Por: Luis Eduardo Celis Analista de conflictos armados y de sus perspectivas de superación – Asesor de Pares
El tango dice que veinte años son nada, pero las dos últimas décadas en Colombia contradicen un poco esta afirmación: el país de hoy y el que se proyecta hacia el 2022 muestra cambios positivos en una sociedad que tiene enormes desafíos para hacer realidad el Estado social de derecho consagrado en la Constitución nacional que acaba de cumplir 30 años.
Hay en Colombia un anhelo de cambios y transformaciones. Este deseo se da en el contexto de una sociedad marcada por exclusiones, vulneración sistemática de derechos para amplias capas de la ciudadanía, y por un orden social y político plagado de mafias, autoritarismos y violencias organizadas. Todos estos procesos tienen a Colombia en un lugar destacado como un país donde se violan múltiples derechos, empezando por el derecho a la vida, lo cual ha sido una constante en nuestra historia contemporánea: la cifra de más de mil doscientas personas líderes asesinadas desde la firma del Acuerdo de paz con las FARC (en 2016) es la constatación de que en estas tierras la vida se aniquila sin miras y con amplia impunidad.
El signo de los tiempos es anhelo de transformaciones. Hay vientos de cambio y se expresan en la más formidable protesta ciudadana y social de toda nuestra vida republicana. Esa protesta no para y tiene una nueva cita el próximo 20 de julio: en esa fecha veremos nuevamente a miles de personas en las calles, con sus reclamos y demandas, justas y necesarias en una sociedad que se ha cansado de vivir en un orden de exclusiones y profundas inequidades. No es admisible seguir en una sociedad rica en recursos y potenciales humanos y en la que, sin embargo, una tercera parte de las familias pasan hambre y millones de jóvenes no viven un presente digno ni ven posibilidades futuras de un mejoramiento de sus condiciones de vida. Afortunadamente no se resignan a este oprobio y salen a las calles a protestar y a reclamar. La realidad se ha vuelto intolerable y debe cambiar.
Lograr transformaciones y avanzar hacia un orden de mayor calidad es una disputa política en curso. Hay quienes se sienten cómodos con esta realidad desigual. Ese sector tiene un nombre propio: el uribismo que hoy desgobierna es la fuerza que defiende y se aferra a este orden de exclusiones y prácticas poco democráticas; el uribismo y sus aliados políticos son los promotores de la defensa de este presente de ignominias y atropellos cotidianos que ahora son más visibles en una sociedad más comunicada.
En el 2022 se juega nuevamente la posibilidad de avanzar en las tareas pendientes de una sociedad que viene diciendo “¡Basta ya!”; una sociedad que luego de la promesa incumplida de vivir en un Estado social de derechos para todas las personas, y no solo para una minoría, esta lanzada no solo a las calles, sino a mil formas de expresión ciudadana que han enriquecido el debate político y que están configurando una cultura política deliberativa y de diversas propuestas a concretar en una acción transformadora. Todo esto debe expresarse con contundencia en las elecciones presidenciales: el uribismo no puede seguir con su proyecto de exclusiones y persistir en este orden que ya es caduco y que debe ampliarse, desde un ejercicio ciudadano propositivo, hacia una sociedad de derechos universales, con una base económica que los pueda hacer realidad y con una política fiscal que los soporte.
La Colombia del presente está viviendo lo que dijimos con insistencia hace dos décadas y más: cuando se cierre el conflicto armado con las FARC, se verán los verdaderos conflictos que el estruendo de la guerra y el humo de las bombas no deja ver. Hoy, por fin, esos conflictos de dejan ver: desigualdades, precariedad social, violación sistemática de derechos, todo lo que debe ser transformado.
En las presidenciales del 2022 y en el debate en curso se juegan las posibilidades de cambios o de continuidad. Las personas estamos advertidas de que este Gobierno no está dispuesto a ningún dialogo serio y de que solo tiene la intención de concertar y negociar cosas mínimas. Solo una derrota política del uribismo permitirá avanzar en paz y hará posible una convivencia de calidad y una democracia real, superando los formalismos y simulaciones que han caracterizado a la Colombia contemporánea, que posa de democrática, pero que está plagada de crímenes y violencias a superar.
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