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El Pato-Balsillas: recuperando historias de los territorios

Por: Daniela Quintero. Redacción Pares

En la Zona de Reserva Campesina de la región de El Pato-Balsillas se realiza un proyecto de construcción de memoria histórica con el objetivo de resguardar su pasado y poder enseñarle a los más pequeños la importancia de pertenecer a dicho territorio dejando atrás la violencia.

El Centro Internacional para la Justicia Transicional – ICTJ, realizó un trabajo audiovisual en el que se registran una serie de conversaciones y testimonios de pobladores para resguardar la memoria y poder enseñarle a los más pequeños la importancia de este territorio histórico.



La actual Zona de Reserva, ubicada en el departamento del Caquetá, tiene una carga histórica debido a su peso político de décadas atrás cuando la exguerrilla de las Farc estaba en plena expansión. Por lo tanto, sus pobladores fueron estigmatizados como ayudantes de dicho grupo armado y de allí nacieron los señalamientos de que en El Pato todos eran colaboradores del comunismo.


Dicho territorio formó parte de la llamada zona de distensión en 1998, una amplia región de 42 mil kilómetros, creada por el ex presidente de Andrés Pastrana para adelantar negociaciones con las Farc. Sin embargo, la ruptura de los diálogos cuatro años después hizo que El Pato se convirtiera en “zona roja” y la paz se volvió una ilusión.


Sin embargo, esta zona y sus comunidades se preparan actualmente para consolidar la paz luego de varios años de conflicto y disputa entre actores ilegales y la fuerza pública. El Acuerdo de Paz fue la palanca que impulsó mucho más a la región para construir nuevas historias de sus vivencias.


Nolberto Villalobos, vicepresidente de la Asociación Municipal de Colonos El Pato -Amcop, expresó que la memoria significa todas esas vivencias de “nuestros viejos” que deben perdurar.

Asimismo, Miguel Córdoba, tesorero de la organización contó que el ejercicio de la memoria desde la organización y la zona de reserva campesina es potente porque son ellos mismos mostrando su visión y su propia historia.


Todo contado por “los propios campesinos y campesinas, antiguos colonos que verdaderamente conocen la historia de nuestra región”, apuntó.


Así fue como llegó la idea de integrarnos con las comunidades, las juntas, las demás organizaciones. Era hora de reconocer que “ese zumbido de balas mató a mucha gente y luego todo ese dolor se convierte en huellas, huellas que quedan clavadas en la tierra. Por eso decimos que el territorio habla y por eso nosotros venimos a recorrerlo para escuchar su voz”, relató una de las mujeres de la comunidad.



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