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La campaña del miedo. La guerra contra el fantasma



Tal vez, después de lo ocurrido en diferentes países entre 2015 y 2016 ya no resulta extraño nada en política. Sin embargo, no deja de indignar y sorprender los argumentos, ideas y postulados de algunas campañas presidenciales en Colombia. Lo que se ha visto en las últimas cuatro semanas en actos públicos, comerciales radiales y entrevistas es una guerra de las mentiras, es como si se tratará de una competencia sobre quién dice más mentiras y quién las exagera más. El exvicepresidente Germán Vargas Lleras, después de meses, apareció en público hace algunas semanas, para explicar sus postulados, dijo por lo menos cuatro grandes mentiras. Todas con la intención de causar pánico en la sociedad.


Afirmó, entre otras, que la intención del proceso de paz era llevar preso al expresidente Uribe. En la realidad el modelo de justicia transicional, denominada JEP, producto de las negociaciones de paz entre el gobierno colombiano y las FARC, deja por fuera explícitamente a los expresidentes. Es decir, sus acciones no serán objeto de conocimiento de la Jurisdicción Especial para la Paz. El exvicepresidente Vargas Lleras, también afirmó que la JEP significaba cambiarle el juez natural a los 48 millones de colombianos de un plumazo, algo igualmente falso, ya que esta justicia transicional solo será para los que fueron determinantes en crímenes internacionales en el marco del conflicto armado colombiano. Y por si fuera poco, insinuó que las FARC se iban a tomar el poder, que todo lo del proceso de paz había sido algo así como una cortina de humo, pero que el objetivo era volver a Colombia como Venezuela. Claro, concluyó diciendo qué él era el único capaz de detenerlos.

Por los lados del Centro Democrático, el partido del expresidente Uribe, repite todo lo del expresidente Vargas Lleras, pero van más allá. Se han atrevido a decir que en materia de violencia Colombia está en su peor periodo. Dicen que el proceso de paz no ha servido para nada. Algo totalmente absurdo, falso e ilógico, Colombia desde 2012 ha disminuido los homicidios en un número superior a las cuatro mil víctimas, el secuestro está a punto de desaparecer, el desplazamiento pasó de 240.000 personas a poco más de 30.000, y las víctimas de minas antipersonal pasaron de centenares, a menos de una veintena entre en 2017. Si bien algunas regiones tienen indicadores de violencia al alza, en la gran mayoría del país se vive una situación que hace décadas no se vivía. Aun así el uribismo repite que estamos en el peor momento.

Pero no se quedan solo allá, el Centro Democrático ha dicho que las FARC aún existen y que su proyecto militar no ha desaparecido. En la vida real las FARC desaparecieron como grupo armado ilegal el pasado 15 de agosto, ese día las Naciones Unidas certificaron la entrega de armas del entonces grupo guerrillero. Al final del proceso, las FARC entregaron 8.994 armas, para un promedio de 1.3 armas por desmovilizado, la media de armas más elevada del mundo en este tipo de procesos. Aun así, venden la idea de que las FARC buscan la toma del poder por la vía armada.

Las mentiras de estos dos sectores han calado tanto que reconocidos periodistas y analistas nacionales han dicho que fueron engañados con el proceso de paz, pues no sabían que la negociación significaba que las FARC podían participar en política. Algo que estuvo claro desde el primer día en que empezó la negociación.

En las últimas semanas se han oído todo tipo de afirmaciones absurdas, que en ocasiones producen risa, aunque el problema es que esto ha calado en la sociedad y se ha creado, algo así como realidad paralela, que vive y se reproduce en las rede sociales y las cadenas de WhatsApp.

Colombia está viviendo un periodo de transición luego de 53 años de conflicto armado, estamos en los primeros meses de un país en posconflicto. Como toda etapa de transición hay miedos al cambio y grados incertidumbre que para tristeza de Colombia coincide con un periodo electoral. Hay campañas que están apostándole a sacar a votar a la gente a punta de miedo. Estos candidatos están apostando a que su bandera política será la guerra contra algo que ya no existe. Una guerra contra un fantasma.

Columna de opinión publicada en el diario El País


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