Por: John Correa

Colombia enfrenta una crisis energética cada vez más evidente. La disminución de las reservas de gas natural ha llevado al país a depender de importaciones y a considerar nuevas fuentes de energía. En este contexto, la geotermia aparece como una alternativa atractiva. Sin embargo, el entusiasmo por esta tecnología no puede nublar un análisis crítico de sus implicaciones. El proyecto de la empresa CHEC en el Valle de Nereidas busca desarrollar la primera planta de energía geotérmica en Colombia, con una capacidad de 30 megavatios.
La idea de aprovechar el calor del subsuelo para generar electricidad parece alineada con los esfuerzos por diversificar la matriz energética y reducir la dependencia de los combustibles fósiles. Pero, más allá de la narrativa de transición energética, es fundamental cuestionar si este tipo de proyectos realmente representan un avance sostenible o si, por el contrario, son otra expresión de la misma lógica extractivista que ha marcado el modelo energético del país.
La geotermia es promovida como una alternativa limpia y constante en comparación con fuentes de energía intermitentes como la solar y la eólica. Su capacidad para operar 24/7 sin depender de factores climáticos la convierte en una opción atractiva. Sin embargo, sus beneficios no deben hacer que pasemos por alto sus costos y limitaciones.
La tecnología geotérmica no es tan libre de impacto como se suele afirmar. A pesar de ser menos contaminante que el carbón o el gas natural, sigue generando emisiones de CO₂ y puede afectar la estabilidad de los ecosistemas donde se implementa. En el caso del Valle de Nereidas, el proyecto se ubica en una zona ambientalmente sensible, a escasa distancia del Parque Nacional Natural Los Nevados. Es difícil ignorar las implicaciones que una obra de esta magnitud podría tener en los páramos, que son ecosistemas esenciales para la regulación del agua y la biodiversidad.
Además, la historia del desarrollo geotérmico en Colombia no ha sido precisamente alentadora. Intentos previos, como los realizados en los años 80 y 90, fracasaron debido a factores técnicos y financieros. Ahora, bajo el pretexto de la transición energética, se vuelve a apostar por una tecnología cuya viabilidad aún no ha sido completamente probada en el país.
Impacto Ambiental y Conflicto Social
Más allá de los beneficios energéticos, el proyecto de CHEC enfrenta una fuerte oposición por parte de comunidades locales y organizaciones ambientales. La construcción de infraestructura en una zona de alta montaña no es un asunto menor. La alteración de suelos, el ruido de la maquinaria y el tránsito constante de vehículos pesados pueden afectar gravemente la fauna y la flora del lugar.
Para los defensores del medio ambiente, la geotermia en el Valle de Nereidas es una amenaza directa a los páramos y a las fuentes de agua. Aunque CHEC ha asegurado que tomará medidas de mitigación, como la reforestación y la implementación de tecnologías silenciosas, la realidad es que el daño ecológico ya ha sido minimizado en otros proyectos industriales con resultados desastrosos.
El Movimiento Socioambiental Kumanday, una de las voces más críticas contra el proyecto, advierte que la geotermia podría tener consecuencias irreversibles en el equilibrio hídrico de la región. No es un temor infundado. La extracción de calor del subsuelo puede alterar las dinámicas geológicas y afectar las reservas de agua subterráneas, poniendo en riesgo no solo el ecosistema, sino también el acceso al agua de las comunidades cercanas.
Adicionalmente, el proyecto geotérmico de CHEC pone sobre la mesa el eterno dilema entre desarrollo y conservación. La promesa de generación de empleo y progreso para las comunidades es el argumento más recurrente de quienes defienden la iniciativa. Sin embargo, es justo preguntarse si estos beneficios realmente compensarán los posibles daños ecológicos a largo plazo.
La Trampa de la Transición Energética
El discurso sobre la transición energética en Colombia está cargado de contradicciones. Mientras el Gobierno y las empresas petroleras hablan de diversificación de la matriz energética, las inversiones en proyectos renovables siguen siendo marginales en comparación con las que se destinan a los hidrocarburos.
Ecopetrol, por ejemplo, sigue dependiendo de la explotación de petróleo y gas mientras incursiona tímidamente en energías renovables. Su reciente incursión en la geotermia, en alianza con Baker Hughes y CHEC, parece más una estrategia de relaciones públicas que un verdadero compromiso con la sostenibilidad. ¿No es contradictorio que una empresa cuya base sigue siendo la extracción de combustibles fósiles ahora intente liderar la transición energética del país?
La geotermia, en este sentido, corre el riesgo de convertirse en un simple parche dentro de un modelo energético que se resiste a transformarse en profundidad. Si realmente se busca una transición justa y sostenible, la discusión no debería centrarse solo en qué tipo de energía se produce, sino en quién la controla, cómo se distribuye y quiénes son los beneficiarios reales de estos proyectos.
¿Realmente Necesitamos la Geotermia?
El proyecto geotérmico del Valle de Nereidas abre un debate necesario sobre los costos y beneficios de la transición energética en Colombia. Si bien es innegable que el país debe reducir su dependencia de los combustibles fósiles, no todas las alternativas renovables son automáticamente positivas. La geotermia, aunque presenta ventajas en términos de estabilidad energética, no está exenta de impactos ambientales y sociales significativos. En un país donde los conflictos socioambientales por proyectos energéticos han sido constantes, es imprescindible que el desarrollo de nuevas tecnologías no repita los errores del pasado.
La pregunta que Colombia debería hacerse no es solo si debemos apostar por la geotermia, sino cómo garantizar que cualquier proyecto de energía renovable sea verdaderamente sostenible, justo y beneficioso para la mayoría de la población.Porque si la transición energética termina sirviendo únicamente para perpetuar las dinámicas extractivistas, entonces habremos cambiado de fuente de energía, pero no de modelo.
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