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«¿Dónde están? ¿Por qué se los llevaron?»

Por: Sergio Saavedra, practicante comunicaciones – Pares


La desaparición forzada es uno de los crímenes de lesa humanidad que más impacto ha tenido en Colombia. Según el Centro Nacional de Memoria Histórica, más de 80.000 personas fueron desaparecidas forzosamente en el país. Esta cifra supera las de las dictaduras del cono sur. En Chile, por ejemplo, se habla de 40.000 desaparecidos y en Argentina de 30.000. Un delito de trecho complejo para quienes buscan no permitir la impunidad y reivindicar los nombres e historias detrás de las cifras.

Ante los demorados procesos de búsqueda y reparación, en 1982 se creó una organización no gubernamental, ASFADDES (Asociación de Familiares de Detenidos – Desaparecidos), que ha articulado esfuerzos dirigidos a la denuncia y seguimiento de los casos. La organización genera procesos de acompañamiento para concretar un marco digno de justicia social frente a esta violencia.

ASFADDES es liderada por Gloría Gómez, quien conoce pero no cede ante el enorme riesgo que representa exigir verdad, justicia y reparación en este país. Al hermano de Gloria, Leonardo Gómez, lo desaparecieron el 14 de noviembre de 1983. Fue hallado el 18 del mismo mes: había sido asesinado con un disparo de gracia y su cuerpo tenía señales claras de tortura. Leonardo era uno de los lideres de las Marchas de los Claveles.

Como respondiéndole a Rubén Blades la pregunta que hace en la canción ‘desapariciones’ “¿Cuándo vuelve el desaparecido?” Gloria dice que los desaparecidos “reviven en la memoria”.

¿Cuál ha sido la mayor dificultad que ha enfrentado ASFADDES durante los 36 años de lucha frente al delito de la desaparición forzada?

En este largo camino para los familiares de los desaparecidos ha habido varias dificultades que hemos tenido que afrontar. Muchas de esas persisten. Una de ellas es la falta de respuesta del Estado colombiano, específicamente en la búsqueda, en el proceso de dar respuesta a los familiares sobre sus seres queridos. ¿Por qué se los llevaron? ¿Dónde están?

Esa falta de respuesta y de compromiso de su deber constitucional de protección, pero sobre todo de búsqueda, ha generado impunidad. Colombia es uno de los países con los mayores índices de impunidad en el delito de desaparición forzada, porque nadie ha sido castigado por desaparecer. Por ejemplo, hasta el año 2000 se tipifico como delito la desaparición forzada; esa es una de las dificultades que los familiares tenían que afrontar a finales de los 70 y 80. Como no era considerado delito, todos los casos pasaban a ser denunciados por secuestro simple.

Otra gran dificultad ha sido la indiferencia. En algún momento de estos 36 años de lucha insistíamos que la indiferencia es la reina de la impunidad. A pesar de que los familiares nos organizamos en 1982 como ASFADDES y salimos a las calles a gritar sus nombres, a mostrar sus rostros, aun así, no fue posible que la sociedad asumiera una actitud de solidaridad y de apoyo a la tragedia que vivíamos los familiares de las personas desaparecidas.

La responsabilidad le cabe al Estado por acción directa, acción selectiva, y por omisión al cumplimiento de sus obligaciones de protección. Son 36 años de caminar, de arañar, de buscar en hospitales, en brigadas, en estaciones; luego salimos a los municipios, a las calles, a Medicina Legal, a los anfiteatros municipales buscando esas respuestas que el Estado nunca nos quiso dar. Nos tocó construir en medio de la precariedad, en medio de la persecución, de los señalamientos, construir los diferentes mecanismos para hacerlos visibles a ellos y a ellas.

¿Existen garantías de seguridad para quienes trabajan por conocer la verdad frente a crímenes desaparición forzada?

Por supuesto que no. Desde el origen de nuestra lucha como organización, pero inclusive desde el mismo momento en que nuestros familiares se convirtieron en potenciales víctimas, fuimos perseguidos, vigilados, señalados, amenazados y asesinados. La decisión de organizar el surgimiento de ASFADDES conllevó a una intensificación de la persecución y del señalamiento.

Somos una organización que se atrevió a salir a las calles a gritar y a exigir la aparición con vida de los desaparecidos. Nos atrevimos a desafiar a un Estado que asumió la negación de la responsabilidad de haber usado la desaparición forzada para eliminar sus opositores, muchos de ellos y ellas militantes de izquierda que soñaban con una Colombia con justicia social, con igualdad de oportunidades.

No en vano tuvimos que recurrir a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y a la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Durante más de 18 años tuvimos medidas provisionales de la Corte y gracias a la manipulación de este Estado nos quitaron esas medidas, continuamos igual en medio del riesgo y las agresiones constantes.

Los medios de comunicación hoy en día ya nombran la desaparición forzada, pero históricamente ha justificado que se los hubieran llevado asumiendo comentarios como: ¿qué estaría haciendo ese muchacho? Por algo sería… eso estaba con malas compañías.

¿Cuáles fueron los avances del anterior gobierno y qué proyecciones tienen con el nuevo?

En la mesa de negociación de La Habana fuimos a decirles al Estado colombiano y a la guerrilla de las FARC que, como la Fiscalía General de la Nación no ha tenido la voluntad política que se necesita para poner todas las herramientas al servicio de la búsqueda de los desaparecidos, exigíamos que la mesa de negociación tuviera unas medidas que garantizaran dicha búsqueda. Debían partir del hecho de reconocer ambas partes su responsabilidad; entregar información para poderlos encontrar. Decirles que necesitábamos saber la verdad, que la verdad en sí misma es un mecanismo que nos permitirá mitigar todo este dolor, este daño emocional que cargamos las familias de los desaparecidos.

Para ASFADDES, el haber logrado que en el acuerdo final de la mesa de La Habana se diera creación de la unidad especializada de la búsqueda, localización, recuperación, identificación y entrega digna de personas dadas por desaparecidas ha sido una esperanza en medio de tanta desesperanza. La unidad que hoy tenemos, creemos, sí cumple con las recomendaciones hechas por parte de los familiares. Es una esperanza para conocer la verdad y las causas estructurales de tanto daño: ¿Quién ordenó?, ¿quién financió?, ¿quién fue cómplice?, ¿por qué lo hicieron? La Comisión de la Verdad tiene que dar cuenta de la responsabilidad a los sectores económicos y políticos.

Nuestra proyección frente al nuevo gobierno es seguir hasta donde nos lo permitan, insistiendo. Van a ser cuatro largos años de persecución, de amenazas, pero seguiremos porque nuestra lucha es legítima. Si hemos aguantado 36 años, podemos aguantar cuatro años más.

En la configuración de la lucha contra la desaparición forzada ¿qué protagonismo ha tenido el rol de mujer?

Las mujeres en la desaparición forzada hemos asumido el rol de buscadoras, el rol de denunciantes. La lucha contra las desapariciones en el mundo ha sido liderada por la mujer. Dejamos la crianza, las ollas, las planchas para convertirnos en Defensoras de Derechos, luchadoras por la dignidad. Somos quienes hemos logrado la visibilización del delito de desaparición. Seguimos estando las 24 horas en búsqueda de la verdad, hablando de ellos y de ellas.

Las mujeres desde el amor, desde el dolor, desde el compromiso de luchar, desde la memoria hemos aportado herramientas jurídicas para que los funcionarios las apliquen a favor de nuestros seres queridos. Nuestras formas como mujeres han permitido que en el mundo se conozca que en Colombia hay desaparecidos; un sinnúmero de hombres, mujeres, niños, niñas, ancianos que son seres maravillosos que dejaron huellas en sus hogares.

 ¿Qué lenguajes permite la memoria para reinventar las luchas frente a la desaparición forzada?

La memoria es el pilar desde donde los familiares exigimos los derechos de las víctimas. Sin memoria no puede haber verdad, justicia ni reparación. La memoria es el mecanismo, es la acción espontanea donde volvernos a tenerlos. Es el alimento a ese amor, es el motor de la lucha de los familiares, si no los amaramos tanto, después de 36 años, no hubiésemos sobrevivido a este dolor, a esta tragedia y, por sobre todas las cosas, a ese cumulo de daño emocional.

Acabaron con nuestro proyecto de vida cuando se los llevaron, nos convertimos con eso en unas mujeres comprometidas con las causas, defensoras de Derechos Humanos, desde ese amor por ellos. Lo fundamental para la memoria es hacer visibles sus historias de vida, sus luchas, sus proyectos, sus sueños. Es la memoria la que nos da la posibilidad de darlos a conocer, la que hacen que los desaparecidos y desaparecidas permanezcan en el tiempo. La memoria es la conciencia de la sociedad. En ese sentido, la memoria es sanación.

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