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Diálogo y acción: la propuesta del Gobierno a los empresarios

Por: Germán Valencia

Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia

El minero muerto, El barequeo, Intranquilidad por enajenamiento de las minas, Homenaje al trabajo, Las fuerzas migratorias o La mesa vacía del niño hambriento podrían ser los titulares de cualquier escrito periodístico o columna de opinión de esta semana en Colombia. Pero no es así, estos son algunos de los nombres que el maestro antioqueño Pedro Nel Gómez le dio a sus obras más importantes elaboradas en Medellín entre 1935 y 1936.

A partir de 1932 –luego del regreso del maestro al país y después de su viaje a Europa, entre 1925 y 1930– Pedro Nel convirtió el Palacio Municipal de Medellín, que apenas se estaba construyendo, en su principal proyecto artístico para probar el fresco, una nueva técnica en pintura que él estaba ensayando. Las paredes de este simple pero majestuoso palacio de gobierno le sirvieron para retratar tanto las dinámicas de progreso que se vivían en la sociedad a comienzos del siglo XX como los grandes problemas políticos económicos y sociales que se tenían.

Entre 1934 y 1938, cuando el maestro realizó estas obras, Colombia vivía un importante momento de su desarrollo económico y político, con la Revolución en Marcha de Alfonso López Pumarejo. A este gobierno liberal le tocó afrontar y resolver problemas fundamentales de la sociedad –que incluso hoy aún se sienten– en temas laborales, educativos, agrarios y religiosos. Y que lo llevaron a tomar decisiones tan importantes como el derecho a la huelga o la función social que debe cumplir la tierra en el país (Ley 200 de 1936).

Aquella fue también una época en la que el gobierno de Medellín estaba realizando grandes inversiones en obras de infraestructura pública. En 1931 se construyó un sistema municipal de alcantarillado para la recolección de aguas sucias de las calles y en 1932 se inauguró la hidroeléctrica de Guadalupe. Además la ciudad tenía una industria floreciente que la había convertido en el referente nacional en hilos y tejidos. Todo esto quedó plasmado por el maestro Gómez en aquellas paredes, sitio que hoy alberga al actual Museo de Antioquia.

Pero los frescos del museo también contienen la mirada crítica del maestro. Allí se retratan los grandes problemas del territorio. La economía colombiana para aquel entonces estaba enfrentando los estragos dejados por la crisis mundial de 1929, se vivía un amplio desempleo y un crecimiento demográfico acelerado. Además, las mujeres presionaban a las fábricas para entrar a laborar y ayudar con sus ingresos a los empobrecidos hogares que tenían.

Pedro Nel se involucró con la sociedad mediante el uso de un pensamiento crítico que, además de abrir los ojos al público, supo plantear la necesidad de programas sociales y apoyos a la clase trabajadora –industriales y mineros– y a la población desplazada del campo que ahora comenzaba de nuevo a inundar las laderas de la ciudad. Así mismo, problemas sociales como el abandono estatal con las niñas y niños, que quedó en obras que perduran como La mesa vacía del niño hambriento, o las difíciles condiciones de trabajadores mineros en el fresco El minero muerto.

Obras críticas pictóricas que lo hicieron ver ante la élite del país como un pensador socialista y revolucionario. De allí que entre 1950 y 1951, en plena época de la Violencia, el alcalde de Medellín, José María Bernal –quien también fue ministro y candidato a la Presidencia de la República–, cubrió con telas la obra Las fuerzas migratorias, que se encontraba en el salón principal de la Alcaldía, por tener mujeres desnudas, exhaustas o muertas de cansancio, como hoy lo deben de estar los miles de migrantes que transitan por el Tapón del Darién colombiano hacia Estados Unidos.

Esos mismos espacios, que desde hace 88 años sirvieron de escenario para la discusión sobre los problemas del país y que hoy albergan una de las colecciones de arte más importantes del país y del mundo, el 16 de marzo de 2023 recibieron un conjunto de empresarios antioqueños, agrupados en la Fundación Proantioquia, para realizar su asamblea anual de socios y hacer el balance de las acciones ejecutadas con el objetivo de aportar a la transformación social.

A este encuentro de empresarios antioqueños –que reunió a los directivos de ISA, Nutresa, Argos, Postobón, Sura, Haceb y Bancolombia, entre otros– fue invitado el Presidente de la República Gustavo Petro, quien pronunció un discurso al que podemos llamar de Diálogo y Acción. Luego de la presentación de la Fundación sobre sus programas de apoyo al desarrollo del departamento, pronunció un discurso de 24 minutos en el que habló de la necesidad imperante que tiene el país de realizar un diálogo nacional para acordar y hacer posible una transformación de la estructura económica y democrática.

Según sus palabras, “no se trata de una moda”, “de un tema pasajero” o de “un simple devenir” de la historia. Se trata de una demanda social que desde hace muchas décadas el país está solicitando, una necesidad de hablar colectivamente para buscar consensos y soluciones y actuar en la transformación. Un gran diálogo de país que nos ponga de acuerdo para introducir cambios al modelo económico y que sirva para redistribuir las tierras del país para afrontar la transformación productiva con equidad.

En conclusión, el espacio que hace más de ochenta años sirvió para discutir y tomar varias de las decisiones más importante para la ciudad en asuntos públicos y que hoy preserva en sus paredes algunos de los frescos más importantes del país, sirvieron esta semana para que los empresarios de Proantioquia y el Gobierno colombiano se comprometieran en trabajar en un gran diálogo nacional, para que sea posible avanzar en la misión de transformar el modelo productivo.

Un modelo económico que tenga en cuenta al mismo tiempo el campo, la industria, los saberes ancestrales y los conocimientos científicos, entre otros factores. Uno en el que se logre una transformación de la tierra, una modernización agraria democrática como base de la industrialización. Uno en el que florezca una producción industrial que se caracterice por el uso de energías limpias y con menos huella de carbono. Un modelo que por fin resuelva nuestros problemas, y que siguen siendo casi los mismos que hace noventa años denunció el maestro Pedro Nel, pero que debido a la falta de voluntad política tanto de los gobiernos como de las élites económicas parece que estuviéramos condenados a nunca superar.

 

*Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad de la persona que ha sido autora y no necesariamente representan la posición de la Fundación Paz & Reconciliación al respecto.

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