Por: Germán Valencia. Instituto de Estudios Políticos, Universidad de Antioquia. Columnista Pares.
El sistema capitalista tiende a convertir todo en mercancía. Así lo dijo el economista alemán Karl Marx hace 160 años. Nos decía que en este sistema económico, donde prima la lógica del mercado, hasta lo más bello y sublime, como un beso o la amistad, pueden convertirse en objeto de compra o venta. Hoy, si se tiene dinero, se puede adquirir todo: desde una manzana o un auto clásico hasta los bienes y servicios más insólitos de la internet, como una taza que se agita sola o una máscara de Chewbacca.
La lógica que se sigue es simple pero potente: todo deseo contará con un oferente dispuesto a saciar la necesidad. De allí que se pueda decir: dime qué quieres y te digo cuánto cuesta; este es el lema del sistema de mercado. Es un sistema económico donde, como diría Marx, la riqueza se presenta como “un inmenso cúmulo de mercancías”. De allí que todo gire en torno a cómo convertir bienes y servicios en artefactos para comprar o vender; a transformar todo en mercancías.
Tomar conciencia de esta situación haría que noticias como la cotización del agua en la bolsa de Nueva York fueran menos sorprendentes. Pero no es así; para la mayoría de los ciudadanos el hecho de que el agua aparezca en Wall Street es espeluznante. Es inconcebible que un bien público, esencial para la vida, se haya convertido en algo similar al petróleo o al oro. Resulta ilógico que ese servicio básico, que utilizamos todos los días para bañarnos, preparar los alimentos o evitar que los niños mueran de sed, ahora se esté convirtiendo en un bien que se cotiza en bolsa.
El reclamo que hace la ciudadanía es a que se respete el agua como el servicio público supremo. Que se diferencie de todos los demás bienes y servicios comercializables. La vida es imposible sin agua, estamos unidos a ella, no podemos vivir sin su presencia, es nuestro medio de sobrevivencia. De allí que el mundo entero se haya volcado, durante varias décadas a defender a este servicio como un derecho humano; lucha que tuvo sus resultados en 2010, cuando se consagró por la Organización de la Naciones Unidas −ONU− como derecho universal, y que hoy se piensa en riesgo ante tal noticia financiera.
Pero, a pesar de las críticas que pueden hacérsele a esta noticia con la que finaliza el 2020 y que conmocionó a la población mundial, la misma puede también tomarse como una buena oportunidad para hacer varias reflexiones y autocríticas. Y tal vez la principal es considerarla como un llamado que está realizando la economía a la humanidad. Nos está recordando la responsabilidad que tenemos de cuidar este recurso. Las industrias están contaminando con agrotóxicos y fertilizantes los acuíferos; se está deforestando los bosques y con ello la protección de los nacimientos de agua de manera acelerada; y hay una mala planificación del desarrollo, dándole a la explotación minera demasiada importancia, a pesar de sus consecuencias nefastas.
Esta situación de destrucción de las fuentes de agua ha puesto en alerta a la humanidad. En especial, los inversionistas, aquellos que usan este líquido como insumo en sus producciones. Saben que sus negocios están en riesgo. Los empresarios agrícolas, por ejemplo, ven como, cada vez más, deben traer agua a mayor distancia y de forma más costosa poniendo en peligro el futuro de sus inversiones. Incluso, prevén sequías que harán que sus actividades sean poco viables.
La vida es imposible sin agua, estamos unidos a ella, no podemos vivir sin su presencia, es nuestro medio de sobrevivencia. De allí que el mundo entero se haya volcado, durante varias décadas a defender a este servicio como un derecho humano; lucha que tuvo sus resultados en 2010, cuando se consagró por la Organización de la Naciones Unidas −ONU− como derecho universal, y que hoy se piensa en riesgo ante tal noticia financiera. Fotografía: Pares.
Ante esta situación la economía le ofrece a los inversionistas, entre otras formas de protección, recurrir a la bolsa y poderse blindar. Los mercados de derivados o de futuros son compras de bienes o servicios para consumir en el largo plazo. Los empresarios adquieren hoy en el mercado un contrato donde se les dice que en el mañana tienen derecho al uso de estos. En este sentido, los derivados se convierten en una herramienta potente para asegurar la existencia del recurso antes de que se pueda dar una posible escasez.
En este sentido, lo que se hizo con el agua en la bolsa de Nueva York fue, precisamente, prever la escasez del líquido. Los empresarios que compran derivados buscan proteger sus negocios, adquiriendo un derecho a ser compensados por la posibilidad de que en el futuro no puedan hacer uso del agua. Siguiendo con el ejemplo, el agricultor tiene interés de contar con este servicio y paga hoy para poder tener derecho al acceso en los años venideros.
Por eso, para la economía ortodoxa, ponerle precio al agua es dar señales de que algo anda mal. Debemos recibir la cotización en bolsa como una señal de la economía. Un mensaje claro de que si no cuidamos el recurso hoy, mañana será muy costoso y difícil de conseguir. Y como hay muchos interesados en este fundamental servicio, dispuestos a pagar por él, debemos cuidar con especial interés este bien escaso y común. La solicitud es que debemos unirnos todos para que en el futuro no falte el agua. Y podamos ejercer plenamente el derecho que tenemos a su acceso y uso, a disfrutar del mínimo vital de agua que tan duro nos ha costado conseguir.
En Colombia, el interés por el cuidado del agua está concentrado hoy, en buena parte, en las comunidades organizadas; estas se presentan como la opción que tienen los sistemas de acueductos comunitarios, asociativos y colectivos para sobrevivir y protegerse. Son más de 15 mil los acueductos comunitarios que están dispersos por la geografía nacional; y el sistema jurídico viene avanzado, aunque muy lentamente, en reconocerles su importante papel en el cuidado del agua. Y en este escenario de cotización del agua en bolsa, las comunidades podrían ver cómo ese recurso común se puede convertir en un gran activo colectivo: las comunidades podrían vender los excedentes a la industria en un futuro y utilizar estos dineros para el autosostenimiento de los mismo sistemas.
Así, lo que pasó en el mercado de valores norteamericano debe servir de aviso de la economía a que todos los habitantes del planeta debemos hacer un uso más eficiente del agua. Lo que se está adquiriendo en bolsa es un derecho al uso futuro del líquido. El llamado lo hace California, uno de los territorios que mayores problemas tiene con este servicio debido a las sequías que sufre y que su economía depende en buena parte de este recurso. Además, desde una población que está habituada a transar en bolsa muchos de sus problemas, como lo hace desde 2018 con el Nasdaq Veles California Water Index -NQH2O-.
En conclusión, el uso del mecanismo financiero de futuros puede generar una situación perversa (primero, por los probables conflictos colectivos que se presentarán por el acceso al agua, y segundo, por generar el riesgo de convertirse en una burbuja especulativa con un bien público esencial), es una excelente señal de alerta que hace la economía sobre el riesgo en que está el agua en el planeta. Fotografía: Pares.
La cotización del líquido en bolsa ofrece una buena ocasión para repensar el uso que le estamos dando, sobre todo en el territorio en donde, con mayor celeridad, estamos destruyendo los ríos, páramos y acuíferos. Donde se avanza con lentitud en entregar derechos a las comunidades para la protección de este importante bien colectivo; y donde buena parte de la población, a pesar de tener derecho al agua, no cuenta hoy con acceso al recurso: caso Alta Guajira, los Montes de María o Vigía del Fuerte (en Antioquia).
Quiero finalizar esta columna, la cual será la última de este año, deseándoles que pasen una feliz navidad.
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