Por: Iván Gallo- Editor de Contenidos
Fotos tomadas de: El Colombiano
Hace 50 años un comando del M-19, liderado por Álvaro Fayad, se robaba de la Quinta de Bolívar la espada del Libertad. Este acto de película fue el inicio de una de las guerrillas urbanas más reconocidas del continente. El gobierno Petro ha decidido celebrar el medio siglo de la “recuperación” de la espada y recuerda su valor simbólico y la necesidad de que resurja el pensamiento bolivariano.
Simón Bolívar no se dio cuenta de lo mucho que lo odiaban en Santa Fe de Bogotá hasta el 8 de mayo de 1830. Disminuido por la enfermedad y las traiciones, había decidido emprender un viaje a Cartagena y desde ahí tomar un barco que lo llevara a Inglaterra en donde era más apreciado que en la tierra que él ayudó, con su brazo, su caballo y su fortuna, a liberar. Lord Byron, por ejemplo, le había puesto a su barco el nombre de Bolívar y si la muerte no lo hubiera sorprendido en Mesolongi, en 1824, se hubiera embarcado a América para ayudar a su ídolo a deshacer la última sombra del imperio español. Así lo cuenta William Ospina en su libro En busca del Libertador. Esa tarde de mayo, pocas horas antes de su viaje final, Bolívar decidió caminar solo por una calle en las afueras de la ciudad. Lo sacó de sus pensamientos un golpe en la espalda. Detrás suyo, un hombre desdentado, un habitante de Santa fé de Bogotá cualquiera, le había arrojado una bola de mierda de vaca.
-¡Longanizo!- le gritó. El hombre usaba el apodo con el que se burlaban sus enemigos, un apodo impuesto por el más feroz y taimado de todos, el general Francisco de Paula Santander. Era claro que nadie acá quería al Libertador.
El capítulo más triste del hombre más importante de la historia, una valoración que hizo la BBC de Londres al final del milenio, del guerrero que peleó 447 batallas y de las que perdió sólo seis, lo narra Gabriel García Márquez en El general en su laberinto, una de las novelas históricas mejor documentadas de todos los tiempos. Gabo se basó en una serie de documentos históricos como los 34 tomos de las memorias de Daniel Florencio O’Leary, como bien lo cuenta Gerald Martin en su biografía sobre el Nobel, consultando a expertos como el geógrafo Gladstone Oliva o el historiador Eugenio Gutierrez Celys. Fue tan exhaustiva la investigación que incluso sabía, con base al inventario del astrónomo Jorge Pérez Dorval, cuáles noches pasó en Luna Llena el Libertador en su desamparada aventura por el Magdalena.
Simón Bolívar, en Colombia, ha sido históricamente relegado a la condición de estatua, de letrina de palomas. La acción con la que el M-19 se dio a conocer en el mundo, el 17 de enero de 1974, al entrar a la Quinta de Bolívar ubicada en el corazón de Bogotá y robarse la espada del Libertador, está cargada de significado. Según León Valencia, director de la fundación Paz y Reconciliación, “abandonado por las élites criollas después de su muerte, traicionado su legado político por la Constitución de 1886, que concentraba las ideas de la Hegemonía Conservadora, fue sacado de las fosas de la Historia por el M-19 con el espectacular robo de 1974”.
Años antes de que Álvaro Fayad comandara la operación que hoy cumple cincuenta años, la idea había sido expuesta a la Comisión Militar de las FARC y llevar el símbolo a Manuel Marulanda Vélez, máximo comandante de esa organización guerrillera. Sin embargo la idea se desechó. Jaime Bateman, cansado del anquilosamiento de las FARC, empeñado en llevar las guerrillas a lo urbano, da a un paso al costado y junto a otros insurgentes como Luis Otero, o dirigentes de la ANAPO como el médico Carlos Toledo Plata, fundan el M-19 en un intento de asegurarse que jamás se volviera a repetir el fraude electoral del 19 de abril de 1970 en donde, de manera inexplicable y a último minuto, el general Gustavo Rojas Pinilla perdió las elecciones contra el candidato conservador Misael Pastrana Borrero. Uno de los protagonistas de esa fecha aciaga, el ex ministro de Carlos Lleras Restrepo, Carlos Arturo Noriega, confesó en un libro publicado en 1998 el fraude.
Maestros de la expectativa, semanas antes de que se dieran a conocer con el robo de la espada, empezaron a salir en el periódico anuncios como “¿Parásitos, gusanos? Espere M-19”. La mayoría que leyó esto creyó que se trataba de un nuevo purgante. Luego, con una nueva aparición, creían que se trataba de un tonificante energético que prometía milagros “¿Falta de energía? Espere M-19”. Pero en la edición del 17 de enero de 1974 se anunció con una frase escueta el grupo “Ya llega-M19”.
Todo ocurrió a las cinco de la tarde de ese día, cuando el último turista había abandonado la Quinta de Bolívar. Álvaro Fayad, disfrazado con una ruana, lideraba el grupo de cuatro guerrilleros. Después de encañonar al vigilante el propio Fayad rompió el vidrio donde se exponía la espada. Los otros tres guerrilleros pintan las paredes de la casa-museo y se encargan de dejar proclamas anunciando la llegada del M-19. Darío Villamizar en su estudio Las guerrillas en Colombia, recuerda que el primer documento condensaba el espíritu de la organización: “El M-19 es el movimiento 19 de abril. Ese día, abril 19 de 1970, el país entero presenció horrorizado el fraude más escandaloso y descarado de que se tenga noticia en todo el continente. Los personajes centrales del monstruoso robo político fueron: Carlos Lleras Restrepo, Carlos Augusto Noriega y Misael Pastrana Borrero. El primero como ideólogo del fraude infame, el segundo como su vulgar ejecutor y el tercero como beneficiario directo de una presidencia espuria que colma de indignidad a la clase que Pastrana representa”. En una de las proclamas se leía la frase “Bolívar, tu espada vuelve a la lucha”.
El golpe publicitario posicionó al M-19 y sacó del sarcófago al Libertador. Desde entonces se tejieron una serie de mitos sobre el paradero de la espada. Se dijo que el M-19 se la había entregado a Pablo Escobar y que su hijo jugaba con ella, se habló que estuvo acompañando en sus vigilias al poeta León de Greiff. Una vez el M-19 entrega sus armas al gobierno de Virgilio Barco, el 8 de marzo de 1990. Un año después, el 31 de enero de 1991, ya con César Gaviria como presidente, el M-19 devolvió formalmente la espada. Durante 19 años reposó en el depósito del Banco de la República hasta que Iván Duque, en el 2020, ordenó su traslado al Palacio de Nariño.
El 7 de agosto del 2022, la espada de Bolívar se convirtió en la principal protagonista de la posesión de Gustavo Petro. Él, como ex miembro del M-19, reconocía la importancia del objeto. Petro, antes de seguir con su discurso, pidió sin aspavientos la espada: "Como presidente de Colombia le solicito a la Casa Militar traer la espada de Bolívar. Una orden del mandato popular y de este mandatario”. Iván Duque, mal aconsejado, había ordenado a último minuto no dejar salir de la Casa de Nariño la espada. Media hora duró la espera. La espada pasó al lado de todos los invitados a la posesión presidencial, incluido al mismísimo Rey de España quien miró con indiferencia el símbolo de la derrota del imperio español.
“Petro le ha dicho a periodistas que su símbolo es Bolívar y no la mafia. El presidente cree que Colombia está en deuda con el espíritu bolivariano, que es un espíritu transformador muy grande” Afirma León Valencia. La celebración de los cincuenta años del robo o “recuperación” de la espada de Bolívar, como la llamó el propio ministro de cultura, Juan David Correa, a pesar de los gritos de la oposición, forman parte de la coherencia del discurso de Petro y de todo el M-19 sobre la necesidad de sacar de los cajones de la historia el legado de Simón Bolívar.
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