Por: León Valencia, director – Pares
La conciencia heroica que aún ostentan las élites del país es el principal obstáculo para avanzar hacia la verdad, la justicia y la reconciliación. La postulación de Mario Javier Pacheco o de Alfredo Rangel para dirigir el Centro de Memoria Histórica, las limitaciones que le impusieron a la JEP para juzgar a los “terceros” involucrados en el conflicto, la pretensión de excluir a los militares de este tribunal o las presiones del Fiscal General sobre este organismo, y los ataques a la Comisión de la Verdad, son episodios del gran esfuerzo que están haciendo los líderes y los grupos que han dirigido el país para hacer que impere una narrativa de justificación de la guerra que libraron contra los insurgentes con todos sus horrores y desviaciones.
Se podría pensar que es un ejercicio de maldad, la pretensión consciente de unos criminales para esconder sus delitos y es posible que esto ocurra en algunos casos; pero esta explicación no es suficiente para entender la actitud de miles y miles de personas que han tenido influencia y poder en el Estado, en la sociedad y en la empresa privada. Una idea más comprensiva es que tienen una conciencia heroica de sus acciones. Piensan que estaban defendiendo la democracia, la libertad, la constitución y la Ley y eso les da amparo ante los tribunales de justicia y ante la historia, aún en el caso de que en esa guerra se hayan cometido algunos atropellos a la población.
También la izquierda y las guerrillas tuvieron esa conciencia heroica y se aferraron a ella por muchos años. Creían que la causa revolucionaria, esa ilusión de igualdad social y poder popular, justificaba las más diversas formas de violencia, o la combinación de las formas de lucha, como la llamaron algunos grupos contestarios. Fue la emergencia de la agenda de derechos humanos después de la caída del “Muro de Berlín” y el reconocimiento del Derecho Internacional Humanitario lo que vino a quebrar la conciencia heroica en la izquierda y abrió la senda para que también las guerrillas comprendieran que en el enfrentamiento con el Estado se habían hecho cosas injustificables para la conciencia humana y para el derecho.
El secuestro, el asesinato de civiles indefensos, el reclutamiento de menores, la violencia sexual, el homicidio fuera de combate, son algunas de las conductas indebidas y persistentes en la larga y dolorosa guerra que vivimos. La aceptación de estos delitos llevaron a las FARC a convenir con el presidente Santos el Sistema de Verdad, Justicia, Reparación y no Repetición en clave de transición, es decir, en un proceso donde habrá sanción social y penas alternativas.
En cambio buena parte de los funcionarios del Estado, de los empresarios o civiles que tuvieron una participación directa o indirecta en el conflicto y en función de su intervención incurrieron en conductas indebidas, las más comunes y graves: las ejecuciones extrajudiciales, las masacres, las desapariciones, el desplazamiento forzado, las torturas, no reconocen o minimizan estas conductas porque creen firmemente que estaban en una causa justa.
Los argumentos son diversos: que no se puede igualar la fuerza pública con el terrorismo, que los empresarios concurrieron al conflicto obligados o fueron extorsionados, que quizás se cometieron algunos excesos pero corrieron por cuenta y riesgo de algunas manzanas podridas; o la justificación más estructural y definitiva: no hubo conflicto armado y las guerrillas son las únicas que deben estar sentadas en el banquillo.
Desde esta posición las personas idóneas para orientar la memoria o la verdad o la justicia, son del tipo de Mario Javier Pacheco, quien cree que el Centro de Memoria es una institución de las FARC, lo mismo la JEP o la Comisión de la Verdad. No aceptan que en Colombia se produjo una ruptura intelectual profunda en la cual la mayoría, sino la totalidad, de los defensores de Derechos Humanos y los académicos denostaron la conciencia heroica y optaron por la conciencia humanitaria que campea en el mundo desde los años noventa del siglo pasado. Hay allí personas con inclinaciones de izquierda o derecha, lo que los distingue es la comprensión de que en nuestro conflicto armado se cometieron atrocidades desde todos los lados y este es el momento para el reconocimiento de la catástrofe humanitaria y también para doblar la página y empezar de nuevo.
Cometen un error enorme las élites políticas del pais que quieren vivir en el pasado, que no se avienen con las nuevas realidades del país y del mundo, la conciencia heroica se está derrumbando aquí y allá , el siglo veintiuno está exaltando a los lideres que critican las violencias vengan de donde vinieren y optan por La Paz y la reconciliación.
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