Por: León Valencia, director – Pares
Entre los humanistas y los apasionados de las revoluciones se había extendido el optimismo sobre el cambio de hábitos de los seres humanos con el enorme sacudón de la pandemia generada por el covid-19. El viernes pasado ese optimismo sufrió un duro revés. Multitudes se lanzaron a las calles a comprar, poniendo en riesgo su salud y la de su familia. Las rebajas -reales o ficticias- fueron un estímulo para el consumo. Los comerciantes lo saben desde siempre y las practican con método y constancia. Pero esta vez fue el gobierno nacional el promotor de las compras en el afán desesperado por auxiliar a los empresarios y frenar un poco la grave caída de la economía.
No se compró de todo y la salida a la calle fue desigual, como desigual es la sociedad. Las cifras dicen que las compras mayores, infinitamente mayores, fueron electrodomésticos y aparatos de comunicación y los compradores pertenecían más a las clases medias. Los más pobres no tenían estímulos para su consumo, ni mayor capacidad de compra. Las clases altas tenían alternativas distintas a la calle para realizar sus transacciones.
¿Cuánto se vendió? Dice Fanalco que cinco billones de pesos. ¿Cuánto dejó de recaudar el Estado? Dice el economista Mauricio Cabrera que 900.000 millones de pesos. Cabrera dice, además, que quizá las clases medias harían de todas maneras estas compras, poco a poco, o las aplazarían un tiempo, pero en todo caso las harían, con lo cual califica de sacrificio inútil la acción del Estado. Dice también que con el recaudo de este IVA se habrían podido cubrir necesidades sentidas de los más vulnerables. Son críticas certeras a la perspectiva social del gobierno.
Claudia López, la alcaldesa de Bogotá, por su parte, señala que se jugó con la vida de las personas en esta decisión del gobierno nacional, poniendo el ojo en las consecuencias sanitarias que tendrá la salida masiva de personas y las aglomeraciones sin mayor cuidado por los protocolos de seguridad. Pero en su crítica López devela también un grave problema de la humanidad que pasamos por alto los más esperanzados en la sensatez de hombres y mujeres: la autorregulación no es el fuerte en los seres humanos, la necesidad del Estado o de controles más allá de la conciencia, sigue siendo clave en el funcionamiento de la sociedad.
La protección del planeta, el freno al cambio climático, que implica una modificación drástica en los hábitos de consumo, tiene en esta actitud humana un baldón que parece por el momento insuperable. Porque, como vimos, el Estado, el de hoy, aquí, en Estados Unidos o en China, tiene como tarea fundamental promover el consumo en su más cruda manifestación, como el factor clave del desarrollo, lo demás es ilusión, pura ilusión.
También se sabe de cierto que un cambio en los hábitos de consumo implicaría un freno a la concentración de la riqueza y quizá llevaría también a cerrar un poco la brecha entre los ricos y los pobres. Es otra ilusión que no parece tener respaldo en el mundo de hoy. El consumo explota por igual necesidades reales, instintos, prejuicios, vanidades, competencias y disputas y ahora los grandes saltos de la tecnología les permiten a quienes dominan la economía comprender cada uno de estos resquicios humanos. Seguirán en la tarea de vender, vender y vender, todo y a toda hora.
A veces, un día, una circunstancia, nos muestra el color del mundo. Así estamos. Pero los optimistas, entre los cuales milito, seguiremos insistiendo en que los seres humanos debemos y podemos forjar nuestra libertad y dar un curso distinto a nuestros impulsos, o a los impulsos que nos vienen del consumo, del estado, o de cualquier autoridad.
También, desde luego, debemos afilar nuestra crítica contra quienes hoy y ahora dirigen los destinos del país, quizá oigan, quizá suspendan los días sin IVA que faltan, quizás encuentren otra manera de estimular la economía, por ejemplo, como señalan algunos economistas, aprobando rápidamente la llamada Renta Básica Universal que pondría, si se hace bien, poner en manos de los más pobres, un dinero que puede resolver necesidades básicas y darle un aire importante a la economía.
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