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La importancia de que Mancuso reconozca el holocausto paramilitar en la Universidad de Córdoba

Por: Redacción Pares


Foto tomada de: El Colombiano


El pasado jueves 3 de octubre, en el Coliseo Miguel “Happy” Lora de Montería, Salvatore Mancuso y Gustavo Petro intercambiaron sombreros volteados como señal de paz. Se acababa oficialmente una enemistad de décadas. Como comandante de las AUC Mancuso planeó asesinar al hoy presidente, mientras que este, desde el senado, fue uno de los pocos congresistas que lo señaló a la cara y denunció incluso a los “padres de la patria” que se habían dejado comprar por el aparato paramilitar. El acto, criticado por muchos de los que en su momento aplaudían a Mancuso cuando comandaba escuadrones para hacer masacres en veredas y municipios del país, sirvió para reparar a víctimas del paramilitarismo a la que les entregaron 8.000 hectáreas. Además quedó visto que después de un conflicto como el que hemos vivido siempre va a ser más importante la verdad antes que la justicia.

 

Entre los puntos interesantes que dejó este encuentro fue el reconocimiento, por parte de Mancuso, de que en la universidad de Córdoba, durante ocho años, los paramilitares se tomaron la institución. Una de las frases qued ejó el ex comandante fue la siguiente: "La violencia no es el camino por eso señor presidente, señor gobernador , señora ministra y todos los presentes  les pido que me ayuden a saldar la deuda que tengo con la Universidad de Córdoba como sujeto de reparación colectiva”.

 

Este capítulo es uno de los que menos se sabe de la andanada paramilitar que sacudió al país. Es conocido que en lugares como la UFPS de Cúcuta las Autodefensas ejercieron presión e incluso desaparecieron y asesinaron a los estudiantes Gersón Gallardo y Edwin López. En la Universidad del Magdanela Jorge 40 asesinó a uno de sus más destacados profesores, el sociólogo Alfredo Correa de Andreis, pero lo que vivió la Universidad de Córdoba fue una pesadilla.

 

Las AUC llegaron pisando duro a esta institución, la más grande de Córdoba. En 1995 asesinaron al profesor Francisco Aguilar, quien ya venía advirtiendo lo que sucedería en la institución. Un año después al que balearon fue al educador Alberto Alzate Patiño y en 1998 al que la guadaña paramilitar cercenó fue al representante de los profesores Miguel Díaz Urzola. Su pecado fue el de insistir en que se hiciera una convocatoria de las elecciones de los representantes de los estudiantes.

 

Los paras querían quedarse con las universidades quien durante años habían sido en Colombia el centro del pensamiento crítico. Para su ´nueva fundación de la patria necesitaban quedarse con ellas, exterminar lo que para ellos era insurgencia. A Mancuso le correspondió dominar la universidad de Córdoba. Para eso convencieron, pistola en mesa, al rector Eduardo González Rada de que declinara su intención de reelegirse para el cargo en el año 2000.

 

Fue tal la influencia de Mancuso en la elección del rector ese año que cuando ganó Victor Hugo Hernández Pérez, quien siempre había sido cercano al lopismo liberal, la misma noche de su elección Mancuso lo abordó en su casa y le explicó que él había ganado “porque yo se lo permití”. Quedaba notificado que todos los nombramientos, los movimientos que hiciera en la Universidad tendría que consultarlos con él primero.

 

Hernández tenía miedo pero aún así nombró como vicerrector a Hugo Iguarán, a quien le había ganados las elecciones pero a quien le había prometido, en un pacto de caballeros, darle la vicerrectoría. Cumplió pero el mismo día en que lo nombraron en el cargo sicarios al mando de Mancuso lo acribillaron. En el año 2002 Hernández no aguantó la presión y salió del país renunciando a la universidad. Durante todos estos años ha sido acusado y señalado por varios paramilitares de haber estado detrás de la muerte de Iguarán.

 

Se hicieron unas nuevas elecciones en donde los paramilitares volverían a meter la mano duro para tener un aliado en la rectoría. La infuencia de los paras duraría hasta el año 2004. Fueron incontables los alumnos y profesores que tuvieron que irse al exilio, los que asesinaron y desaparecieron.

 

Cuando Mancuso reveló su promesa de que iba a reparar a las víctimas de la unviersidad, el actual rector de la institución, Jairo Torres Oviedo, tomó el micrófono y con ilusión afirmó lo siguiente: “Decirle al señor Mancuso que reparar institucionalmente a la Universidad de Córdoba significa fortalecer sus capacidades  en materia de infraestructura física y tecnológica para que la universidad  realice su política se regionalización”.

 

Ahora Mancuso tendrá que realizar la parte más difícil: convertir en obras sus palabras. Así la reconciliación será completa.

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