Por: Iván Gallo - Editor de Contenido
Bajo las medidas más estrictas de control, de venta de boletas, con la seguridad que no se presentarán desmanes porque además el público ya está mayor, se presentará este 1 de noviembre Paul McCartney en Bogotá por segunda vez en la historia. No vamos a engañar a nadie, los rockeros hemos crecido y la madurez es la pérdida de la energía. Así que ya el canto de guerra de “Rompan Todo” no nos queda como generación. Los rockeros hemos dejado de ser individuos peligrosos a venerables ancianos. Pero hubo una época en donde la presencia de un rockero en el país desataba a los mismísimos demonios. Los dioses antiguos.
Vamos a dividir los conciertos internacionales en tres etapas: en 1973 Carlos Santana y James Brown tocan en Bogotá. Estaban en el top 10 de los artistas más importantes del mundo en ese momento. En la cresta de la ola. Los registros que quedaron fueron algunas fotos y los testimonios de los afiebrados hippies que desoyendo la voz de las buenas costumbres abarrotaron el lugar. Después vino el silencio. En los años ochenta Bogotá, Medellín y Cali eran los epicentros del terrorismo mundial. Los carros bomba estallaban en las esquinas, en las discotecas la policía masacraba muchachos. Colombia tenía una equis roja sobre ella. A lo máximo que podríamos esperar a que algún rockero argentino pisara nuestro suelo. Y el rock en español cabalgando. El segundo periodo arranca en 1992. Julio Correal, Felipe Santos, Armin Torres y un grupo de aventureros se da a la tarea de traer al grupo más grande de ese momento, los Guns N’ Roses. Se tenían pactados dos conciertos, dos Campín llenos -hazaña que hará, treinta años después Shakira- pero la Historia, con mayúscula, se atravesó en el camino. Antes de venir a Colombia el grupo liderado por Axl Roses tenía un concierto en Caracas. Justo después del último show hubo una intentona de golpe de estado para derrocar al entonces presidente venezolano Hugo Rafael Chávez Frías. Así que parte del equipo del grupo norteamericano quedó atrapado en la capital venezolana. Uno de los dos conciertos en Colombia quedaba cancelado. El grupo de empresarios ya había pagado 1 millón de dólares por los dos conciertos. Cuando fueron a reclamar le cerraron la puerta en la cara.
Fue célebre el video que grabó Vice en el 2019 donde Julio Correal contaba la arruinada que le costó haber traído a Guns N’ Roses a Bogotá. El techo de la tarima, que la trajeron de Estados Unidos, colapsó por la lluvia así que, a pesar de haber traído imágenes tan bellas como Axl tocando al piano November rain mientras un aguacero bogotano casi lo electrocutara, el concierto sólo se realizó hasta la mitad. Sin despedirse el grupo se bajó por la parte de atrás de la tarima y no le dio la cara a Julio ni a los otros organizadores. Ya es legendaria el cuento en el que, con unos obreros, intentaron impedir el paso de Axl, Slash y compañía. Pero a pesar de los sopapos que les propinaron a los gringos estos se fueron sin cumplir lo pactado. La reacción del público fue furiosa. Salieron a romperlo todo. Los barrios Nicolás de Federman y Galerías recuerdan esa fecha como su particular “noche de los cristales rotos”. Otra cosa que se rompió fue el bolsillo de Julio Correal que bastante trabajo le costó coserlo.
Seguido a ese concierto en Cali se presentó en el Pascual Guerrero David Gilmour, uno de los líderes de Pink Floyd y al estadio fueron apenas trescientas personas. Tiempo pasó para que se volviera a creer que en Colombia los conciertos podrían funcionar. Hasta el 2007 con el arribo de Roger Waters la cosa empezó a cambiar. Y luego vendría The Cure, Paul McCartney, Dua Lipa, Harry Styles, Depeche Mode y los Rolling Stones y ya pues maduramos, somos viejos y justo cuando vienen los grandes del rock ya estamos cansados, viejos y afuera llueve y es mejor estar al lado de la chimenea, calienticos, reposando los pulmones que yan han tenido suficientes noches agitadas.
댓글