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La opinión de los poemas

Foto del escritor: Guillermo LineroGuillermo Linero

Por: Guillermo Linero


Escritor, pintor, escultor y abogado de la Universidad Sergio Arboleda.

En comunión con el mes de diciembre y con el cierre de las actividades del año, en esta ocasión he reemplazado mis opiniones “coyunturales” con dos opiniones, o mejor, con dos poemas; porque a mi juicio, entre las distintas formas de la creación artística, son los poemas la vía más expedita para opinar sobre la realidad y para decirla con inocultable verdad. Esto es así, porque toda poesía tiene como función vital el ejercicio de la crítica social: la crítica al poder y a los modos y maneras de su tiempo.

De tal suerte, sin que estén adscritos al ismo expresionista, los poetas no pueden escaparse de esa postura examinadora; pero, además, como ningún otro opinador (filósofo, sociólogo, historiador…) los poetas tienen la gracia de ejercer esa crítica con recursos de seducción ennoblecedora: con el esplendor de la belleza, si miramos los poemas desde el punto de vista formal, desde su estructura plástica; y con el cuidado de sus pensamientos, si la medimos por la agudeza cognitiva plegada al discurso poético.

En una decisión nada baladí, escogí dos poemas cuyos autores –Juan Manuel Roca y Fernando Linero– están fuertemente ligados a mis afectos. Pero lo hice en consideración a que a Juan Manuel le fue entregado este año el Premio “Vida y Obra 2021”, que otorga la Secretaría de Cultura, Recreación y Turismo de Bogotá; y a mi hermano Fernando, el Premio Tayrona a la Excelencia que da la Fundación Cultural Kashindukua a celebridades del arte y la cultura en el departamento del Magdalena y en la región Caribe. Y los escogí, desde luego, porque son buenos poetas. Ambos representan momentos distintos de la reciente historia literaria nuestra, y ambos son representantes indiscutibles de sus momentos generacionales.

De Juan Manuel Roca he dicho, en diversos espacios de la cultura y del arte y lo he escrito en distintas publicaciones, que es el poeta colombiano más importante del siglo XX y de lo que va de este siglo XXI. Y he dicho que ello se debe no a los reconocimientos locales, que los ha recibido todos, sino por el efecto que sus textos han producido en el resto de países de habla hispana. No hay ningún otro poeta colombiano que -ni siquiera usando las argucias de la diplomacia o del timo político- haya sido leído con tanto interés en los demás países de habla española.

Juan Manuel, a propósito de opiniones y quizás por ejercer un anarquismo “sin proclamas ni manifiestos”, hace de sus versiones poéticas de la realidad, precisos y críticos retratos de nuestra época.

En el caso de Fernando, sus textos condicionan la mirada a un espacio donde la función social del poema descuentan esas posturas expresamente críticas y las reemplaza por otras –también de claro corte expresionista- dadas al pesimismo existencial; pero, no a cualquier pesimismo, sino a uno domado por las ganas de vivir y por la capacidad de subvertir desde las sutilezas de la palabra.

Los poemas de Fernando convierten extrañamente lo triste en nostálgicas venturas; y los de Juan Manuel -fieles a una postura crítica que no da treguas, y haciendo uso de su maestría en la construcción de imágenes de alta poesía- desplazan la inercia y posesionan lo ingrávido. Sus poemas lo expresan mejor:

LOS NIÑOS DE ACRACIA

Juan Manuel Roca (Medellín, 1946)

Los niños son anarquistas

que huyen del presidio escolar

cuando suena la campana.

Los adultos lo advierten

y entre tibias caricias

deciden enjaularlos

en corrales de nácar.

Los he visto irrumpir

en el velorio de la abuela,

ruidosos y acezantes

tras aros de hielo

y caballos de madera.

Los niños son anarquistas

sin proclamas ni manifiestos,

fundadores de pueblos

y amigos imaginarios.

Si se fija bien, maestro,

antes que Artaud

y otros impacientes

borraron linderos

entre el sueño y la vigilia.

Si se fija bien, prefecto,

antes que Carroll

ellos visitaron

otro lado del espejo.

Si se fija bien, alarife,

los niños anarquistas

pintan una escalera,

suben por ella a tropezones

y una vez arriba

borran uno tras otro

los peldaños.

Si se fija bien, palafrenero,

son desbocados

jinetes sin caballo.

EL PANADERO Y YO

Fernando Linero (Santa Marta, 1957)

Lo mío es tan importante como lo del panadero que tiene el sagrado compromiso de elaborar el primer alimento del día. Lo que yo produzco es tan real, tan nutricio, como un pan. Lo del panadero es tan importante como lo mío. Hacer un pan no es menos misterioso que hacer un poema. Cada día tiene para su pan de cada día una fórmula distinta que el panadero debe descubrir en el color del alba.

Lo mío es tan importante como lo del panadero, tan nutricio, tan real.



*Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad de la persona que ha sido su autora y no necesariamente representan la posición de la Fundación Paz & Reconciliación al respecto.



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