Por: Luis Eduardo Celis
El 15 de octubre de 1914 fue asesinado Rafael Uribe Uribe, destacado dirigente liberal, precursor de la reivindicación de los derechos de los trabajadores, fundador de la Universidad Republicana —que luego asumiría el nombre de Universidad Libre—. Uribe Uribe combatió en tres guerras, la última de ellas la Guerra de los Mil días, en la que los liberales fueron derrotados. Fue asesinado a hachazos en las escalinatas del Congreso de la República, en la Plaza de Bolívar en Bogotá.
El asesinato como mecanismo de exclusión en la política colombiana tiene larga tradición. Simón Bolívar se salvó de varios atentados, el más conocido el 25 de septiembre de 1828, a pocas cuadras de donde moriría Rafael Uribe Uribe, nueve décadas después.
Superar la violencia como mecanismo de acción política sigue siendo un reto para la sociedad colombiana. Aún no hemos podido hacer esta importante tarea, que ha cobrado miles de vidas, cientos de miles, desde el primer día de nuestra vida republicana, hace más de dos siglos.
Liberales y conservadores utilizaron la violencia organizada para agenciar sus intereses y proyectos políticos, se enfrentaron en más de veinte guerras durante el siglo XIX y en el siglo XX hicieron la más terrible de ellas, la conocida como la Guerra de los Mil Días, que ganaron los conservadores. Impusieron “La Hegemonía Conservadora”, por tres décadas, para luego ganar los liberales e iniciar los gobiernos reformistas liderados por Alfonso López Pumarejo, a lo cual los Conservadores respondieron con una violencia creciente que tuvo como punto álgido el crimen contra Jorge Eliecer Gaitán y el inicio de un nuevo ciclo de violencia que luego derivaría en otra violencia que aún no hemos logrado cerrar totalmente.
La violencia política tiene largas y profundas raíces en este sistema de competencia política, los conservadores y liberales la ejercieron de manera pródiga y de ellos aprendieron las izquierdas que tomaron el camino de la acción armada. Por esto el maestro Francisco Gutiérrez Sanín ha titulado uno de sus libros sobre las dinámicas políticas en Colombia como El Orangután con sacoleva, para denotar el carácter brutal y violento que ha comportado la acción política, una cara de barbarie y la otra de sofisticación.
En el Acuerdo de Paz firmado por las FARC y el gobierno del expresidente Juan Manuel Santos, que tiene estatuto de acuerdo de estado, existen múltiples disposiciones para sacar la violencia de la política. Eso implica transformaciones institucionales, medidas concretas y, sobre todo, un proceso de civilización de quienes ejercen la violencia. Todo ello sigue durmiendo el sueño de los justos, nada se ha implementado en estos años, son tareas pendientes.
En los años cuarenta se acuñó la expresión pájaro, para nombrar a los civiles que con la policía controlada por los conservadores ejercían violencia contra los liberales. Un amigo, Guido Piccoli, periodista italiano, escribió en los años 90, un libro sobre la violencia de los cuarenta y los cincuenta y lo tituló El Sistema del Pájaro.
El sistema del pájaro sigue funcionando en Colombia. Contra ese sistema criminal y autoritario se enfrentan hoy Gustavo Petro, Francia Márquez y el Pacto Histórico. Cuando quienes integran el Pacto Histórico hablan de hacer trizas la guerra, hacen referencia a superar este sistema criminal, tarea enorme en la que llevamos toda una vida republicana.
Pájaros sigue habiendo, llámense águilas negras u otras denominaciones. Aves de rapiña criminal siguen volando sobre la sociedad colombiana, todos los días, ejerciendo barbarie, lo cual es inadmisible y no se puede tolerar.
*Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad de la persona que ha sido autora y no necesariamente representan la posición de la Fundación Paz & Reconciliación al respecto.
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