¿LA GUAJIRA ENCONTRARÁ UN OASIS EN MEDIO DEL INCLEMENTE DESIERTO?
- Lizeth Serrato Contreras.
- 24 jun
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Por: Lizeth Serrato Contreras

Durante la última década, La Guajira ha sido un foco para la transición energética en Colombia. Su ubicación estratégica, sus condiciones climáticas y el susurrante viento que la acaricia la convierten en una de las zonas con mayor potencial eólico del país, capaz de generar un porcentaje importante de la energía renovable proyectada en los planes gubernamentales. Sin embargo, entre los anuncios y la ejecución, el territorio ha quedado atrapado en un vaivén inclemente: riqueza energética sin energía para la gente.
Mismo vaivén que tienen las empresas del sector renovable como Enel y Celsia quienes han cancelado o vendido sus participaciones en proyectos eólicos en La Guajira a causa de demoras en licencias ambientales, conflictos sociales, culturales y ancestrales no resueltos con comunidades Wayuu, cambios en las condiciones regulatorias y la falta de infraestructura para conectar la energía generada a la imponente red nacional. ¿Qué queda de todo esto? una pérdida de credibilidad frente al compromiso del país con las energías limpias tan grande como los mismos aerogeneradores. La retirada de estas compañías refleja las debilidades estructurales que enfrenta el modelo energético colombiano cuando quiere pasar del papel, la firma y la foto a la ejecución en el territorio.
Frente a la salida de actores privados, el Estado —a través de Ecopetrol— ha asumido un rol más activo. En mayo de 2025, la empresa anunció la compra de nueve proyectos renovables a la noruega Statkraft, incluyendo varios en La Guajira, que en conjunto, representan una capacidad instalada proyectada de más de 2 GW, aunque la mayoría aún está en fases preliminares.
Este escenario plasma una voluntad política de mantener viva la promesa renovable de la región y la clara intención del Ministerio de Minas y Energía en darle una esperanza a este olvidado territorio, una esperanza que funcione con el viento y posiblemente con el sol. Sin embargo, se hace clave hacer preguntas sobre la capacidad del Estado para gestionar estos proyectos con eficacia, de manera asertiva y sin llevarse a los Wayuu por delante, o imponiendo algo.
Esta semana se llevó a cabo en La Guajira Una mesa de trabajo con Ministerio de Minas y Energías, Ministerio del Interior y Ministerio de Ambiente, Agencia Nacional de Licencias Ambientales (ANLA), la Comisión de Regulación de Energía y Gas (CREG), la Unidad de Planeación Minero-Energética (UPME) la Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH) ISA y Ecopetrol, una mesa que seguramente se acercaba más al tecnicismo que algo Wayuunaiki. Aunque hay que analizar el papel de Ecopetrol, quienes tradicionalmente han apostado por el petróleo y el gas, hoy buscan enfrentar el reto de liderar una transición justa, equitativa y sostenible ¿de verdugo a redentor?
Sobre la mesa se puso el destrabe de 20 proyectos solares y eólicos en el departamento, pero si se busca con ellos hay cosas a tener claras: acelerar la infraestructura, ofrecer reglas claras y estables a los inversionistas y asegurar procesos participativos con las comunidades indígenas, especialmente esta última.
La Guajira es un titán energético, y por donde se vea hay un potencial bestial de fuentes renovables que la volvería la capital verde de Colombia, a pesar de estar bañada de arena. Pero si los errores del pasado siguen siendo fantasmas que no se corrigen ni se ahuyentan, esta tierra besada por el sol corre el riesgo de convertirse en un símbolo más de lo que algún día pudo ser y nunca fue.
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