Por: Redacción Pares
Foto tomada de: RTVC Noticias y Semana
En el año 2013 Juan Camilo Restrepo le dio una entrevista al diario El Espectador. Acababa de salir del ministerio de agricultura y el gobierno Santos acababa de lograr un acuerdo agrario con las FARC. Si algo ha necesitado este país es una Reforma Agraria, y las 45 Zonas de Reserva Campesina que disponía el gobierno bien podrían ser un inicio. Esa vez Restrepo confesó que lo más duro que había tenido que afrontar como ministro no era la ola invernal, sino haber encontrado un INCODER completamente cooptado por los paramilitares. Si existía un instituto desde el que se pudiera aspirar a una reforma de esa magnitud era este.
Desde los ochenta ha habido en este país una concentración de la tierra. Los mafiosos, que después terminarían siendo en muchos casos los financiadores de las AUC o los mismos paramilitares, compraban grandes extensiones de tierra. El ejemplo clásico de esta concentración de la tierra fue Nápoles, la hacienda de Pablo Escobar. Tenía 1.600 hectáreas. Restrepo fue valiente y denunció por ejemplo que encontró 2.000 expedientes de adjudicaciones espurias en donde el INCODER le adjudicaba baldíos a gente que tenía poder. Gente que no eran colonos sino que vivían en mansiones en Medellín, por ejemplo. Los paras en su momento de gloria no sólo querían el poder político sino sobre todo las tierras. Se estima que los paramilitares realizar el 83% de la tierra que se despojó en Colombia, según una investigación presentada por la Fundación Forjando Futuros.
Mancuso, cuando cumplió cuarenta años, hizo una fiesta a donde invitó hasta periodistas. Con sus casi dos metros de estatura y su camuflado parecía un emperador. Orgulloso se iba hasta el balcón de su hacienda favorita, llamada Costa de Oro y señalaba el horizonte “Todas estas son tierras mías” decía. A principios de los años noventa este territorio se llamaba Tres Piedras. Era un pacífico caserío donde vivían 100 familias. Todo se torció cuando llegó a ese lugar en 1992 Jesús Ignacio Roldán, alias Monoeleche, por orden de su jefe -y a quien, paradójicamente, terminaría asesinando 10 años después- Carlos Castaño. A sangre y fuego obligó a la gente a irse de allí. Dos años duró la toma. Ya en 1994 las tierras eran de los paras. Mancuso tomó posesión de las 1.454 hectáreas que tenía su hacienda, a la que hizo llamar, en su opulencia, Costa de Oro.
1.500 cabezas de ganado en su mejor época tuvo esta hacienda. Los ejemplares más destacados de razas selectas como cebú estaban allí, custodiadas por hombres armados hasta los dientes y cercas electrificadas. En Córdoba, también, donde sucedió la mayoría del horror paramilitar, Fidel Castaño mató a los verdaderos dueños de su finca favorita, Las Tangas -2.300 hectáreas- y allí organizó, a finales de los años ochenta, con la ayuda de Yahir Klein, mercenario israelita, a los paras que sembrarían el terror en el país. Desde las Tangas se organizaron las siguientes masacres: Currulao (15 asesinados), Buenavista, Córdoba (28 asesinados), Punta Coquitos, Turbo (26 muertos), Canalete, Córdoba (16 víctimas), Pueblo Bello (43 campesinos desaparecidos y asesinados), esta información es de una sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos del 31 de diciembre del 2006. Después de la muerte de los hermanos Fidel y Carlos Castaño comandantes paramilitares como Monoeleche y Don Berna se disputaron por quedarse con ella. Desde el 2014, gracias a la Unidad de Restitución de Tierras, se llama Nueva Esperanza y pertenece a 116 familias que alguna vez lo perdieron todo.
Una investigación del año 2020 de la Fundación Forjando Futuros determinó que los paramilitares se apropiaron de cinco de las seis millones de hectáreas que se ha despojado en Colombia. Hay grandes empresas que están comprometidas en ese despojo. Algunas de estas fincas se convirtieron en el nido paramilitar, el lugar a donde se entrenaron cerca de 20 mil hombres. Estas fueron La 35, la 28, la 40, la 50, fueron bautizadas con cifras no por un capricho paramilitar sino que Carlos Mauricio García Fernández, mejor conocido con su alias de Doblecero, comandante del Bloque Metro y quien fuera teniente del Ejército, las nombró así por un código de comunicaciones que él mismo creó.
El proceso de restitución de estas tierras ha sido extremadamente lento. Hasta el momento se ha devuelto el 9% de estas tierras, lo que corresponde a 400 mil. El resto sigue en manos de empresas. El actual presidente Gustavo Petro se comprometió a hacer una Reforma Agraria que es más que necesaria para el país. Las cifras, hasta el momento, no lo han ayudado. Existe una tara estatal que es más poderosa incluso que la voluntad de ganaderos y dueños de empresas que están dispuestos a devolver lo que nunca les perteneció. Los últimos dos años serán cruciales para restituir lo que fue quitado a punta de fuego y sangre.
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