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La obsesión del narcotraficante Gonzalo Rodríguez Gacha que casi destruye a Millonarios

Por: Redacción Pares




Le decían el Mexicano. Tenía una finca en Pacho, Cundinamarca, que se llamaba Chihuahua. Si, estaba obsesionado con cuatro cosas, con México, con sus caballos, con el dinero y con el fútbol. No pensaba en otra cosa. Era el máximo accionista de Millonarios. En realidad esto es un eufemismo, Gacha era el dueño y señor de Millonarios. En 1982 lo compró. El club tenía una deuda de 250 millones de pesos que eran una fortuna en esa época.  Recomendó a los ganaderos Elmer Tamayo y Guillermo Gómez Melgarejo. Parecía que los años maravillosos de Millonarios habían pasado para siempre. En la década del cincuenta fue considerado el mejor equipo del mundo. Aprovechando la huelga de futbolistas en Argentina se trajeron los cracks más reputados, Pedernera, Rossi, Di Stéfano, Báez. Arrasaron con titulos consecutivos en el torneo local y le ganaron en el estadio Chamartín al Real Madrid 4-2. Eran imbatibles. Pero en 1982 el equipo estaba reventado. La inyección económica que le dio el capo del cartel de Medellín lo potenció pero lo terminaría casi que destruyendo.

 

En 1983 llegaron las siguientes figuras: Juan Gilberto Funes, José Daniel Van Tuyne, Marcelo Trobbiani, Vivalda, Vanemerakm todos estos con los pergaminos suficientes para ser convocados a la selección argentina. El Mexicano le ofreció a cada jugador un salario de cincuenta mil dólares por mes más bonificaciones por gol que hicieran. En ese momento el Cartel de Medellín avanzaba en su misión de tomarse las instituciones. Pablo Escobar llegaba a la Cámara de Representantes y si no se interpone, con su vida, el ministro de justicia Rodrigo Lara Bonilla, el poder que tendría sería absoluto. Gacha se paseaba orondo e impune en su palco propio en el Campín, acompañado por sus gatilleros de confianza. Pero a los jugadores prefería verlos en la cancha de su propia finca, La Chihuahua.

 

Entre semana, después de cada entrenamiento, llegaban dos buses de la Flota Rionegro y de Expreso de Oriente para llevarse a los jugadores a Pacho, donde tenía la finca Gacha. Allí los recibía el Mexicano con sus pantalones cortos. Los esperaba junto con sus sicarios con los que armaba un equipo de fútbol. Allí hacían picaditos. El periodista Nicolás Samper, quien acaba de publicar un libro con el sello de Penguin Random House llamado El sueño del Tigre, donde cuenta la llegada del mítico jugador Radamel Falcao García, cuenta que uno de los invitados a la finca era Sergio Goycoechea, quien fue subcampeón con Argentina en el mundial de 1990. El tenía que dejarse hacer cuatro goles por partido ya que a su patrón no le gustaba parecer un tronco. Cuando terminaba los partidos lo invitaba a su oficina. Allí la figura rechoncha de Gacha quedaba borrada en su escritorio. Los fajos de dólares le cubrían su breve figura.

 

En el libro hay un capítulo que da terror. Se jugaban en la Copa Libertadores de 1989 los cuartos de final entre Millonarios y Nacional. El partido en Medellín quedó 1-0 a favor de los verdes. La vuelta fue en el Campín. Según revela Nicolás Samper en un palco estaba Rodríguez Gacha con sus gatilleros, en el otro había gente dura, y también enfierrada, que eran hinchas de Nacional. El árbitro Hernán Silva, chileno, pitó claramente en contra de Millos. Anuló dos goles a los azules y dejó de pitar un penal. Incluso el gol de Nacional, el de Tréllez, se hizo en fuera del lugar. El ambiente estaba espeso. Entre palcos empezaron a madrearse. Hubo amago de combate. Increíblemente se calmaron aunque desde la tribuna, con una moneda, golpearon el rostro de Tréllez, delantero del Nacional. Desde entonces empezó una rivalidad entre las dos hinchadas más grandes del país.

 

A Gacha lo mataron el 18 de diciembre de 1989 en una isla cercana a Cartagena. Lo había traicidonado su jefe de escoltas. Desde entonces Millonarios entró en el limbo.Como si una maldición lo persiguiera. Vino el descrédito. Decían que había comprado dos campeonatos. Se dijeron cosas terribles del técnico en ese momento, el Chiqui García. En los noventa empezó la sequía. El más ganandor de titulos del país fue desplazado por Nacional y América. Las grandes contrataciones no regresaron. En el año 2002 incluso Millonarios desapareció durante ocho horas. Pero su hinchada se puso la camiseta y siempre estuvo ahí, apoyándolo. Confiando. En el 2013 volverían a levantar un trofeo después de treinta años. Y las leyendas oscuras poco a poco quedaron atrás. Por eso es tan oportuno este libro de Nicolás Samper, que más que una historia sobre cómo Falcao se vistió de azul, es una historia sobre Millonarios, una pasión que no se calma con nada.

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