Por: Jeimy Paola Medina Barón, Dinamizadora de la Caja de Herramientas “Se Juega la Vida”
En la región occidental de Colombia, donde la inmensidad del océano Pacífico se mezcla con la esencia de la cultura afrodescendiente, se encuentra el pintoresco municipio de Mosquera, Nariño. Este rincón geográfico, a menudo pasado por alto por los turistas, ha emergido como un faro de resiliencia y esperanza a pesar de los retos impuestos por la violencia, la pobreza y la debilidad institucional que han plagado su historia. En mi reciente experiencia como dinamizadora de la Caja de Herramientas "Se Juega la Vida" en el marco de la Escuela Radial para la Paz en Mosquera, Nariño, me sumergí en un viaje enriquecedor que superó con creces los confines de la educación convencional y que dejó una profunda impresión en mi mente y corazón.
El taller se basó en la metodología de la cartografía social, una poderosa herramienta cualitativa que nos permitió explorar el territorio desde una perspectiva humana y cultural. Fue un momento de profunda reflexión cuando, en medio de la brisa salina y la aparente serenidad de Mosquera, los participantes, incluyendo docentes, estudiantes y miembros de la comunidad, marcaron en un mapa los lugares que consideraban seguros. La tensión en el ambiente se hizo palpable, ya que la historia de esta región ha dejado una profunda huella en la percepción de seguridad.
La percepción de seguridad es un concepto complejo, especialmente en lugares marcados por décadas de violencia y conflicto. En Mosquera la seguridad estatal a menudo ha sido esquiva, lo que hace que la idea de "lugar seguro" adquiera un significado aún más profundo. Este ejercicio nos llevó a reflexionar sobre un tema fundamental: ¿cómo podemos, en un rincón del mundo donde la hostilidad parece prevalecer y la seguridad estatal no siempre es garantía, convertirnos en faros de esperanza y refugios para nuestros estudiantes, colegas, vecinos, parejas, hijos y amigos? La respuesta se reveló con claridad: podemos.
Ser un "lugar seguro" en este contexto va más allá de la mera ausencia de peligro físico. Implica proporcionar espacios donde las personas se sientan escuchadas, valoradas, respetadas y apoyadas. Si bien la seguridad estatal tiene su relevancia, es insuficiente para satisfacer las necesidades emocionales y sociales de quienes habitan este rincón de esperanza.
En un mundo a menudo frío y hostil, estamos en una posición única para brindar apoyo emocional, comprensión y calidez. Esta labor va más allá del simple acto de bondad; constituye un servicio esencial tanto para la comunidad como para la sociedad en su totalidad. Como docentes, estudiantes y miembros activos de la comunidad en Mosquera, tenemos el poder de moldear el futuro. No solo contribuimos a la educación académica, sino que participamos activamente en la formación de individuos resistentes, empáticos y preparados para contribuir a la construcción de una sociedad más segura y cohesionada.
Mosquera, Nariño, este rincón mágico y lleno de esperanza, nos ha enseñado que la percepción de seguridad puede variar ampliamente según las circunstancias y las vivencias individuales. Sin embargo, también nos ha recordado que el compromiso de proporcionar espacios donde las personas se sientan escuchadas, valoradas, respetadas y apoyadas supera las circunstancias.
En un mundo inseguro, tenemos la oportunidad de ofrecer un regalo invaluable: la certeza de que, juntos podemos crear un espacio donde las personas se sientan protegidas, queridas y apoyadas. Cada día podemos elegir ser refugios de esperanza y lugares seguros, y en esta elección encontramos la fortaleza y el propósito para construir un mundo mejor, incluso en medio de la incertidumbre.
Agradezco sinceramente a nuestro equipo de Pares, Carlos Eduardo Guevara Patiño, Laura Kamila Cruz Rondón e Igor Eduardo de Carvalho Parma, por ser compañeros en este viaje lleno de aprendizaje y descubrimiento. También expreso mi profundo agradecimiento a las amables personas del municipio de Mosquera por su hospitalidad y cariño, ya que fueron nuestro refugio en un lugar que antes del taller nos resultaba desconocido.
Mantengo mi compromiso inquebrantable de apoyar el sueño de los habitantes de Mosquera de poner este lugar precioso y lleno de magia en el mapa, reconociendo su belleza y resiliencia ante el mundo. En Mosquera, Nariño, encontré una comunidad que nos brindó su hospitalidad y cariño, y en nuestros corazones se han quedado grabadas las huellas de este rincón mágico y lleno de esperanza, a menudo olvidado por los turistas.
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