Por: Guillermo Linero
Escritor, pintor, escultor y abogado de la Universidad Sergio Arboleda

A propósito de la evidente tensión en las relaciones entre las Fuerzas Armadas y el presidente Gustavo Petro, vale decir que no podrían ser de distinta manera, porque, no solamente en Colombia, sino también en Latinoamérica entera, las Fuerzas Militares han sido históricamente fieles a las políticas de extrema derecha. Recordemos la Operación Cóndor de los Andes, que fue una campaña de represión política y terrorismo de Estado respaldada por el gobierno de Estados Unidos entre los años 1975 y 1989. Campaña favorecida por la lealtad sumisa que los militares han profesado a las decisiones de sus padrinos de pilatunas y de carrera, especialmente a las directrices de políticos, de empresarios, industriales y propietarios inescrupulosos.
En consecuencia lógica, en Suramérica no ha habido tantas guerras entre países como guerras internas, precisamente por causa de la labilidad de estas para sumirse a poderosos y el mal entendimiento de las cúpulas castrenses con respecto a la naturaleza de las fuerzas militares. De hecho, su misión no es abolir ideologías ni perseguir a los opositores de los gobiernos, sino defender la soberanía y la integridad territorial. E igual ocurre con los cuerpos de policías, cuya naturaleza y misión es la protección del ejercicio de la libertad, la preservación del orden público y el mantenimiento de la convivencia pacífica; misiones totalmente distintas a la aniquilación de manifestaciones o protestas sociales.
Aun así, siendo esas las funciones del ejército y de la policía, las más de las veces estas fuerzas se comportan tal y como si hubieran sido fundadas única y específicamente para blindar a los estados nacionales suramericanos contra los modelos de gobiernos socialistas, comunistas o izquierdistas; y hacerlo plegadas con sumisión a los designios de los Estados Unidos, que alimentan y asisten con mucho interés estrategias golpistas contra gobiernos que, a juicio de sus organismos de inteligencia, tienen por esencia el anti imperialismo y la defensa de los más necesitados.
Algunos ingenuos habíamos dado por cierto que tal política norteamericana, la de no tolerar gobiernos elegidos popularmente que no fueran de extrema derecha, había perdido sentido al desvanecerse las razones de la Guerra Fría; no obstante, las confesiones de John Bolton (asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca durante el gobierno de Donald Trump) acerca de los planes para derrocar al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, activaron nuevamente las alarmas de los demócratas del hemisferio, que defienden la autodeterminación de los pueblos.
En tal contexto, en Suramérica, y ahora en Colombia, en las relaciones entre las Fuerzas Armadas –tradicionalmente anticomunistas– y los presidentes que no son de derechas, es natural que exista tensión, como es natural también que los gobernantes comunistas, socialistas e izquierdistas (entre estos los progresistas como lo es Gustavo Petro) sientan miedo y desarrollen instintivamente estrategias de extrema prevención.
Y no es para menos, si consideramos cómo en Colombia –debido a la infiltración del ejército por delincuentes, narcotraficantes y políticos a quienes estos apadrinan– han asesinado, digamos que a nombre del régimen, a cuatro candidatos presidenciales en los últimos 30 años. A Jaime Pardo Leal (asesinado en 1986). A Luis Carlos Galán (asesinado en 1989). A Bernardo Jaramillo Ossa (asesinado en 1990). Y a Carlos Pizarro (asesinado en 1990).
Con todo, así como hay en los ejércitos quienes soportan sus actuaciones militares sobre el impulso de la guerra y basados en el uso de la fuerza, también hay quienes lo hacen basados en el respeto por los derechos humanos y en la búsqueda o preservación de la paz. De manera que si Petro tiene algo de miedo a las fuerzas militares y de policía –que lo ha de tener–, se deberá indefectiblemente a esa tradición intolerante de las Fuerzas Armadas suramericanas. Pero es claro que igualmente tendrá mucha confianza en las jerarquías militares y en quienes escogió para reemplazar las del gobierno anterior. El perfil humanista de estos nuevos mandos militares y de policía, asegurará el cambio de agujas para dejar atrás los vicios de intolerancia y los modos de la barbarie.
De otra parte, cabe decir en favor de estos nuevos militares y policías nombrados por Petro, que todos fueron formados en las escuelas y campos de entrenamiento de las fuerzas militares y de policía colombianas. No fueron formados en los comandos políticos de la Colombia Humana, ni tampoco los trajo el presidente Petro de Cuba o de Venezuela.
Los nuevos mandos militares y de policía, en sus declaraciones públicas, han manifestado estar abiertamente identificados con las políticas de seguridad del gobierno actual, lo cual garantiza la distensión en sus relaciones con el mandatario, máxime cuando el modelo presidencialista está hecho precisamente sobre la base de que el Ejército es quien manda en el país, pero lo hace en cabeza de un civil nombrado en elecciones populares (el presidente) y no por alguien en el ejercicio de su carrera militar (los generales).
Si pensamos en el expresidente Uribe, como un factor de tensión militar, y en su descontento por el nombramiento de Iván Velázquez en calidad de ministro de defensa (quien en el caso de las chuzadas, tal y como terminó sabiéndose, fue víctima y el expresidente su victimario), yo diría que es poco lo que hay para temer. Empero, otra cosa muy distinta es –y el presidente Petro sabrá sopesarlo– si efectivamente el expresidente aún tiene sobre las fuerzas armadas la influencia y poder que demostró tener en el gobierno de Duque, cuando en medio de las marchas los invocó malamente y le obedecieron.
Estas líneas del diario El País dan cuenta de esa mala pasada en la cual Uribe exhibe su talante de efectivo aupador de la intolerante línea tradicional de los militares, al pedirles a estos disparar contra los manifestantes: “El expresidente Álvaro Uribe, ha agitado una vez más el debate público en Colombia al defender que policías y militares tienen derecho a usar las armas en el marco de las jornadas de protesta ciudadana contra la reforma tributaria que propone el Gobierno de Iván Duque”1.
*Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad de la persona que ha sido autora y no necesariamente representan la posición de la Fundación Paz & Reconciliación al respecto.
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