Por: NASHRY ZAHGUI IBN MUCKTAFI
Foto tomada de: Radio Nacional de Colombia
“En la entrada del camino de la ciénaga se había puesto un anuncio que decía Macondo y otro mas grande que decía Dios existe. En todas las casas se habían escrito claves para memorizar los objetos y los sentimientos”, se narra en Cien Años de Soledad; pero las claves se las están llevando, entre politiqueros y promesas incumplidas; y la memoria se esta acabando, solo están quedando sentimientos de pobreza y desesperación en la Macondo real, Aracataca Magdalena, en donde la soledad ya completa mucho mas de cien años.
Se pensaría que Aracataca con su fama, en estos tiempos, sería una población próspera y abundante, con calidad inigualable en el arte y las letras, haciendo dignidad a Gabo, y que por supuesto, el acueducto, del cual tanto insistió en vida nuestro Nobel, ya estaría funcionando a las mil maravillas. Pero no deja todo esto estar mas alejado de la realidad, por que parece que Aracataca nunca encontró desarrollo y vida digna, ni con los inventos de los gitanos de Melquiades. Bajo los 36 grados de calor que oscilan en un territorio de 1755 km2 y una población de 42.930 habitantes, trata de sobrevivir una comunidad olvidada, en donde se ve pasar el desarrollo del carbon por la carrilera, pero que solo pasa. No se queda.
Aunque el nombre de Aracataca es conocido mundialmente, por historias, letras y un nobel; poco se sabe de que también es la cuna del talentoso fotógrafo y caricaturista Leo Matiz; de quien poco o nada se conoce allí, pero se codeo con figuras del mundo artístico internacional como Rivera y Frida en México. Este municipio que pare artes y cultura, tiene actualmente deficiencias en atención en salud, con un Centro de Salud con no muy buenas condiciones; problemas con la cobertura de servicios de agua y luz, no hay un sistema de alcantarillado para todo el municipio (pero si ha habido inversiones) y, en medio de una crisis de altas tarifas y muchas averías en la infraestructura eléctrica, ademas con una sola empresa prestadora, Electrecaribe; Aracataca no cuenta con espacios de recepción de residuos sólidos, la calidad en la educación, irónicamente y como cuento macondiano, no es la mejor; y sin contar los conflictos entre agroindustrias y campesinos por problemas ambientales, y el hecho de que Aracataca ha estado en medio de combates entre las Autodefensas Gaitanistas y las Autodefensas Conquistadoras; hacen un panorama desolador.
Pero el cuento no termina allí, y el Macondo, que por si se creía, era parte del realismo mágico del Nobel, es una especie arbórea de la familia de Malvacea, de una madera blanda, que puede alcanzar los 30 metros de altura y hasta dos diámetros de anchura en su tronco. Tiene una flor amarilla rojiza hermosa, que se convierte en su semilla; pero lo realmente hermoso y nostálgico es que cuando caen sus embarazadas flores al suelo, anuncian la llegada de la lluvia. Y Aracataca se esta quedando sin quién anuncie que viene el agua, ahora lo que está anunciando, es el olvido de Aracataca.
Según la organización Cultural Casa Matiz, actualmente quedan alrededor de 89 árboles de Macondo en zona rural hacia la Sierra Nevada de Santa Marta, pero ojo a esto, en Aracataca, solo quedan 3 árboles adultos y 7 jóvenes, así es, como cuento del realismo mágico, la Aracataca de Gabriel Garcia Marques se esta quedando sin sus Macondos. Y lo único que anuncian 3 viejos y 7 jóvenes son el olvido de un territorio que se nombra en el mundo, y que orgullosamente lleva en sus hombros figuras como Matiz y Garcia Marquez.
Casa Matiz se ha convertido en una apuesta de jóvenes que creen que, desde la recuperación de la cultura y las tradiciones de Aracataca, se puede traer miradas, visiones, proyectos e inversión para el pueblo. Están desarrollando un proyecto de regeneración asistida de árboles de Macondo y esperan reforestar para no olvidar.
PARES en medio de la apertura del Centro del Pensamiento para la Transición Energética, Gobernanza y Paz, Oficina Caribe; recibió un pequeño Macondo. Gran responsabilidad tener este árbol, pero cada institución en Colombia, que tenga en sus manos inversión, políticas, planes y programas, deberían recibir un pequeño Macondo; para que reconozcan esta responsabilidad, una pequeña vida que se convierte en la esperanza de un pueblo, de continuar un cuento, de tener vidas dignas en un territorio. Aracataca debe ser de nuevo mirada, no con los ojos de una víctima del tiempo, ni con la amargura de pueblo olvidado que se quedo en reconocimientos, si no como un territorio lleno de cultura, jóvenes y organizaciones que trabajan sin voces.
“En la entrada del camino de la ciénaga se había puesto un anuncio que decía Macondo y otro más grande en la calle que decía Dios existe. En todas las casas se habían escrito claves para memorizar los objetos y los sentimientos”. Se narra en Cien Años de Soledad. Que no olvidemos los sentimientos de orgullo por Aracataca, que memoricemos, en el marco de la conmemoración de los diez años de la muerte del Nobel, sus deseos por un final feliz en este cuento de Macondo, un final feliz para Aracataca.
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