Por: Redacción Pares
Fotos tomadas de: el Nuevo Siglo y El País
En el año 2005 Juan Manuel Santos quería hacer una pausa en la política. Su vena de periodista brotaba y consideraba que ya estaba bueno de servicio público. Pero apareció Álvaro Uribe tocando su puerta. La abrió. Le confió estar a cargo del ministerio de Defensa. A lo largo de la historia éste ha sido una cartera clave, pero en los años de la Seguridad Democrática este era el eje del gobierno. Las Fuerzas Armadas venían de una serie de reveses en los años noventa que se reflejó en las sangrientas tomas de Mitú o la de la base militar de las Delicias. En el año 2002 había 1.511 personas secuestradas en el país. Los diálogos de paz de San Vicente del Caguán, promovidos por el presidente Andrés Pastrana, no sólo habían sido un fracaso sino que ayudaron a fortalecer a las FARC. Se estima que por esa época esta guerrilla tenía una fuerza de combate que oscilaba entre 15 y 18 mil hombres. Una de las tareas emprendidas por el gobierno de Álvaro Uribe era minar las fuerzas guerrilleras y recuperar el país sin importar el costo de vidas o la sangre que tuviera que correr.
Santos reemplazaría a Camilo Ospina en la cartera. Una de las primeras cosas que hizo, poco después de ser notificado por el presidente Uribe, fue viajar a Londres. Allí se entrevistó con su viejo amigo Tony Blair, entonces primer ministro del Reino Unido. La amistad se profundizó mientras ambos escribieron un libro llamado La tercera vía. Blair le dio varios consejos de su propia experiencia. Si en algo fallaba el ejército colombiano en su guerra con las FARC y contra los grandes capos de la droga, era en la inteligencia. Se podía ver con datos como antes de que cada operación los delincuentes sabían de las redadas, de las emboscadas. El ejército estaba lleno de espías, de oficiales que trabajaban a sueldo para mafiosos y comandantes guerrilleros. Así que Santos empezó a depurar las tropas.
No le llevó mucho tiempo descubrir, por ejemplo, que había un grupo de inteligencia llamado Cancerbero, que estaba completamente sobornado por grupos ilegales. Poco a poco empezaron a verse los resultados. Las FARC recibió golpes demoledores que los obligaron a replegarse, a perder el territorio que ellos creían ganados. También los carteles de la droga. Gracias a una operación de inteligencia cayeron capos durísimos como Diego León Montoya Sánchez, mejor conocido como Don Diego, quien llegó a manejar en su momento el 70% de la cocaína colombiana que llegaba a los Estados Unidos y que estuvo involucrado en el asesinato de, al menos, 1.500 personas. Pero, no sólo la inteligencia fue un elemento clave para ganarle el pulso a la guerrilla. La política de respeto a los Derechos Humanos fue uno de sus aportes como Ministro de Defensa.
En el año 2006 se medía el éxito de la guerra con los grupos insurgentes por litros de sangre. Las bajas era el indicador de éxito total. Fue una política promovida por el propio presidente Uribe quien quería mostrarle al país que la guerra se estaba ganando sin importarle el método.
Los rumores de que las Fuerzas Armadas remataban a los guerrilleros y que, incluso, hacían pasar a civiles como miembros de la guerrilla, circulaban en los batallones. Juan Manuel Santos se enteró y designó al general Carlos Suárez para que elaborara el informe que terminaría mostrando la verdad sobre los mal llamados Falsos Positivos. Esta humanización de la guerra le quitó un argumento de peso a los comandantes de las FARC quienes intentaban subirle la moral a la guerrillerada mostrando la crueldad, la sevicia con la que actuaban las fuerzas del orden. Astuto, acercó a sus tropas incluso a los familiares de los guerrilleros y fueron un factor determinante para que aumentara la deserción en sus filas.
Aunque dentro del mismo uribismo han señalado a Santos de estar involucrado en el asesinato de civiles que hicieron pasar como guerrilleros, está claro que, todo lo contrario, esto terminó alejando aún más a Santos del entonces presidente Uribe quien, después de perder la posibilidad de jugarse la carta a la presidencia del 2010 con Andrés Felipe Arias, aceptó apoyar a Santos a sabiendas de que la brecha entre los dos se convertía ya en un abismo.
A sus 71 años Juan Manuel Santos ya ve estos años con la tranquilidad que da la distancia. Además, es capaz de hacer una autocrítica sobre la manera como en su momento abordó la guerra contra las drogas. Como Ministro de Defensa y en sus primeros años como presidente ordenó la fumigación de cultivos ilicitos, con datos se dio cuenta que las plantas de coca volvían a ser sembradas a los pocos meses y que las únicas víctimas de esto eran los campesinos que pagaban con su salud el respirar ese veneno.
Juan Manuel Santos fue uno de los líderes que estuvieron en el encuentro Reconstruyendo estados de Bienestar en Las Américas, organizado, entre otros por Open Society y la Fundación Paz y Reconciliación.
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