¿ES POSIBLE CONSTRUIR UN ACUERDO DE PAZ CON EL ELN?
- Luis Eduardo Celis
- 4 jul
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El sociólogo Luis Eduardo Celis analiza para Cambio la situación que hay con el ELN y concluye que, hoy, la única salida viable negociación, por lo cual el gobierno de Petro debería hacer lo posible por volver la mesa.
Por: Luis Eduardo Celis

Este 4 de julio el ELN cumple sesenta y un años, y todavía se mantiene como una organización que ejerce acción armada de manera sistemática. Según el último conteo de la fuerza pública, puede tener alrededor de seis mil integrantes, que hacen presencia permanente en cerca de doscientos veinte municipios. En ellos, en la medida en que les es posible, ejercen como estado paralelo a la escala que puedan. En algunos casos son muy marginales, pero en otros son el verdadero poder del territorio.
Desafortunadamente, los diálogos entre el gobierno y el ELN no marchan; la distancia entre ellos es cada día mayor y las mutuas recriminaciones van y vienen.
Decir que el ELN viola derechos, asesina y tiene vínculos con economías ilegales son obviedades, porque en su ADN llevan el esquema amigo-enemigo: con los amigos todo, con los enemigos el hierro duro de la muerte. Esa ha sido su historia desde siempre. No en vano tomaron el camino de la rebelión armada hace más de seis décadas, y en ella se han mantenido.
Hay muchos, en el mundo de la política y de la academia, que consideran que el ELN es una organización intratable, que no tiene interés serio en salir de su proyecto de resistencia armada, que ha perdido sus ideales políticos, que está corroída por el narcotráfico y que ahora se dedica a acumular recursos.
Pero hay otros que tenemos una valoración que va en contravía de la inmensa mayoría: el ELN se ha afincado en un pedestal en el cual se ha mantenido firme pues ha visto que ha sido capaz de permanecer luego de superar un enorme debilitamiento entre 1992 y el 2002, cuando perdió dos terceras partes de su capacidad, representada en presencia territorial, mandos y combatientes. Esa profunda crisis la tramitó con su fórmula de “resistencia armada” practicada durante los ocho años de los gobiernos de Álvaro Uribe. Hoy, el ELN es más fuerte que hace diez años y mucho más que hace dos décadas.
Y también hay quienes creemos que esa guerrilla sigue teniendo una agenda política de cambio; que rechaza las exclusiones, inequidades y violencias de muchos actores de la sociedad colombiana; y que tiene fundamento en una realidad que nos reta día a día.
Por supuesto, compartimos las críticas que se le hacen en el sentido de que su acción armada no contribuye en nada a una agenda de cambio, que cada vida perdida es una insensatez -incluidas las de los combatientes del ELN-, y que nada bueno nos trae persistir en la violencia.
Ante esta dura realidad, nos quedan dos alternativas: o mantenernos en esta violencia o persistir en la salida negociada, dado que el ELN no va a desaparecer porque así lo queramos y está más que demostrado que el estado colombiano no los ha podido contener de manera efectiva, y menos derrotarlos.
La única salida viable al conflicto en el que permanece el ELN es insistir en recorrer el camino de los diálogos, las negociaciones y la construcción de un acuerdo de paz.
Hay que recorrer un camino difícil, posible y necesario que se mueve en cuatro dinámicas: bilateralidad; la más amplia participación social, gremial y ciudadana; la concertación de transformaciones que le den cuerpo a un acuerdo de paz; y la capacidad de hacer la realidad las transformaciones que se acuerden.
Hasta el presente, no hemos podido construir un proceso que tenga dinámicas positivas de manera sostenida y que involucre al ELN. Podemos hacer transformaciones, como las que ha liderado el presidente Petro, pero si se hacen sin el ELN, este no las considera y bien sabemos que los cambios son difíciles, llevan tiempo, recursos enormes y requieren capacidad para llevarlos adelante.
El ELN tiene hoy presencia permanente en unas dos mil veredas de doscientos veinte municipios; tiene un orden interno y una presencia estable en Venezuela. Por ello es posible que, en los próximos meses, veamos un despliegue de violencia mayor, que les serviría para afirmar, en medio del debate presidencial, que día a día tienen más fuerza, y que siguen vivos y presentes. Ojalá no sea así.
Si la única salida viable es el camino del diálogo y las negociaciones, el gobierno del presidente Petro, con el liderazgo de Vera Grabe e Iván Cepeda y el ELN, deberían hacer lo posible por volver a una mesa. No hay más alternativa, si lo que se busca es la paz.
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