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La paz empieza por el Cauca

Por: Walter Aldana

Político Social Alternativo

Con el nombre de esta columna, señaló el presidente del Congreso, Roy Barreras, el esfuerzo de diálogo iniciado en este gobierno con sectores indígena, afro, campesinos, institucionales y de representatividad política, en el norte del Cauca.


Y la primera sorpresa que uno se lleva está en relación al uso de la tierra en litigio entre la Asociación de Cabildos del Norte del Cauca (ACIN) y los ingenios cañeros. Es la famosa discusión en relación a los medios de producción, ya que a los azucareros solo les interesa la caña y sus derivados, no la propiedad, solo quieren usufructuar la tierra y, cuando este empiece a tener dificultades en el rendimiento o baja productividad, alzarse con sus gigantescos camiones recolectores e irse, dejando atrás la tierra infértil, como hicieron muchas empresas en el norte del Cauca cuando expiró la Ley Páez.


Ahí está la diferencia en la relación que establecen los productores de azúcar con la tierra versus las cosmovisiones que las organizaciones sociales tienen del territorio: los ingenieros exprimen los nutrientes de la tierra para acceder a la caña y transformarla en etanol; mientras que para el comunero, el afro y el campesino la tierra es un pedazo de terrón que, sumado a la autoridad, la salud, la educación, al medio ambiente, a la producción, la cultura, la autonomía y el reconocimiento, termina convirtiéndose en un gran territorio, en la vida misma, en el consejo comunitario afro, el resguardo, la zona de reserva campesina, el espacio agroalimentario, el territorio interétnico e intercultural, en la madre tierra.


Esta tierra ha sido territorio ancestral de los afro e indígenas, pero el arrendamiento por años a los ingenios azucareros ha generado confusión y conflicto. Es por esto que se debe dar un debate alrededor de este territorio en dos dimensiones: acceso y propiedad, tanto para el afro como para el indígena y el campesino, discutir acerca de la prohibición de los cultivos de uso ilícito, solicitando regular su producción mientras se acuerda multilateralmente su legalización.


Hay que hablar de crédito blando, siembra, producción para garantizar la seguridad alimentaria. Ya lo dijo el presidente, hay que "producir para repartir", en la tulpa, la terraza o la huerta (tres bellos nombres para señalar el espacio físico en el que las familias y las comunidades siembran sueños y cosechan al final verduras y frutas), para reforzar el valor nutricional y mantener las defensas altas. Así se ve la integralidad de visiones diversas pero confluentes en reconocer y fomentar la vida, no el dinero; ahí la diferencia con el modelo capitalista arrasador.


Me preocupa la metodología utilizada reiteradamente para buscar solución al inconveniente de la tierra en el norte del Cauca: comisiones del Gobierno Nacional de diversas entidades y vocerías sociales por sectores poblacionales (precedidas de enfrentamientos, incluso físicos, en este caso entre afros e indígenas). Pareciera que la confianza estuviese rota entre todos. Considero que el gobierno debe primero hablar con cada proceso organizativo que funge como actor para que, al visibilizar los resultados de su intervención, estos sean positivos.


Definitivamente sí es cierto...en el Cauca inicia la construcción de paz.


 

*Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad de la persona que ha sido su autora y no necesariamente representan la posición de la Fundación Paz & Reconciliación al respecto.

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