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La izquierda nunca ha estado en el poder

Por: Guillermo Linero

Escritor, pintor, escultor y abogado de la Universidad Sergio Arboleda


Llama la atención en el mapa geopolítico de nuestro hemisferio que la izquierda se ha tomado el centro y el sur del continente; pues los gobernantes de países como México, Honduras, Nicaragua, Cuba, Venezuela, Colombia, Perú, Bolivia, Chile, Argentina y ahora, en octubre, Brasil, dicen ser de izquierda; en contraposición a Panamá, Ecuador, Uruguay y Paraguay, que sin duda son restos de la derecha.

Con todo, a la par se escucha decir que la izquierda ha gobernado mal o ha fracasado en el intento de hacerlo bien; cuando la verdad es que la izquierda nunca ha alcanzado el poder suficiente y en tal razón nunca ha logrado posesionarse como régimen en ningún hemisferio del mundo. No hemos merecido todavía el paraíso.

El rótulo “izquierda” fue utilizado por primera vez en el siglo XVIII para explicar el trasunto del republicanismo, un orden social sustentado en la justicia y la igualdad; es decir, en dos propósitos burbujas, pues nunca se han podido concrecionar. En respuesta a ello, el pensamiento de izquierda se ha conformado con la misión de despertar la conciencia en las poblaciones acerca de que debe darse espacio a la participación ciudadana, o lo que es lo mismo, ampliar el espectro de las opciones para acceder al poder.

Si no acceder al poder gubernamental, al menos hacerlo en las otras esferas existentes en toda sociedad organizada. Acceder al poder para hacer un buñuelo dignamente o acceder al poder para hacer un palacio. Acceder al poder para componer una cancioncilla popular folclórica, dando noticias de un entorno social y de cómo viven sus cercanos, o acceder al poder para elaborar una compleja reflexión filosófica que implique el reconocimiento de valoraciones subjetivas muy delicadas del ser y de su necesidad de convivencia social.

Pero, bueno, si la izquierda no ha gobernado, si la izquierda no se ha podido posesionar en sus principios y ser un régimen funcional, entonces ¿qué ha existido? Desde su inicio, en el siglo XVIII, lo único que ha gobernado a nombre de la izquierda, lo único que se ha aplicado con la intención de posesionar sus principios, son precisamente las llamadas izquierdas; es decir, las versiones ideologizadas y politizadas del sueño republicano del siglo XVIII.

En tal suerte, comenzaría a dársele el calificativo de izquierda al socialismo, que en calidad de fase previa al comunismo busca la redistribución de los medios de producción y la asignación democrática de los recursos, dos objetivos difíciles de alcanzar si consideramos que riñen con el capitalismo bajo el cual el socialismo indefectiblemente ha de ocurrir.

Se le ha denominado izquierda al comunismo, porque es un sistema social sin clases, con una forma de propiedad pública de los medios de producción y con la plena igualdad social de todos los miembros de la sociedad. Aun así, los propósitos del comunismo tampoco han pasado de ser “propósitos de burbuja”; y, como no sucede necesariamente en los gobiernos de izquierda, los regímenes comunistas son campeones en prácticas de injusticia social.

Se le ha denominado izquierda a la socialdemocracia, porque alude a la redistribución de la riqueza mediante un sistema fiscal progresivo; pero contrario a la esencia de la izquierda, aplaza la igualdad en una suerte de capitalismo púdico.

Se le ha denominado izquierda al laborismo, porque lucha a favor de la justicia social y las mejores condiciones salariales, pero lo hace siguiendo un modelo capitalista irrestricto de patronos y empleados. E igual se le ha denominado izquierda al socialismo del siglo XXI, cuyo nombre de avanzada no casa con su ortodoxia revolucionaria y marxista.

Y, entre otras izquierdas —ya no anarquistas como las del siglo XX— se le ha denominado así al progresismo, porque basado en el modelo político de los republicanos del siglo XVIII, ha expandido su abanico de causas políticas más allá de la justicia e igualdad, y más allá de los meros intereses económicos (de ahí la tesis del decrecimiento) y lo ha hecho al incluir preocupaciones por el desarrollo de las personas (feminismo, diversidad sexual y laicismo) y preocupaciones por el futuro ecológico del planeta (el calentamiento global y las políticas para un desarrollo sostenible). En el caso del progresismo del presidente Petro —que a mi juicio hace el mejor de los aportes— cabe resaltar el privilegio dado a la educación, al conocimiento, a las ciencias y a las artes, como bases fundamentales en todo desarrollo social.

Socialismo, comunismo, socialdemocracia, laborismo, socialismo del siglo XXI, progresismo; en fin, una sarta de izquierdas que todavía no han podido llevar a cabo cabalmente el proyecto de la izquierda originaria, como es el establecimiento normalizado de la igualdad y la justicia plenas. De hecho, desde que los fundamentos de la izquierda fueron explicados por los impulsores de la revolución francesa y del liberalismo clásico, estos todavía no han logrado ponerse en marcha; o al menos no en cuanto a su advertencia acerca de cómo las sociedades son desiguales e injustas en virtud de las “relaciones de poder” o en virtud de las “relaciones de producción”, como las llamó Marx; porque, llámense como se llamen, esas relaciones todavía no han cambiado.

*Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad de la persona que ha sido autora y no necesariamente representan la posición de la Fundación Paz & Reconciliación al respecto.

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