Greta Thunberg, el terror de los dictadores del mundo
- Redacción Pares
- 10 jun
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Por: Redacción Pares

Greta Thunberg emociona. Nadie tiene su valentía, su capacidad para desafiar a los hombres más poderosos del mundo. En las últimas horas, desafió a Benjamin Netanyahu. Comandando un barco con ayuda humanitaria llamado Madleen. Debido a Israel y su plan de exterminio contra los palestinos la idea es impedir que llegue ayuda humanitaria o controlarla. El velero zarpó de Italia el pasado 1 de junio. Durante unas horas no supimos de la embarcación, pensamos lo peor, hasta que la joven sueca salió en un video y afirmó: "Se perdió la comunicación con el Madleen. El ejército israelí ha abordado el barco", dijo la FFC en Telegram. Sostuvo que la tripulación fue "secuestrada por las fuerzas israelíes". "Si ves este video, hemos sido interceptados y secuestrados en aguas internacionales", indicó Thunberg en un video pregrabado divulgado por la FFC.
El Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel se refirió a la detención de la embarcación: “El 'yate de selfis' de las 'celebridades' está navegando de manera segura a las costas de Israel. Se espera que los pasajeros regresen a sus países de origen". El comunicado, desde Israel, nunca pierde su toque irónico: "La diminuta cantidad de ayuda en el yate que no fue consumida por las 'celebridades' será transferida a Gaza por los canales humanitarios reales”. Una ironía satánica, teniendo en cuenta la situación de extrema gravedad que vive el pueblo palestino.
Presentamos un perfil de la activista sueca para dimensionar su importancia:
En los últimos seis años pocas líderes en el mundo han tenido la influencia de Greta Thunberg. Ha inspirado protestas en 180 países y se ha convertido en la piedra en el zapato de los líderes de los países más poderosos del mundo. Jair Bolsonaro fue uno de ellos. En el año 2019, la joven sueca señaló la hecatombe que significó para el Amazonas brasilero su periodo presidencial. Bolsonaro permitió la destrucción de 2.000 millones de árboles en los cuatro años en los que estuvo en el palacio de Planalto. Las amenazas y muertes de activistas que pretendían cuidar la selva de su codicia, fueron una constante. Ante el escenario apocalíptico, Greta no se calló: "Los indígenas están siendo asesinados literalmente por intentar proteger la selva de la deforestación ilegal. Una y otra vez. Es una vergüenza que el mundo permanezca callado sobre esto".
La respuesta de Bolsonaro, con su habitual altanería, fue la de referirse a la activista como “mocosa”. En ese momento con 16 años. Ya había sufrido el ataque de otro intolerante: Donald Trump, quien en 2017 se convirtió en el primer mandatario del mundo en retirarse del Acuerdo de París, que fue aprobado por las principales potencias en 2015 para frenar los estragos del cambio climático, dijo sobre ella en una frase revestida de ironía: “Una chica joven y muy feliz que espera un futuro brillante y maravilloso".
Para la mayoría de simpatizantes de derecha alrededor del mundo, Greta es solo una chica confundida, acaso desorientada, que solo tiene ganas de llamar la atención. Hay mucho nivel de misoginia a la hora de criticarla. Se burlan porque ella no es científica y, según sus detractores, no tiene datos para comprobar que, si seguimos así, desapareceremos como especie antes de lo presupuestado.
La gente todavía la ve como una niña de 15 años, la misma que protestaba en 2019, frente al Parlamento Sueco, pidiendo porque se terminara la emisión de gases tóxicos por parte de las grandes industrias y que estaba acabando con el planeta. Saben que ha cruzado el Atlántico en una embarcación llamada Malizia II para asistir a una conferencia en Estados Unidos y no desplazarse en avión con todos los niveles de contaminación que puede desplegar una aeronave y que está diagnosticada con síndrome de Asperger, Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) y mutismo selectivo. A Greta, el cambio climático le afecta tanto que, le han diagnosticado depresiones severas en donde la joven incluso ha dejado de comer.
Sus papás son ampliamente conocidos en Suecia. Su madre es Sara Magdalena Ernman una soprano que llegó a representar a su país en el concurso de canto Eurovisión. Consecuente con los preceptos de su hija, Sara Magdalena solo se presenta en Suecia ya que se rehúsa a usar avión para desplazarse a otros países. Ha escrito varios libros y las ganancias van a dar organizaciones que ayudan a preservar el medio ambiente. Su papá, llamado Svante Thunberg, es un reconocido actor y productor teatral. También renunció a su carrera para apoyar a Greta.
En la actualidad, Greta sobrelleva un juicio en Londres por desorden público al incitar protestas contra el uso de combustibles fósiles. Ella y su grupo de activistas han evolucionado. En 2022, ella y otros 300 jóvenes a través de la Asociación Aurora, demandaron al Estado Sueco ante su inoperancia a la hora de detener el cambio climático. Los argumentos de Aurora para esta demanda, que no tiene precedentes en este país, son:
“Estamos argumentando que el Estado no está realizando suficiente acción climática y con ello está violando nuestros derechos humanos. Porque, aunque vivamos en una parte muy privilegiada del mundo, sabemos que si el Estado no revoluciona el sistema económico nos veremos afectados por la crisis climática en el futuro. Y eso es violar nuestros derechos humanos a la vida, a la salud, al bienestar, a la dignidad, al hogar y a la propiedad, por lo que no vimos otra posibilidad que demandarlos”.
Que no se confundan los que creen que la gente se cansará cuando Greta siga cumpliendo años, que su figura simplemente se agotará. La organización Aurora, a la que ella pertenece, se asesora cada vez mejor a la hora de asegurarse que sus quejas no sólo se queden en protestas callejeras. Van mucho más allá. Además, la gente que empezó a seguirla en redes y que hoy son legión tenía 14 años cuando arrancaron y ahora han crecido a la par y se han formado una convicción inalterable sobre el peligro que conlleva seguir como estamos. Greta y su consecuencia siguen siendo la luz que ilumina el mundo. No escuchar su voz, nos obligaría a colgar de la soga que nosotros mismos nos pusimos al cuello. Aún estamos a tiempo.
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