Por: Iván Gallo - Editor de Contenidos
Se llama Wilson Quintero y es una persona bastante particular. Tiene unas gruesas patillas que le llegan casi al mentón y viste completamente de caqui, como si fuera un monje. A sus 58 años está cansado de la guerra, de las persecuciones, hasta de la riqueza. En los últimos días se le ha visto por el Congreso de la República intentando conseguir ayuda para poder repartir una parte de sus tierras a guaqueros artesanales. Es esmeraldero. Su padre también lo fue. Su padre se llamaba Víctor Quintero y murió en julio del 2015, dos años después de que lo hiciera el hombre que él formó en el negocio: Víctor Carranza.
Don Víctor Quintero murió de un derrame cerebral. Se puede decir que murió de viejo, algo que no suele pasar con los esmeralderos. Había nacido el 30 de octubre de 1930 en Somondoco, Boyacá. Trabajó desde niño en la mina del Chivor, por allá en los años cuarenta, y por eso era conocido como el verdadero “Patriarca de las esmeraldas”. Cuando murió, en la clínica Reina Sofía en el 2015, medios como la W Radio reseñaron la voluntad de paz que siempre lo acompañó y que lo obligó a exiliarse en 1989, después de que uno de sus discípulos, Víctor Carranza, le declarara la guerra “Falleció el Patriarca de las Esmeraldas, Víctor Quintero. El empresario fue reconocido por mantenerse al margen de la Guerra Verde y por fomentar el diálogo y la paz en el occidente del departamento de Boyacá”. Víctor Quintero, con su fortuna, adquirió 23 predios que, reunidos, podrían sumar 400 hectáreas.
Cuando los Quintero se fueron del país su tierra la ocuparon de manera ilegal actores armados. Fueron despojados. En un artículo publicado en la Revista Semana en el 2015, poco después de la muerte de Victor Quintero la Revista Semana explicó de esta manera el problema:
La historia del despojo es larga. Ante la guerra que se vivía en la década del 80, la próspera familia de esmeralderos abandonó tierras, maquinaria y ganado y dejó encargadas las propiedades a un administrador de confianza: Pedro Pablo Montenegro. El antiguó capataz los traicionó y junto a Ángel María Roa (Cagarruta), un reconocido paramilitar del Llano, y Omar Novoa, se repartieron las tierras y, de paso, se apoderaron de las minas de esmeraldas cuya producción está calculada en 25 millones de dólares.
Aunque en 1991 los Quintero intentaron recuperar sus terrenos, no pudieron hacerlo por las amenazas. Tres años después la familia decidió formular denuncia penal. Pero los nuevos poseedores obtuvieron títulos mineros para extraer las esmeraldas. Hoy los Quintero dicen que la aprobación de extracción estaba “amañada”, ya que se permitió trabajos en propiedades usurpadas.
En el momento en el que partió sus hijos entraron a una disputa por uno de sus tesoros, la mina de Chivor en Boyacá. No, no fue una disputa entre ellos sino que la zona había sido apoderada por 80 hombres armados pagados por una empresa privada de esmeralderos. Era la empresa San Francisco quien afirmó en su momento que había tenido permisos del estado. El Chivor es una de las joyas de la corona de los esmeralderos entre las que se cuentan Muzo, Coscuez y Peñas Blancas.
Desde hace nueve años Wilson lidera la iniciativa con sus hermanos. El estado colombiano ordenó la restitución de estas tierras a los Quintero en el 2016. En ese momento reafirmó la necesidad de entregarle estas tierras a pequeñas asociaciones de campesinos, así se lo dijo a Caracol Radio: “Mi padre siempre nos recalcaba que primero siempre estaban las acciones que significaran Paz. Por eso, y para impactar positivamente a nuestra gente, se decidió hacer esta donación desde hace tiempo con la venia de él, y el trabajo de él, entregar estas tierras, algo más de 900 hectáreas para las comunidades de esta región, para dos asociaciones de mineros y campesinos”. Aunque podrían ganar una fortuna con las indemnizaciones que podrían recibir de las compañías que ahora tienen sus terrenos, lo único que desean es poder repartir esa tierra entre guaqueros artesanales. Quintero ha expresado a los congresistas con los que ha hablado que esa acción igual conlleva un riesgo. Hay esmeralderos que ven con malos ojos ese deseo. Quintero lleva casi una década intentando entregar estas tierras pero no ha podido.
Ahora estaría buscando llegar a un acuerdo con este gobierno y poder hacerlo. El asesinato del esmeraldero Juan Sebastián Aguilar, mejor conocido como Pedro Pechuga, por un francotirador en el norte de Bogotá, ha caldeado el ambiente entre esmeralderos. Aguilar, como se ha conocido en los últimos días, visitó dos veces la Casa de Nariño en el 2023 y era cercano de la consejera para las regiones Sandra Ortíz, implicada en el escándalo de la UNGRD.
Nicolás León, de la línea de seguridad y convivencia ciudadana de Pares, dio esta versión sobre el asesinato de Pedro Pechuga “Los esmeralderos tienen grupos armados propios y lo que vemos es el accionar de herederos de Víctor Carranza que consolidaron su poder en la última guerra verde que hubo a principios de siglo. La llegada de actores transnacionales del país que se hicieron con el control de las minas de esmeralda y su producción, complejiza aún más la situación, todo esto ha anclado a unas dinámicas que podrían indicar la aparición de nuevos actores emergentes para los esmeralderos que derivaría en una guerra. Si llega un gremio emergente para desafiar el poderio, podriamos estar viendo una guerra de las esmeraldas sin precedentes. Lamentablemente de los actores extranjeros no sabemos mucho”.
Con una nueva guerra verde respirándonos en la nuca, lo que necesita Quintero es tener la certeza de que esta entrega de tierras se puede hacer sin pagar con su vida, por ejemplo.
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