tiro: al miedo de que acá pase lo que en Venezuela está sucediendo -por culpa de los bloqueos económicos y de un gobierno poco imaginativo para sortear los problemas sin desmeritar los derechos del pueblo– y el miedo a que ocurra lo que pasa en Cuba, que no ha sido completamente libre, pese a los fundamentos libertarios del comunismo.


Dos estigmatizaciones, “castrochavismo” y “comunismo”, que unifican las críticas y las estrategias de ataques al gobierno. De la misma forma, a quienes reconocen los logros del gobierno y sus buenas intenciones, los tratan igual que si fueran un solo ente: El Mamerto. El mamerto está perfilado como un símbolo contra el presidente Gustavo Petro.


La oposición y sus medios fascistas, en cumplimiento de lo ensañado por Goebbels, le cargan al presidente Gustavo Petro los males heredados de muchos gobiernos anteriores, que ante la corrupción del régimen se dedicaron a hacerse los de la vista gorda para engordar. Y cómo si no pueden negar las buenas noticias, esto lo digo parafraseando al malvado Goebbels, hay que inventar otras falsas o baladíes que distraigan a los interesados.


Siguiendo esa misma línea estratégica, exageran y desfiguran todo. Por ejemplo, aletargan ridículamente la velocidad del el audio de una comunicación oral del presidente, para luego decir que lo pillaron borracho y dando tumbos; o por usar cachicha propagan que tiene un cáncer terminal. Creen, los muy malvados,  que la gente de hoy es inadvertida como lo fueron los alemanes de la primera mitad del siglo XX, cuando no existían las redes sociales. “Cloacas” les llaman ciertos periodistas al servicio de los medios fascistas de comunicación.


 A través de situaciones como hacer una continua repetición noticiosa de una pilatuna delincuencial de Nicolás Petro, o aprovechar los lugares populosos como los estadios, para fabricar hechos anecdóticos semejantes al abucheo a la hija del presidente. Todo para atacar al gobierno, siguiendo esta recomendación de Goebbels: “En cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa”.


No en vano los gobiernos anteriores al de Gustavo Petro, ahora en oposición, se han dedicado a desmejorar la educación o a negarla, y les irrita que los pobres la obtengan gratuitamente. Hablan de la corrupción en el gobierno actual, y de continuo se inventan casos de corruptela hasta con cuentos chimbos acerca de la lista de la meriendas de palacio. Son maestros en calumniar y repetir la calumnia, sobre la base de este entendimiento generalizado: “Si una mentira se repite muchas veces, acaba por convertirse en verdad”.


La oposición en Colombia, abanderada por los grandes medios de comunicación, cambian de  noticias permanentemente, porque las fake news son efímeras y vuelven a levantar chismes dándoles el carácter de urgentes, para después, sin necesariamente corregirlos, pasar a otra mentira y a otra, impidiendo que el pueblo -al cual consideran ignorante, porque lo han mantenido sin educación y sin cultura- sopese si lo que escucha o lee es verdadero o falso.


Y cuando la oposición carece de argumentos para debatir los hechos positivos, entonces disimulan las realizaciones plausibles del gobierno que deben ser noticias, o las ocultan, remplazándolas con otras innecesarias. Todos esos medios de comunicación fascistas, vendidos al poder del régimen, sacan provecho de una tradición de odios y venganza –tal y como lo aconsejaba Goebbels- y la reavivan diariamente para cebar la violencia de la masa inculta.


Y pueden lograrlo, mientras el presidente no eche mano de su poder, y empiece a gobernar por encima de la opinión de esos insensibles. Y pueden lograrlo también, mientras no se dinamice, a través de los ministerios de Gobierno, de Educación y de Cultura, un frente de contrapeso a esa propaganda malsana de los medios fascistas. Hay que desarrollar programas de cultura general y educación cívica, de manera urgente, y que den resultados  a corto plazo, de modo que la ciudadanía aprenda a interpretar por sí sola la realidad política, y coteje las versiones noticiosas que recibe, entre aquellas prefabricadas con malsanía contra el gobierno, y las verídicas que buscan la dignidad y la defensa de la vida.

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