Por: Germán Valencia
Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia
En 2023, el Banco de la República está cumpliendo sus primeros 100 años de vida. Y los celebra, en un momento muy difícil para la economía mundial y nacional. Un período en el que viene implementando una política monetaria contractiva –subiendo las tasas de interés para controlar el nivel de precios del país–.
Medida que, a pesar de lo resultados positivos en materia inflacionaria, está teniendo consecuencias dañinas para el maltrecho cuerpo económico; como lo es la caída en la ventas de las empresas para el mercado interno o para el mercado en general –para el primer semestre de este año, comparado con el año anterior, las ventas internas cayeron en un 4,5% y la general en 3,4%–.
Desde hace dos años, al centenario banco central le está tocando enfrentar los coletazos económicos de la pandemia. Esa extraña enfermedad sistémica que, a pesar del reducido tamaño de los seres que la componen, logró encerrar a la gente y cambiar las formas de realizar los intercambios económicos. Una afectación de la salud pública que obligó a los tomadores de decisiones a paralizar la economía mundial (Ver: Un enfoque sistémico para la Covid-19).
La pandemia destruyó millones de puestos de trabajo y mandó a buena parte de la población a vivir de sus míseros ahorros, de la bondad de sus familiares y amigos, y, en especial, del apoyo del Estado. Un sector público que buscó brindar, en un momento de necesidad extrema, programas sociales y políticas públicas.
Altruismo público que, a pesar de calmar las hambres, vio cómo el período de pandemia se llevaba por delante décadas de avance en lucha contra la pobreza y la seguridad social. Un momento histórico en el que se empobreció aún más la población, aumentó la desigualdad y redujo el bienestar social.
Una pandemia que, además, provocó una caída en la producción mundial, que hoy la sienten, incluso, economías tan poderosas como Gran Bretaña y Alemania, y que han puesto a padecer las pequeñas economías latinoamericanas, cuyo crecimiento del PIB este año estará cercano a cero.
Una enfermedad mundial que subió la temperatura a los precios de los bienes y servicios y los elevó a niveles vistos solo hace cuatro o cinco décadas. En especial, a los productos agrícolas, que vieron cómo el alza en los fertilizantes generó una situación de estanflación. (Ver: Camino a la estanflación).
En breve, tenemos una economía enferma, un cuerpo económico nacional resentido que se enfrenta a una caída en la producción y en el comercio; con un nivel de inflación y una tasa de interés que supera los dos dígitos. Una enfermedad que nos afecta a todos y a la que los médicos que la atienden deben enfrentar con recetas cuidadosas e innovadoras.
Es en este ambiente en el que el Banco de la República cumple su primer siglo de vida. Una veterana organización a la que se le entregó como su principal compromiso con el país –desde la década de 1991, con la nueva Constitución Política–, el control de la inflación, manteniendo la variación anual entre un 2 y 4 por ciento.
Una tarea que se hizo aún más urgente en la coyuntura actual, en la que los niveles de inflación comenzaron a acelerarse, tratándose en diciembre de 2022 al nivel del 13,1%. De allí que la Junta Directiva del Banco de la República tomara la decisión de aumentar la tasa de interés hasta un 13,25% desde mayo de 2023, con el objetivo de evitar que la hinchazón general de los precios no siguiera aumentando.
Y efectivamente lo está logrando. La inflación ha mostrado signos de control y recuperación. En los últimos cinco meses ha presentado una tendencia a la baja. Al finalizar agosto, se tiene una inflación acumulada del 11,43 por ciento anual. Lo que evidencia que el mecanismo de transmisión de política monetaria del Banco de la República funciona y tiene efectividad.
Pero ahora sus medidas para controlar la enfermedad de la inflación están teniendo consecuencias negativas en el sistema económico. Los músculos financieros de la producción y del comercio están perdiendo poder y vitalidad. La gente, ante el aumento de las tasas de interés, está reduciendo la demanda de bienes y servicios, de casas y de carros. El comercio no crece y, por tanto, las empresas no producen ni venden.
De allí que hayan tenido que salir los industriales, en la voz de Bruce Mac Master –el presidente de la Asociación Nacional de Industriales (ANDI)–, y el sector bancario, representado por Jonathan Malagón –presidente de la Asociación Bancaria y de Entidades Financieras de Colombia (Asobancaria)–, a pedir, al unísono, que el Banco de la República baje las tasas de interés.
Un clamor al que se unió el ministro de Hacienda y Crédito Público, Ricardo Bonilla. Quien, a pesar de ser uno de los miembros de la Junta Directiva del banco central, le pide a sus colegas que piensen en la conveniencia de hacer un recorte en las tasa de intervención del mercado, para tratar de darle un impulso a la economía del país.
Con esta respetuosa petición que hacen los gremios económicos más importantes del país y el Gobierno, le están diciendo al Banco de la República que se respeta su independencia y soberanía decisional. Pues esta autonomía le ha permitido al país tener estabilidad en sus objetivos y credibilidad para mantener funcionando el sistema económico.
Pero también le están reconociendo el poder que tiene para activar el cuerpo económico. Que el Banco tiene en sus manos el poder para cambiar el comportamiento de variables tan importantes como la inversión y el endeudamiento, y, por tanto, de combinar medidas económicas que reactiven la economía.
Le están reconociendo su condición de médico, pero al mismo tiempo el poder que tiene, a través de la política monetaria, de cambiar la receta. Le están pidiendo que ya es tiempo de ir a la recuperación. Que una leve reducción en las tasas de interés podría permitir que el paralizado cuerpo económico se levante y trabaje.
Confiamos en que el veterano Banco de la República pueda sentarse próximamente y discutir este llamado de los empresarios, de los bancos y del Gobierno. Que en estos días, de manera calmada, pueda repensar el tratamiento médico que le está dando a su principal paciente. Que reconozca los avances logrados –pues le ha bajado la temperatura y la hinchazón al paciente–, pero que también piense en la importancia de ponerlo a mover y hacer actividad física.
La economía requiere que sus músculos financieros comiencen a movilizarse, para recuperar todas sus funciones vitales luego de esta enfermedad. Que una baja en el costo del dinero permitiría mejorar las condiciones para financiar los proyectos de inversión –en obras de infraestructura y viviendas–.
Estamos en un momento propicio para tomar decisiones. Y esperamos que estos cien años de vida hayan servido para acumular la experiencia suficiente para saber escuchar, para hacer una buena lectura del contexto y para decidir con claridad qué es lo más adecuado para la economía. En síntesis, para decidir si es necesario dejar el cuerpo económico en reposo o si se le puede dar permiso para levantarse y ponerla a caminar. (Ver: Superar la depresión llevará años).
*Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad de la persona que ha sido autora y no necesariamente representan la posición de la Fundación Paz & Reconciliación al respecto.
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