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La corte no nos falló

Por: María Victoria Ramírez


El 21 de febrero de 2022 quedará escrito en letras doradas. La Corte Constitucional colombiana, con una votación de 5 a 4, dio vía libre al aborto a petición de la mujer hasta la semana 24 de gestación y conserva las tres causales contempladas en la sentencia C-355 de mayo de 2006 para interrumpir el embarazo más allá de este límite de tiempo. Recordemos que estas causales son: i) cuando la continuación del embarazo constituya peligro para la vida o la salud de la mujer, certificado por un médico; ii) cuando exista malformación del feto que haga su vida inviable, certificada por un médico; y iii) cuando el embarazo sea el resultado de una conducta, debidamente denunciada, constitutiva de acceso carnal o acto sexual sin consentimiento, abusivo, o de inseminación artificial o transferencia de óvulo fecundado no consentidas o de incesto. El movimiento feminista en Colombia libró una larga lucha para lograr lo que ayer la Corte reconoció: que las mujeres tenemos derecho a decidir sobre nuestros cuerpos, que el aborto es un problema de salud pública y que el Estado debe garantizar el acceso a este servicio de manera segura y oportuna; que no hacerlo arrastra a las mujeres a servicios clandestinos que ponen en riesgo su salud y puede llevarlas a la muerte.


Aprovecho la decisión de la Corte para rendir homenaje a una mujer pereirana, Martha Sulay González, que se convirtió en el símbolo de la batalla por despenalización del aborto alrededor de 2006, cuando la abogada Mónica Roa interpuso una demanda de inconstitucionalidad ante ese mismo tribunal, que llevó a consentir el aborto en Colombia en las tres circunstancias ya mencionadas.


El fallo de 2006 llegó tarde para Martha Sulay; una junta médica de la ciudad de Pereira la había condenado a muerte cuando se negó a realizarle el tratamiento que podría haberla curado del cáncer. La enterraron el lunes 11 de junio de 2007, luego de una agonía muy larga que hizo necesaria la morfina para mitigar el dolor. En los últimos años de su vida ella se dedicó, al lado de la organización De Pie Mujer de la ciudad de Pereira, a dar a conocer la injusticia de su caso y a tratar de conseguir algunos recursos para construir una casa para albergar a sus hijas.


La doble moral de la sociedad colombiana y las leyes que penalizaban el aborto en toda circunstancia la llevaron a la tumba, dejando en el camino a cuatro hijas huérfanas. La mayor, de 18 años, quedó a cargo de tres hermanas pequeñas. En ese momento, los integrantes de la junta médica que se negaron a realizarle el tratamiento no les ofrecieron ningún apoyo a las cuatro hijas de Martha Sulay, tampoco las organizaciones pro-vida que se opusieron a la legalización del aborto.


Tuve el privilegio de escuchar a Martha Sulay. Ella, una mujer sencilla que con mucha fortaleza y claridad, fue capaz de explicar su caso a los medios de comunicación y en auditorios universitarios en los que habló de su muerte inminente con mucho coraje. Me dolió saber de su partida porque sé que quería vivir para ver crecer a sus hijas, pero ya no tenía calidad de vida. . ¿Qué puede uno decir frente a una muerte prematura que se pudo evitar? Un pasaje del libro La Insoportable Levedad del Ser, de Milan Kundera, podría dar consuelo: “Sin saberlo, el hombre compone su vida de acuerdo con las leyes de la belleza aún en los momento de más profunda desesperación”. Martha Sulay transmitía fuerza y siempre tuvo una sonrisa en las pocas ocasiones en que compartí con ella. Eso en su situación era de un valor inconmensurable.


La sentencia que despenaliza el aborto en 2022 en Colombia es muy clara, según lo expresa la nota de prensa de la Corte Constitucional, tiene efecto inmediato y exhorta al legislativo y al ejecutivo “para que en el menor tiempo posible, formulen e implementen una política pública integral --incluidas las medidas legislativas y administrativa que se requieran, según el caso-- que evite los amplios márgenes de desprotección para la dignidad y los derechos de las mujeres gestantes, descritos en esta providencia”.


Por experiencia, el movimiento por los derechos sexuales y reproductivos, no solo en Colombia sino alrededor del mundo, sabe que hay un trecho largo entre el reconocimiento formal y abstracto de los derechos y su aplicación efectiva porque una larga costumbre impide que tales decisiones encuentren una expresión concreta en la realidad y en las costumbres. El acceso al aborto encontrará barreras en las entidades de salud (objeción de conciencia y falta de recursos económicos y médicos), en las entidades de control (recordemos la Procuraduría de Ordóñez e Ilva Miryam Hoyos) y en el legislativo (partidos políticos de tinte conservador y claramente religioso).


Llama la atención que tres de las cuatro magistradas salvaran su voto: Cristina Pardo Schlesinger, Paola Andrea Meneses, Gloria Stella Ortiz Delgado. Habrá que leer el contenido de los salvamentos de voto de las tres magistradas, pero me aventuro a especular que su decisión tiene todo que ver con lo que Simone de Beauvoir, en el Segundo sexo, explica: las mujeres en casi la totalidad del planeta están en situación desfavorable y cuando empiezan a tomar parte de la elaboración de ese mundo tradicional y mayoritariamente pensado y hecho para los hombres, y las altas cortes lo son, ellas dudan porque existe una complicidad con las casta superior (el hombre-soberano) que les confiere algunas ventajas. Así las cosas, ellas no estarán dispuestas a pagar el precio de dejar de ser el Otro y empezar a ser Sujeto.

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