Por: Redacción Pares

En la historia universal de la infamia hay un término inventado con Uribe que debería grabarse con hilos de oro: El castrochavismo. En la década pasada todo lo que rodeara a Juan Manuel Santos -recordado como el mayor traidor de las causas uribistas- y que hiciera llamados al diálogo con las guerrillas era considerado castrochavista. Sin embargo la memoria es frágil. Uribe y Chávez tenían más puntos en común de lo que podría reconocerse. Cada visita de Uribe a Miraflores, mientras el comandante estaba vivo, se convertía en una fiesta. La entonces canciller Araujo era atendida por el fallecido mandatario como si se tratara de una primera dama. Había baila, viandas y elixires. Los uribistas le llevan contadas cada visita de Petro o de Verónica Alcocer a Venezuela. Lo que se les olvida es que entre el 2002 y el 2009 hubo 16 reuniones bilaterales entre Colombia y Venezuela, si se divide esto sale un promedio de dos reuniones por año.
Una astilla se cruzaba entre ambos mandatarios: las FARC. Apenas llegó a la presidencia, en 1999, Chávez afirmó que sería neutral con el conflicto interno colombiano. Eso era darle un reconocimiento que empoderaba de manera peligrosa a los hombres comandados en ese momento por Manuel Marulanda Vélez. En una columna escrita por Rodrigo Lara en el 2012 para El Espectador recuerda que en el año 2003, a comienzos, las FARC tomaron soldados colombianos secuestrados y los llevaron a territorios venezolanos. La entonces ministra de defensa, Marta Lucía Ramírez, gritó en cuanto medio internacional pudo lo que sería la prueba de que en la Venezuela chavista era un refugio para los insurgentes colombianos. Esto no fue problema para que Uribe recibiera con sancocho a Hugo Chávez en la reunión que sostuvieron en junio del 2003. Incluso en el 2007, poco antes que Chávez pidiera movilizar trompas a la frontera, después del ataque en territorio ecuatoriano al campamento de Raúl Reyes, Uribe lo buscó para que fuera mediador de paz con esa guerrilla. En el 2008 el venezolano le pidió a la comunidad internacional que sacaran a las FARC de la lista de grupos terroristas. Lejos de romper relaciones Uribe se reunió con Chávez tres veces ese año. En esas reuniones también iba Maduro, quien era su canciller. También había abrazo para él.
En el 2008 el entonces senador Germán Vargas Lleras -quien tenía en ese momento la piel del uribismo- en un debate afirmó que Venezuela se había convertido en un santuario para las FARC. Ante esto Uribe guardó silencio. Más de dos décadas después Uribe sigue haciendo campaña a partir del odio al chavismo. Se ha vendido como un ultradefensor de las libertades en Venezuela. Lo que no sabe Uribe es que existe algo más poderoso que la memoria: los archivos de internet.
A comienzos de enero del 2025 Uribe y la senadora María Fernanda Cabal viajaron a Cúcuta. Era la forma de hacer presión para intentar evitar la posesión ilegal de Maduro en Venezuela. Uribe pidió una intervención militar en ese país, algo que provocaría inevitablemente un evento sangriento. Maudro reaccionó esta semana y declaró a Alvaro Uribe como el enemigo público número uno de Venezuela. La respuesta del Centro Democrático se dio el pasado 21 de enero y en cada uno de sus letras se refleja un olvido absoluto a lo que alguna vez fue, al menos, una relación cordial entre Uribe y Chávez:
“Ante la declaración del régimen de Nicolás Maduro, que califica al expresidente Álvaro Uribe Vélez como ‘enemigo público’ de la República Bolivariana de Venezuela, rechazamos contundentemente esta amenaza. Desde 1998, el expresidente Uribe ha liderado una firme lucha contra la tiranía de régimen chavista, actualmente dirigido por Nicolás Maduro”.
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