Por: Redacción Pares
Foto tomada de: Portafolio
Desde 1982 el sur de Córdoba nunca fue el mismo. Allí empezó a trabajarse la mina a cielo abierto más grande del mundo. Desde sus inicios la compañía responsable de explotarla fue la anglo australiana BHP Billinton. Desde el 2015 la empresa es operada por una filial de la gigante minera llamada South 32.
Desde hace más de cuarenta años comunidades afro, zenú, que han habitado desde siempre este territorio han venido denunciando los abusos de la explotación minera. En el 2017 la Corte Constituciona ordenó a Medicina Legal una valoración de los estragos que podía llevar la mina a la salud de los habitantes en su radio de acción y aunque el diagnóstico no fue concluyente, si se puede afirmar que, por lo menos en 15 kilómetros a la redonda, la concentración de níquel es intolerable.
Desde hace décadas 2.500 cordobeses han denunciado los estragos del Niquel. Se han presentado casos de niños que han nacido sin vagina, sin pene. Según un artículo de Las 2 orillas publicado en el 2013 por el periodista Francisco Escobar, en los cabildos indígenas aledaños a la mina, ese año se presentaron 36 embarazos: 14 fueron abortos. A pesar de todo y que la explotación fue suspendida en breves periodos en el 2011 y el 2019, en Cerro Matoso la licencia para explotar niquel expira en el 2044. Además de los problemas de salud que conlleva esta mina está que se ha venido expropiando el niquel de manera descarada. Como sucede desde la conquista, los que llegan a este lugar se chupan toda la riqueza y dejan sólo el bagazo.
El pueblo Zenú ha habitado esta tierra desde hace cinco siglos pero todo se rompió en los años setenta cuando empezaron a llegar los primeros bulldozers a romper la montaña. En 1979, bajo el gobierno de Julio César Turbay, se le dio una concesión para explotar la mina a BHPO Billinton y empezó la tragedia. La montaña la devoraron a punta de dinamita. Poco o nada les importaba la onda expansiva que dejaban las explosiones. Como si fuera un arma radioactiva las nubes de polvo se posaron sobre tres municipios, Montelíbano, Puerto Libertador y San José de Uré. El agua se secó. Las comunidades que habían vivido de la pesca desde hace siglos vieron como el paisaje se transformaba. Todo se convertía en algo post apocalíptico. Las aguas tampoco se podrían beber. Había sed y hambre. Y empezaron las malformaciones genéticas. El mundo está acostumbrado a hablar de plantas nucleares que colapsaron y que dejaron estragos como Chernobyll. Pero pocos hablan de lo que les ha venido sucediendo a los cordobeses con Cerro Matoso.
Pero el mundo es un lugar a veces injusto y despiadado. La compañía dueña de Cerro Matoso, South32, demandó en medio de la pandemia al Estado colombiano por el proceso de responsabilidad fiscal que la Contraloría General de la República abrió el 18 de febrero de ese año, por regalías que presuntamente se dejaron de pagar entre 1982 y 2012. Según la empresa, la decisión de la Contraloría es injustificada y atenta contra la seguridad jurídica de los inversionistas. Este año todo apunta a que el fallo declarará culpable a Colombia.
Si, algunas comunidades han sido reparadas pero la verdad histórica está lejos de ser escrita. En el último informe de la Línea de Transición Energética de la fundación Paz y Reconciliación, que explica cómo funciona la energía en el país,queda claro que, por culpa de Cerro Matoso, Montelíbano es una de las cinco ciudades de Colombia -a pesar de no ser capital- que más consume energía eléctrica. En medio de un problema de sequía que se está viviendo y de la propuesta de este gobierno de hacer una Transición Energética, Cerro Matoso es un anacronismo que debe ser revisado. Los problemas de regalías que le ha dejado al país se juntan con los estragos de salud que han sufrido comunidades enteras que estaban ahí muchos siglos antes de que los blancos llegaran con su sed de oro y riquezas a romper la montaña.
Los invitamos a leer este informe para que sepan cómo funciona la energía en este país:
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