Por: Redacción Pares
Fotos tomadas de: El Espectador, Tripadivisor y Agencia EFE
El 2 de marzo del 2015 el empresario colombo-italiano Giorgio Sale moría en un modesto apartamento en Cartago, Valle. A pesar de una vida de lujos, Sale ´moría sin un peso en el bolsillo. El apartamento estaba a nombre de su esposa, Victoria Gamboa. Hasta ese momento el único ingreso que recibía Sale provenía de la mensualidad que le enviaba desde Italia uno de sus hijos. Sale fue detenido, juzgado y metido en la cárcel de La Picota por ser uno de los testaferros de Mancuso en Colombia. Por el cáncer que lo terminaría matando Sale fue favorecido con el beneficio de la casa por cárcel en el año 2012. Sale era dueño de dos negocios al que visita una poderosa e influyente clientela. Uno de ellos era un almacén de ropa llamado Made in Italy, el otro era L’Enoteca. Los clientes eran selectos. Sale se encargó de conseguir a las altas cortes. Organizaba costosos paseos fuera y dentro del país, todo salía de su bolsillo. Regalaba botines lujosos a esposas del magistrado y a otro de ellos le regaló un reloj también muy costoso.
Era primo de Salvatore Mancuso y uno de sus testaferros. A finales de los noventa su sociedad sirvió para convertirse en uno de los ejes conección entre la Ndrangheta, la mafia más poderosa de Italia, y los paramilitares colombianos. Sale era el hombre ideal que necesitaba Mancuso para ayudar a lavar su plata. Era dueño de una reconocida línea de ropa, y varios restaurantes. Aunque, eso sí, la joya de la corona era L’enoteca. Los platos no bajaban de 150 dólares. El restaurante tuvo una inversión de 3 millones de dólares por parte de Mancuso. Desde entonces empezaron tratos que conllevaba traer miles de dólares de Italia y meterlos de manera ilegale en Colombia además de nexos con el narcotráfico.
El lugar quedaba en uno de los mejores sectores de Barranquilla, el Alto Prado. Según lo informó en su momento Las 2 orillas, Sale se gastó 800 mil euros para comprar todos los aparatos de cocina, las mesas para sus comensales las trajo directamente desde Praga, los manteles los había traído de Estambul y cada uno costaba 400 dólares. El comandante paramilitar, ante estos costos, estalló. Sin embargo todo era un éxito. L’Enoteca era la cita de la autodenominada gente bien de Barranquilla. Pero en el 2005 Sale abriría sucursales en Cartagena, Medellín, Cali y Bogotá. Pero fue detenido en el 2006 y juzgado en Italia en el 2010. pagó tres años y luego regresó a Colombia donde fue detenido en La Picota y, debido a su estado de salud, le fue concedido el beneficio de la casa por cárcel.
En una entrevista concedida a Semana Sale afirmó que había regresado a Colombia “Por mi honor” Afirmó hasta el final de sus días que había sido una víctima del gobierno de Alvaro Uribe. “Miembros de ese gobierno vieron en mi la oportunidad de buscar un medio para atacar a la corte”. También nunca reconoció su relación estrecha con Mancuso. Dijo en esa misma entrevista a Semana que lo había conocido en el 2003 y que su único negocio era venderle vinos caros. Reconoció, eso sí, que había hecho una fortuna de 30 millones de dólares gracias a sus negocios en restaurante y sus almacenes de ropa.
Mancuso desconfió de él, creyó que lo estaba robando. Lo que sí es cierto es que el todopoderoso empresario de restaurantes pasó sus últimos diez años gastándose buena parte de su fortuna defendiéndose de las acusaciones, en cárceles y acusaciones terribles. Murió a los 70 años. Mancuso jamás volvió a nombrar a su familiar. El nombre de Mancuso ha vuelto a sonar después de que se comprobara que, de los 500 bienes que entregó para reparar a sus víctimas, sólo 100 aparecieron, el resto se han esfumado. Alguien tiene que responder por esto. L’enoteca fue de esos bienes que Mancuso nunca puso a disposición de sus víctimas a pesar de que su inversión fue, en su momento, de cinco millones de dólares y pensaba convertirlo en el lugar en donde pudiera atender a los poderosos políticos con los que aspiraba contar.
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