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  • Foto del escritorLínea paz, posconflicto y derechos humanos

La lucha ancestral por la tierra en el Norte del Cauca

Por: Jairo Alexander Castaño, investigador regional. Oficina Regional Pares-Pacífico.


En el Norte del Cauca se encuentran de frente dos visiones del desarrollo económico: por un lado, la de los grandes capitalistas agroindustriales representada principalmente en Pro-Caña, Asocaña y la Cámara de Comercio del Cauca; y por el otro lado, las familias de pequeños productores agropecuarios indígenas, afros y blanco-mestizos representados por organizaciones como la ACIN, Fensuagro y ACONC.


En las últimas semanas, se vienen presentado una serie de hechos violentos en la región que involucran al sector azucarero, las comunidades campesinas negras y principalmente el movimiento indígena en ejercicio de liberación de la tierra. En un reciente comunicado la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca (ACIN) hizo la siguiente denuncia:


“Siendo las 9:30 am la comunidad en ejercicio de pastoreo encontró 30 vacas envenenadas por personal de la seguridad privada del ingenio INCAUCA, de las cuales hasta la fecha han muerto 16, por un valor cuantificable de aproximadamente $40´000.000; causándose una gran pérdida en el sustento y la seguridad alimentaria de las familias. Hecho que fue debidamente denunciado ante las autoridades competentes con el fin de realizar la investigación pertinente y den con los responsables de los hechos”


Buen Vivir y el proceso de Liberación de la Madre Tierra


El pueblo indígena Nasa es mundialmente reconocido por llevar a cabo una lucha en la defensa de otros modelos de economía, sociedad y vida. Se trata de la perspectiva del buen vivir, o en palabras de las y los propios Nasa de la “vida sabrosa y armoniosa”, la cual se opone a la lógica del extractivismo y el productivismo capitalista.

El principal conflicto en esta región del país es la lucha de clases por la tierra: especialmente frente a latifundistas cañeros, ganaderos, madereros y cafeteros que concentran las tierras más productivas del Cauca y que no permiten su liberación por parte de los indígenas Nasa. Foto: CRIC

El “Buen vivir” se plantea en un contexto en el que históricamente han existido grandes inversiones del capital agro-exportador y por lo menos otras tres categorías de auto-identidad campesina de los agricultores familiares con sus propias territorialidades.


Como era de esperar, el principal conflicto en esta región del país es la lucha de clases por la tierra: especialmente frente a latifundistas cañeros, ganaderos, madereros y cafeteros que concentran las tierras más productivas del Cauca y que no permiten su liberación por parte de los indígenas Nasa.


La liberación, es un ritual cultural Nasa que lleva el acto de recuperar la tierra más allá del factor productivo y lo pone en el terreno de la ontología política: se trata de liberar la tierra en el sentido de la super-explotación, el uso de agro tóxicos, la sobre explotación de recursos hídricos, entre otras prácticas predatorias. La liberación se realiza mediante la ocupación de predios para realizar rituales de cura (dejar descansar la tierra) y de siembra de comida.


Racismo de los terratenientes y empresarios regionales


Esta ontología y praxis política produce efectos desequilibrantes entre los empresarios y terratenientes nortecaucanos que no pueden entender por qué muchas de las tierras “invadidas” por los indígenas son utilizadas para sembrar cultivos de auto-consumo, criar pequeños animales y, en muchos casos, “dejarla enmontar” sin ponerla a producir intensivamente.


Es la clásica visión productivista del desarrollo económico que tilda de “irracional” una importante estrategia de conservación y recuperación ambiental de los agricultores familiares como lo es la tradicional práctica de dejar “enmontar” la tierra o dejarla en barbecho/descanso (según las categorías oficiales del Dane).


Tal es el caso de las élites terratenientes e industriales que en su sector más oligárquico se niegan a negociar con el Estado las tierras en conflicto con indígenas “liberadores de Uma Kiwe” y prefieren dejarlas improductivas porque a decir de ellos: “no se le vende ni un centímetro de tierra a los indios del Cauca”.


Un ejemplo de lo anterior es el caso de la dueña de la hacienda “La Emperatriz” ubicada en el municipio de Caloto, o el del empresario Ardila Lülle, el mayor industrial cañero en Colombia y dueño de la hacienda Miraflores en el municipio de Corinto.


Ambos tienen tierras en proceso de liberación por parte de los indígenas Nasa que exigen del Estado la titulación de estos predios de ocupación ancestral y como parte de acuerdos previos incumplidos (como el acuerdo de reparación por la masacre del Nilo).

Es importante abrir las distintas perspectivas del desarrollo económico rural desde las distintas lógicas o estilos de la agricultura familiar, lo que permite enfocarse estratégicamente en los agricultores Nasa y fortalecerlos en el sentido de su autonomía en la producción e inserción en distintos mercados y por su mayor capacidad de conquistar la “vida sabrosa”. Foto: Christian Ríos

Estas élites cuentan con el apoyo irrestricto de la mayor bancada en el Congreso Nacional, el ultraconservador partido Centro Democrático dirigido por un expresidente latifundista con múltiples investigaciones. Igualmente, en el terreno ideológico, cuentan con el trabajo de algunos columnistas de opinión en Cali que representan claramente los intereses de la extrema derecha racista caucana y del Valle.


La economía indígena: los “artistas de la agricultura”


En estos territorios indígenas la mayoría de familias obtiene sus medios de vida principalmente –aunque no exclusivamente- de la producción agropecuaria en pequeñas parcelas de tierra (cada vez más pequeñas por la presión demográfica), utilizando para ello su fuerza de trabajo familiar.


Desde el punto de vista clásico sobre la economía campesina, para los Nasa, la agricultura familiar no capitalista es el componente estratégico en la generación de los equilibrios necesarios que garantizan la reproducción familiar (con un fuerte peso del auto-consumo) y de la unidad productiva o la finca (El Tul Nasa); y por otro lado, la reproducción de la comunidad y de la “madre tierra” (o “Uma Kiwe” en idioma Nasa Yuwe).


Es muy importante destacar aquí que los Nasa son reconocidos agricultores que han contribuido enormemente a la preservación de semillas tradicionales y por ende a la lucha por conquistar mayores niveles de soberanía alimentaria.


En un reciente informe sobre la situación alimentaria de los pueblos indígenas de Colombia elaborado por la FAO (2014) y el antiguo Departamento de la Prosperidad Social (DPS), se señala que los indígenas Nasa han recuperado distintas variedades de semillas de tubérculos, frutales, verduras, plantas y hiervas, y se muestra una extensa lista que incluye amaranto, arracacha, quinua (blanca, negra, azul y roja), chachafruto, guama, gulupa, pomarrosa, ciruela, distintas variedades de yuca, plátano, ullucos, papas, habichuelas, arvejas, maíz, 22 tipos de frijol, entre otras variedades más.


Esta impresionante recuperación se debe en buena medida al hecho que los agricultores familiares “mediante procesos locales de intercambio comunitario han logrado recuperar diferentes variedades nativas originarias de los ecosistemas americanos”, inclusive han recuperado variedades de plantas y árboles que habían sido descritas por los Cronistas de Indias y que estaban desaparecidas.