Por: Katerin Erazo, Periodista
En los verdes valles y montañas del Norte del Cauca, donde la tierra es fértil y la cultura ancestral se arraiga profundamente, se levanta la voz de un pueblo que ha sufrido demasiado y que clama por la paz y la justicia. Es en este escenario que la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca, Cxhab Wala Kiwe, dirige una carta de nueve páginas al comandante del bloque occidental Jacobo Arenas del Estado Mayor Central de las disidencias de las FARC, alias Andrés Patiño. Esta carta, tejida con el dolor y la esperanza de un pueblo que se niega a ser silenciado, es un testimonio de resistencia y dignidad en medio de la adversidad.
En cada página de esta extensa misiva, se relata la historia de un pueblo marcado por la violencia y el despojo. Se habla de líderes indígenas asesinados, de comunidades enteras desplazadas, de niños reclutados a la fuerza para luchar en una guerra que no es la suya. Se denuncian los crímenes atroces cometidos por el grupo armado ilegal en la región, desde asesinatos selectivos hasta ataques indiscriminados contra la población civil. Cada palabra es un testimonio de dolor y resistencia, pero también de esperanza y determinación.
La carta no solo denuncia los crímenes y violaciones de derechos humanos cometidos por el grupo armado ilegal en el departamento, sino que también cuestiona su compromiso real con la paz y la comunidad indígena. Se plantean interrogantes sobre la sinceridad y la voluntad de negociación del Estado Mayor Central, señalando contradicciones y ambigüedades en su discurso y sus acciones. La participación en actividades ilegales y el incumplimiento de los compromisos adquiridos ponen en duda la seriedad y la credibilidad de la organización insurgente en el proceso de paz.
Pero más allá de las denuncias y los cuestionamientos, la carta es un llamado a la acción y la solidaridad. Es un recordatorio de que la paz no puede construirse sobre la impunidad y la violencia, sino sobre el diálogo, la inclusión y el reconocimiento de los derechos de todas las personas y comunidades afectadas por el conflicto. Es necesario avanzar hacia una paz integral que aborde las causas profundas del conflicto y promueva la convivencia pacífica y la prosperidad para todos.
La asociación destaca la importancia de defender los territorios indígenas y exigir el respeto a la autonomía y la autodeterminación de las comunidades. Denuncia la presencia y las acciones del grupo armado ilegal en estas zonas, que vulneran los derechos territoriales y culturales de los pueblos indígenas. La protección de la tierra y los recursos naturales es esencial para la supervivencia y el bienestar de las comunidades, y cualquier amenaza o agresión contra estos territorios debe ser enfrentada con determinación y firmeza.
Además, la carta es un llamado a la comunidad internacional y a los organismos de derechos humanos para que apoyen y acompañen los esfuerzos de las comunidades indígenas en su lucha por la justicia y la paz. La solidaridad y la colaboración son fundamentales para enfrentar los desafíos y obstáculos que enfrentan las comunidades en su búsqueda de dignidad y derechos.
En esta carta franca y directa, también líderes indígenas del Cauca cuestionaron el rumbo y las acciones de las disidencias, planteando dudas sobre la verdadera naturaleza de su lucha. En un llamado sincero, expresaron su desconcierto ante la falta de claridad en los objetivos de esta organización, contrastando las acciones violentas con el legado proclamado de Manuel Marulanda y Jacobo Arenas.
Las cifras presentadas son estremecedoras: en solo cuatro años, se han registrado 374 asesinatos, 42 ataques explosivos, 214 hostigamientos a viviendas y escuelas, 225 amenazas individuales y 112 indiscriminadas, además del reclutamiento de 785 menores de edad y 25 desapariciones forzadas. Un total de 1.777 acciones violentas contra las comunidades nasa del norte del Cauca, cifras que generan alarma y preocupación.
Mientras tanto, señalaron que los enfrentamientos con las fuerzas estatales representan una fracción mínima de estas cifras, lo que plantea interrogantes sobre el verdadero objetivo de las disidencias. Criticaron la participación del Estado Mayor Central en el proceso de paz, denunciando intereses oscuros que van en contra de los principios de una verdadera reconciliación.
La carta también destacó la falta de protección para la población civil durante los ceses al fuego, evidenciando la necesidad de un compromiso real con la seguridad y el bienestar de las comunidades. Además, desmintieron las acusaciones de nexos con el ELN, calificándolas como intentos de desviar la atención de los verdaderos problemas.
En un tono de advertencia, exigieron respuestas claras y acciones concretas por parte de las disidencias. Como autoridades ancestrales en el territorio, esperan ser escuchados y considerados en la búsqueda de soluciones que realmente beneficien a las comunidades. La incertidumbre y la preocupación son palpables, pero también la determinación de defender su tierra y su gente.
En resumen, la carta de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca es un poderoso testimonio de resistencia y esperanza en medio de la adversidad. Es un llamado a la acción y la solidaridad en defensa de la vida, la dignidad y los derechos de las comunidades indígenas y de todas las personas afectadas por el conflicto. Es un recordatorio de que la paz es posible, pero requiere el compromiso y la voluntad de todos los actores involucrados. Es un grito de justicia en un mundo marcado por la injusticia y la desigualdad, y una luz de esperanza en la oscuridad del conflicto y la violencia.
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