Por: Redacción Pares
Fotos tomadas de: Semana
Laura Sarabia es todo lo contrario a lo que es el presidente Gustavo Petro. Se levanta todos los días a las cuatro de la mañana, trota 8 kilómetros y luego, a las cinco, con método probado, empieza a tomar todas las pitas que su jefe puede dejar sueltas. Hija de un oficial de la Fuerza Aérea y de una funcionaria, Sarabia, a sus 29 años, sabe lo que es la disciplina. Como jefa de gabinete era de una eficiencia probada. Petro le dio toda la cuerda que necesitaba. Confió tanto en ella que la nombró en ese cargo el 9 de agosto, dos días después de haberse posesionado como presidente.
La primera gran crisis de este gobierno ocurrió el 27 de febrero del 2023. Petro, en cadena televisiva, anunciaba la intempestiva salida de tres de sus ministros. El más mediático de ellos era Alejandro Gaviria. El ministro de educación reconocería, días más tarde, que la persona que lo llamó a notificarle que ya no seguía más en el Gobierno del Cambio era la propia Laura Sarabia, ungida ya como todopoderosa jefe de gabinete. Incluso fue ella la que llamó a Gaviria para quejarse sobre una carta que él había firmado donde se le hacían reparos a la propuesta de Reforma a la Salud y que se filtró a la prensa.
A pesar de lo mucho que se le ha criticado a Sarabia y su poder sobre Petro no era la primera vez que una jefe de gabinete atesoraba tanta importancia. Como recuerda el coordinador de la línea de Democracia de la Fundación Paz y Reconciliación, durante sus ocho años de gobiernos Juan Manuel Santos confió el día a día en María Lorena Gutiérrez. “Su llamada era temida por los ministros” recuerda Alvarado quién, además, hace énfasis que un secretario de gabinete debe ser el mazo que sacude a los ministros y es la encargada de hacerle ver al gabinete si las cosas van mal o no. Los medios tradicionales, en su afán de desarmar cualquier iniciativa del nuevo presidente, sobredimensionaron el poder que podría tener Sarabia.
Encasillar a Laura Sarabia en un solo cargo es difícil. Desde que Petro la nombró como su jefe de gabinete, ella es mucho más que eso, este en el DPS, o en el DAPRE, es la persona que intenta organizarle la agenda -y a veces la vida- a Petro, un hombre incapaz de ser pragmático. Lo técnico, las llamadas, los entresijos molestos del poder, están a cargo de alguien tan organizado como ella. Ahora, en el DAPRE, una de las primeras acciones después de haber sido anunciada -aún no se posesiona oficialmente- fue reunirse con Katherine Miranda, una de las congresistas más críticas del presidente. Los temas que trataron en la mañana de este jueves 22 de febrero fue la coyuntura nacional y, por supuesto, las reformas.
Mientras Petro cree en los grandes economistas y piensa en reformas que abarquen no sólo a Colombia sino también el mundo, Laura Sarabia se crio en una base militar en Tres Esquinas, se graduó en la Universidad Nueva Granada y llegó a la UTL del senador Armando Benedetti después de haber asistido a una ceremonia religiosa en el templo cristiano de Su presencia, en el barrio La Castellana de Bogotá. No conocía a Petro hasta la campaña. Benedetti se la recomendó al candidato y, a medida en que Sarabia se acercaba a Petro se alejaba de su antiguo mentor. La relación terminó en la lluvia de insultos de parte del flamante nuevo embajador ante la FAO a la dura del DAPRE después de estallar el escándalo que involucró a la niñera Marelbys Mesa. Los gritos fueron ensordecedores.
En los viajes, en las reuniones con ministros, con senadores, Laura Sarabia se convirtió en una presencia absoluta y constante. Nada, ni el peor escándalo que ha tenido que soportar este gobierno, hizo que Petro desdijera de su confianza, de su fe. En septiembre reapareció después de haber sido sacada del gobierno, como la directora del Departamento de Prosperidad Social. El nombramiento fue ampliamente criticado.
Ahora, con su nombramiento en el DAPRE, la suspicacia está a flor de piel. Se hacen exhaustivos análisis sobre los supuestos secretos que debe tenerle al presidente para tanta deferencia. En su podcast, María Jimena Duzán, recuerda que Sarabia tendrá, además, el control de la inteligencia de este país. Para alguien con sospechas de haber participado en chuzadas, esto podría ser demasiado.
Lo único cierto es que nadie ha sabido interpretar mejor al indescifrable Petro que esta joven cristiana. Anticipa los movimientos, es sigilosa y sabe que cometió un error que pagó caro: haber caído en la tentación de aparecer en medios, de ser consentida por los titulares cuando su papel siempre debió haber estado cubierto por los entretelones del poder. Ahora, que ha vuelta a caer parada, que la vida le da una nueva oportunidad, reducirá al máximo el margen de error. Esto es algo que ella, en teoría, debería saber muy bien.
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