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El extraño caso de Petro con los extremos

Por: Attila Lenti. Columnista Pares.


A Gustavo Petro sus oponentes políticos, particularmente los que se autodefinen como centro, lo califican como un político extremista dentro de un escenario político “polarizado”. Lo hacen con frecuencia y con bastante resonancia en los diferentes medios de comunicación del país.


Para averiguar si el programa político y la forma de hacer política de Petro y la Colombia Humana se pueden definir como extremo político, tenemos que recurrir a la ciencia política, y hacernos las siguientes preguntas:


¿Constituye el pasado guerrillero de Petro una formación política extremista? ¿Se puede sustentar que su programa o posturas lo clasifican como un político extremista a partir de las definiciones del extremo político? ¿Dónde se ubicaría Gustavo Petro en el espectro ideológico a nivel internacional?


¿Qué es el extremismo político?


El extremismo político se asocia con los puntos terminales del espectro ideológico e implica una actitud hostil frente a la institucionalidad democrática y las reglas de juego establecidas. Según Rosario Jabardo (1998) el concepto hace referencia a “un rechazo de las reglas de juego de una comunidad política, al no reconocerse en los fines, en los valores, en los medios y en las instituciones vigentes en la vida pública” (p. 283). Cas Mudde (2005), estudioso holandés de los extremos políticos, define extremismo como una oposición ideológica y práctica a los valores y prácticas de la democracia.


Cabe resaltar que hay diferencia entre “extremo” y “radical”. Mientras que los partidos que se ubican en la extrema izquierda o derecha tienden a ser antidemocráticos, los partidos radicales respetan las normas básicas de la democracia, pero se oponen a la democracia liberal existente y buscan una transformación de raíz de la sociedad y del sistema político. La izquierda radical rechaza los valores y la estructura socioeconómica del capitalismo y prefiere alguna modalidad del socialismo. En resumen, de manera explícita o disimulada, estas posturas tienen un carácter anti institucional.


Los orígenes políticos de Petro: el programa del M-19


Los prejuicios asociados al concepto “guerrilla” automáticamente suelen situar al proyecto político del reincorporado a la extrema izquierda. La estrategia comunicativa uribista del período 2002-2010 pretendía borrar las diferencias entre las diferentes fuerzas guerrilleras históricas en el imaginario colectivo, juntándolas todas bajo la idea general de una narcoguerrilla criminal. Estas generalizaciones no permiten un análisis sensato de matices de pensamiento.


Si bien tener antecedentes guerrilleros es un pecado mortal en la política colombiana, es pertinente aclarar que el M-19, donde se originó la carrera política de Petro, era de los pocos grupos guerrilleros del país que no se adherían a una ideología extremista, ni siquiera radical. El grupo no era marxista-leninista o maoísta y no tenía un ideal de sociedad rígido y predefinido. Desde su fundación el M-19 rechazaba el dogmatismo de la izquierda, promovía la concertación democrática y plural a través del “sancocho nacional” y fijaba la apertura democrática como condición para poder dejar las armas.


Por otro lado, el M-19 tenía un proyecto político y económico reformista, de modernización del Estado, de ideas liberales y socialdemócratas, por lo que siempre se ganó las críticas de los miembros del Partido Comunista Colombiano que incluso lo tildaban de derecha. Carlos Pizarro en una conversación con Ángel Beccassino habla de la necesidad de implementar la socialdemocracia en América Latina para reducir la polarización social. Aclara que, si bien el M-19 es una organización armada, no está casado con tesis rígidas y está dispuesto a hacer una apuesta concreta a la paz y a la democracia para alcanzar cambios sociales duraderos.


Jaime Bateman, fundador y comandante histórico del M-19, sostenía que el programa oficial del M-19 era el cumplimiento de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Fue la afirmación programática más radical y ambiciosa del M-19 durante su existencia. La Alianza Democrática M-19, representó esta agenda en la Asamblea Constituyente de 1991, donde selló su compromiso con la democracia como fuerza mayoritaria. La mayoría de los políticos provenientes del M-19, incluido Petro, hablan de la Constitución de 1991 como su legado más importante.


¿Es Petro representante de un extremo?


Por definición el extremismo político se relaciona con el “rechazo a la institucionalidad democrática” y “a los valores y prácticas de la democracia”. La carrera política de Petro se ha centrado en la defensa de los valores de la Constitución de 1991 y del Estado Social de Derecho planteado en ella, por lo que la posibilidad del extremismo se descarta de entrada.


Por lo tanto, no solo no cumple con una condición básica del concepto, que es ser anti institucional, sino todo lo contrario: es defensor radical del espíritu de la Constitución vigente del país. Tampoco lo volverá anti institucional la crítica legítima que ejerce respecto a la implementación práctica de esta Constitución en perspectiva histórica, sobre todo si comparamos la realidad colombiana de hoy con el ideal proyectado de un Estado Social de Derecho.


Su propuesta de una nueva Asamblea Constituyente, que luego abandonó, tampoco significó un giro antidemocrático, ya que, estuvo encaminada a la profundización de los valores fundamentales de la Constitución actual.


Es igualmente problemático declarar que Petro es de la izquierda radical. Aproximadamente 40 años de crítica activa a la inflexibilidad y sectarismo de la izquierda tradicional, 30 años de actividad política legal en cargos de elección popular denunciando la corrupción y la reconfiguración cooptada del Estado, un programa de corte socialdemócrata, de fuerte inspiración keynesiana, y sus reiterados intentos de formalizar su movimiento como partido político y buscar alianzas alternativas, deben ser argumentos suficientes para comenzar a ponernos serios y no jugar más con adjetivos imposibles de sustentar.


El programa de la Colombia Humana en el espectro ideológico internacional


Ciertas tendencias confirman que la izquierda democrática internacional volvió a encontrar su voz después de décadas de timidez y crisis de legitimidad.


Ante el evidente agotamiento del modelo neoliberal, la creciente desigualdad social y la crisis ambiental, se ha visto el surgimiento de soluciones innovadoras de política pública, antes inimaginables, tales como la renta básica general, la teoría monetaria moderna y la puesta en práctica de algunos principios de la economía ecológica. En la administración de Joe Biden veremos la implementación de lo grueso del Green New Deal, ambicioso paquete de reestructuración económica con transición verde, originalmente propuesto por la congresista demócrata Alexandria Ocasio-Cortez. Lo que ayer parecía radical, ya es mainstream.


Propuestas recientes de política pública de gobiernos progresistas extranjeros en Colombia seguramente se calificarían como obras del diablo castrochavista, desde el ambicioso objetivo climático y el nuevo sistema tributario escandalosamente progresivo de Dinamarca, donde los ricos de verdad contribuyen, pasando por la mega inversión sueca en la red ferroviaria del país (Petro debió copiar la idea de ellos), hasta las propuestas para facilitar el acceso a la vivienda en España.


En el programa de la Colombia Humana, encaminado a la construcción de paz, la economía productiva (capitalista) y una política agraria más equitativa y sostenible, por mencionar solo unos temas, ni los más férreos críticos de Petro encontrarán elementos que vayan más allá del ordenamiento básico de un país europeo que medio se haya topado con la modernidad. La propuesta quizás más polémica, que es la de la tributación rural diferencial que desestimule el latifundio y penalice el uso inadecuado del suelo, es apenas lógica en un país campeón en la especulación de tierras y en la distribución desigual de la propiedad rural.


El candidato ha reiterado hasta el cansancio su desacuerdo con las economías extractivistas, criticando por igual al modelo venezolano y colombiano. Asimismo, sus explicaciones de los problemas del viejo modelo soviético permiten una fácil comprensión hasta para María Fernanda Cabal.


Programáticamente la posición política de Petro en el espectro ideológico es una postura socialdemócrata, en el mapa del progresismo izquierdista mundial se califica como un político moderado.


Cuatro conclusiones


Si las posturas políticas de Petro no dan para calificarlo como extremista, ¿cuál será el motivo?


1. Para el autodenominado “centro”, en ausencia de un programa político claro que proponga soluciones para los problemas fundamentales del país, es difícil encontrar su identidad y hasta ahora ha resultado más fácil definirse marcando la distancia respecto a las dos figuras carismáticas de la vida política: Petro y Uribe. Llamarse centro (puro) solo es posible en medio de la indefinición y un lenguaje ambiguo: un programa claro inmediatamente permitiría precisar si se trata de centro izquierda o centro derecha, como es normal en otros países.


2. La oposición de la Colombia Humana en ciertos temas a la Alcaldía de Claudia López ha provocado malestares. No obstante, la democracia implica debate entre ideas y programas. Si el Partido Verde quiere renovar la política, debe recordar que el intercambio de favores es una práctica politiquera tradicional y el apoyo en el pasado no compromete al otro.


3. En medio de la guerra por dominar la agenda política, es rentable la repetición de determinadas expresiones para insertarlas en la opinión pública, en este caso para montar la imagen de “Petro, el extremista”. Así se recurriría al viejo método de la propaganda: una tradición de los peores extremos políticos de la historia.


4. Petro “no cae bien”. A algunos les parece arrogante, a otros no les gusta su voz. El autor, después de una lectura juiciosa, no ha encontrado mención alguna de estas irritaciones en la literatura sobre extremos políticos.


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