Por: Iván Gallo
Fotos tomadas por: Sergio Saavedra y Nwe York Times
El primer libro sobre el fenómeno del paramilitarismo en Colombia que relacionó este fenómeno y la oposición a las negociaciones de paz con las guerrillas fue publicado en el 2003 y se tituló Paramilitares y Autodefensas 1982-2003. El autor fue el profesor Mauricio Romero Vidal. La investigación fue valiente y reveladora. Le dedicó un capítulo al funesto paso del general Rito Alejo del Río por Urabá. Al papel de la gobernación de Álvaro Uribe Vélez en la formación de las CONVIVIR y su posterior evolución en los frentes de las AUC. Mostró la llegada de los paramilitares al Magdalena medio y la complicidad de las fuerzas militares y de policía de la región. Y mostró la radicalización de las fuerzas armadas en contra de las negociaciones de paz. El libro señaló cómo el secuestro, un flagelo, un delito, cometido por las guerrillas en Colombia había sido politizado y alimentado el odio paramilitar. La página de las AUC incluso subió su investigación a internet, entre otros libros sobre el conflicto armado, hecho que trajo más lectores y también sospechas. Pocos sabían que había dejado la piel en terreno.
En 1989 uno de los leños prendidos de la guerra en el país era Tierralta, en Córdoba, donde Fidel Castaño era el amo y señor. Uno de los sacerdotes que más resistencia le hacía a los paras, Sergio Restrepo, fue asesinado al pie de su iglesia. En ese año Mauricio Romero trabajaba para el CINEP y lo enviaron a Tierralta a que investigara lo que estaba sucediendo. Allí conoció a Mario Calderón, quien todavía era sacerdote y una década después caería en las balas de la extrema derecha junto a su compañera, Elsa Alvarado, y el padre de esta. A través de Calderón se contactó con Isabel Bolaños, reconocida promotora de organizaciones campesinas que terminaría siendo informante del ejército y luego miembro de las AUC. Realizó varias entrevistas a personajes que defendían abiertamente el derecho a la autodefensa y la creación de las Autodefensas de Córdoba y Urabá como Rodrigo García Caicedo, gerente de la Federación de Ganaderos de Córdoba, GANACOR. Esta entrevista sería clave porque le permitió conocer al investigador la adoración que empezaban a sentir miembros pudientes de la sociedad a un ejército que afirmaba defender sus intereses frente a los constantes ataques de la guerrilla.
En esa investigación hecha por el CINEP Romero develó antes que nadie el contubernio entre militares y paras. En 1987 el gobierno Barco creó la Brigada XI, justo antes de las primeras elecciones populares de alcaldes. Lo hizo para contrarrestar la violencia guerrillera pero, lo que hizo, fue alborotar más el avispero. Empiezan a pulular las masacres, los ataques a líderes sociales, las persecuciones a partidos de izquierda. Justamente en esa primera elección popular de alcaldes el ganador en Tierralta fue Adonay Jaramillo, uno de los descendientes de los fundadores de este municipio quien, para derrotar a los políticos tradicionales, decidió asociarse con la UP. Los militares de la región escasamente lo dejaron posesionarse, bajo la condición de que rompiera con la UP.
Así que en terreno Mauricio Romero Vidal construye ese primer gran estudio sobre el paramilitarismo cuando este era un monstruo que echaba a andar. También estuvo allí cuando, en pleno gobierno de Uribe, los paras deciden acogerse a Justicia y Paz, se desmovilizan, se sienten traicionados y luego regresan, en un amplio porcentaje, a las armas.
Conoció a sus protagonistas y escuchó de boca Salvatore Mancuso una de las frases más contundentes sobre la desmovilización de los paras y lo que ellos consideraron una traición de ese gobierno “Nosotros pecamos de exceso de uribismo”.
La modestia de Mauricio Romero es tan amplia que se siente incómodo cuando alguien tan exigente como el senador Ariel Ávila dice que su libro fue el paradigma de los estudios sobre el paramilitarismo. Junto a León Valencia, Claudia López y Laura Bonilla crearon la investigación Parapolítica, la ruta de la expansión paramilitar y los acuerdos políticos que creó un nuevo concepto en el amplio diccionario de la infamia en Colombia. Ni siquiera reconoce que fue amenazado en el 2008, cuando empezó a ver, con sus propios ojos, que barrios enteros de Medellín eran paraestados gobernados por bandas criminales.
En esa época era profesor de la Universidad Javeriana y también trabajaba en el área de Desmovilización, desarme y reintegración de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación. En agosto del 2007 publicó un informe vital para entender el fracaso de Justicia y paz: Disidentes, rearmados y emergentes:¿bandas criminales o tercera generación paramilitar? En él revelaba 32 grupos armados, que habían nacido muchos de ellos después del desarme paramilitar, que conformaban, por separado, un ejército de 4.000 hombres armados. Indagó tanto que un día le apareció en su oficina de la Universidad Javierana un enviado de alias Job. Este se llamaba Pedro Antonio López Jiménez y era reconocido por ser la mano derecha de Don Berna. Job había salido de las filas del ELN directo a la oficina de Envigado.
Poco después de que ocurrió la desmovilización paramilitar Job se convirtió en el vocero
político de los desmovilizados, como él acostumbraba a presentarse. Por la época en la que su enviado se le presentó a Mauricio Romero en su oficina en la Javeriana, había protagonizado un escándalo: la reunión en pleno palacio de Nariño con el entonces secretario de prensa de presidencia, César Mauricio Velásquez y el secretario jurídico Edmundo del Castillo.
Así que llega el enviado de alias Job a hablar con Romero. Tienen una reunión de 30 minutos, nadie alza la voz. El mensajero le cuenta la preocupación de Job: se está viendo con malos ojos la información que está entregando a Arco Iris sobre el poder que estaba adquiriendo en Medellín el frente Cacique Nutibara después de la supuesta desmovilización del grupo. La información la había recolectado Romero por su trabajo en la CNRR. Job le dejó en claro que eso que estaba haciendo no era correcto. “Lo más chistoso- me cuenta Romero- es que al despedirse el mensajero me dijo que si no podía darle plata para el pasaje de regreso a Medellín. Yo esculqué mis bolsillos y sólo encontré 30 mil pesos. Se los di”.
Mauricio, días después, coincidió en una reunión con León Valencia y le comentó la situación. Entonces le hicieron caer en cuenta de la gravedad de la situación. Se trataba de una inminente intimidación.
Romero siguió dando clases en la Javeriana hasta que la vida le indicó que su destino era Finlandia, país de donde es su pareja. No pierde contacto con Colombia ni con los problemas que tiene el país. Su nombre acaba de aparecer en el libro que dirigió León Valencia titulado Parapolítica, el mayor asalto a la democracia en Colombia, lanzado en la última FILBO bajo el sello de Planeta. A sus 70 años, con su mochila terciada y su pelo negro, Romero irradia juventud y vitalidad. Es como si el frío de la Escandinavia lo mantuviera ajeno a las penurias del tiempo. Actualmente participa en proyectos de investigación con la Universidad de Helsinki y en consultorías con organizaciones internacionales. Por su modestia y juventud eterna, cuesta trabajo creer que fue el primer académico que le vio los ojos al horror del paramilitarismo. Y vivió para contarlo.
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