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El misterioso contraste entre Uribe y Petro

Por: Guillermo Lineros

Escritor, pintor, escultor y abogado de la Universidad Sergio Arboleda


A propósito de las encuestas que miden la aceptación o el rechazo a los presidentes, la última realizada por Datexco registra que la imagen del presidente Gustavo Petro –no su gestión de gobierno– viene en descenso y ya está por debajo del 50% en respaldo popular.

En lógico efecto, algunos uribistas están aprovechando este reporte para recordarnos que en el primer gobierno del expresidente Uribe, distinto a lo que está ocurriendo con el presidente Petro, siempre que su imagen era sometida a las encuestas, indefectiblemente subía en favorabilidad y así sucedió también en su segundo mandato.

Un fuerte contraste entre la generosa favorabilidad concedida por los electores a la imagen de Uribe y la tímida favorabilidad dada a la imagen de Gustavo Petro. Un contraste que suscita sorpresa; pues, a todas luces, configura una incoherencia de la realidad política, si tenemos en cuenta que los electores, conformados la mayoría de ellos por trabajadores y campesinos –y no por empresarios ni industriales– eran quienes entonces le daban luz verde al expresidente Uribe, y son quienes ahora se la niegan al presidente Petro.

Y llama la atención porque dichos electores, de clase popular, a ojos cerrados vanagloriaban al expresidente Uribe, habiendo sido sus políticas, qué paradoja, concebidas contra los intereses de los trabajadores –recordemos el estiramiento del día para que los dueños de negocios no les pagaran a sus empleados parte de las horas nocturnas– y contra los campesinos –basta decir que los mayores desplazamientos coinciden con sus dos gobiernos y con la entrega de tierras a mafiosos y a oscuros “terceros de buena fe”–.

Por su parte, Gustavo Petro, si bien no le ha cerrado las puertas al empresariado ni a los industriales, sí ha privilegiado las causas sociales en favor de los trabajadores (se restablecerá, por ejemplo, el llamado “recargo nocturno”) y sí ha privilegiado las causas sociales en favor de los campesinos (el Estado está comprado tierras que les entregará para que las pongan a producir). Actuaciones benévolas que obviamente causan malestar en sectores como la banca o los representados por la Andi –cubil felino de industriales y empresarios–, cuyos agremiados se resisten a compartir en justicia las riquezas que por ser del país pertenecen a todos los colombianos.

También llama la atención, en el contraste de la alta aceptación al expresidente Uribe y de la mediana aceptación al presidente Petro, que durante los gobiernos del primero, a los hijos de los trabajadores y de los campesinos –esos que le inflaban la imagen y el ego a Uribe– los estaban matando para hacerlos pasar por guerrilleros caídos en combate (si la JEP ha comprobado la existencia de 6.402 muertos, el sentido común nos indica que han de ser más de 10 mil; porque ha de haber muchos responsables que están guardando silencio acerca de sus crímenes, como muchos los jóvenes desaparecidos y de quienes todavía nada informan las autoridades).

Lo cierto es que mientras en el gobierno de Uribe ocurría semejante atrocidad contra los jóvenes –repito que hijos de trabajadores y campesinos–, en el gobierno de Gustavo Petro se están preocupando por despejarles el futuro intelectual y laboral y por asegurarles la dignidad. Mientras que Uribe los amenazaba públicamente mandándolos a callar, cuando le protestaban con fundadas razones; Petro no solamente busca la manera de perdonarlos por haberse levantado en contra del anterior gobierno, sino además lo hace consciente de la responsabilidad que le recae como gobernante de un Estado que venía siendo maltratador de jóvenes.

En ese contraste entre la favorabilidad de la imagen de Uribe y la de Petro, también llama la atención que la mayoría de la gente haya estado en favor del primero, como si desconocieran que cuando Uribe gobernaba se perseguía a críticos y denunciantes. Mientras que en el gobierno de Gustavo Petro los periodistas han recibido claras garantías y han sido replicadas sus aseveraciones cuando estas han sido noticias falsas. En los gobiernos de Uribe no hubo periodista –excepto los que eran adeptos del uribismo o sumisos del gobierno– a quien, tras haberlo increpado sobre sus asuntos ‘legales’, este no hubiera perseguido atrozmente, como lo hizo con Daniel Coronell, no lo hubiera insultado y humillado, como hizo con Alejandro Santos, o no lo hubiera tratado de guerrillero, como hizo con tantos otros.

Para resaltar un contraste final entre Petro y Uribe, cabe decir que las encuestas no reflejan, por ejemplo, que Uribe haya estado señalado por acciones delincuenciales y muy ligado a personajes que hoy están en las cárceles de los Estados Unidos o de Colombia, o que se encuentran presos o huyendo del país para no darle la cara a la justicia; pero las encuestas tampoco reflejan que a Petro no se le haya podido, ni con entrampamientos como el de la bolsa negra, demostrar falta de ética o incoherencia moral.

Por todo eso no deben asombrarnos las encuestadoras, sino los encuestados. ¿En qué país viven?, ¿con qué prisma traslucen la realidad que tan evidente pasa ante nuestros ojos? ¿Qué hay detrás de su obnubilación?: ¿simple ignorancia?, ¿manejo neurolingüístico o presiones de patrones contra sus empleados?, ¿a qué se debe esa falta de percepción colectiva?

Yo no dudo que la gran responsable sea la ignorancia. La falta de educación, no por culpa de los educadores, sino por culpa de la administración pública y su escasa cobertura escolar. Aun así, en Colombia no solo faltan escuelas y maestros, sino hogares con la mínima capacidad económica para alimentar bien a sus hijos y dotarlos de los utensilios escolares necesarios y, por supuesto, con capacidad económica para proporcionarles la tecnología que hoy en día se requiere para estudiar y que, justamente, el reciente gobierno uribista –porque el duquismo es un ala boba del uribismo– evaporó con la pérdida de setenta mil millones de pesos que servirían como punto de partida para llevarles por fin tecnología a las niñas y niños más necesitados del país.

Las encuestas solo dirán la verdad de la realidad política el día en que los encuestados sean fieles a su propia opinión, intelectualmente formada, y cuando no teman decir lo que en verdad perciben y sienten, como advertidos que son y no como obnubilados o arrebañados.

 

*Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad de la persona que ha sido autora y no necesariamente representan la posición de la Fundación Paz & Reconciliación al respecto.

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