¡Cuidado! No es odio, es verdad
- Ghina Castrillón Torres
- 20 jun
- 2 Min. de lectura
Por: Ghina Castrillón Torres. Politóloga feminista

Después del atentado contra el senador Miguel Uribe se ha generado un llamado a la moderación del lenguaje político, frente a esto, el pasado 16 de junio la Iglesia Católica, en un innegable esfuerzo por la reconciliación, convocó un encuentro entre liderazgos políticos para desescalar los discursos que generan polarización. El eufemismo desde varios sectores ha sido “desarmar el lenguaje” pero entre líneas ¿qué se nos está pidiendo callar?
En una sociedad tan profundamente desigual y violenta, ciertos personajes políticos, de forma amañada y calculada, “confunden” la crítica con discursos de odio. Y con esto hay que tener mucho cuidado porque señalar al fascismo, al racismo, la xenofobia, al machismo o a la homofobia no es incitar al odio. No podemos aceptar que desde sectores conservadores se etiquete como “discursos de odio” a las manifestaciones que denuncian precisamente las estructuras que reproducen la discriminación y violencias.
El discurso de odio no es decir que existe el fascismo; el discurso de odio son las manifestaciones del fascismo mismo. Nombrar lo que está mal no es odio, aunque siempre se nos haya llamado resentidas a quienes denunciamos las injusticias y llamamos a las cosas por su nombre.
Los verdaderos discursos de odio se están disfrazando en una preocupación por el orden social, pero son esos discursos los que normalizan la exclusión, que responsabilizan a las víctimas o que justifican la violencia con argumentos basados en moralismos. El problema está en cómo ciertas élites pretenden redefinir el concepto de odio y nombre de la moderación, buscando silenciar a quienes cuestionamos sus privilegios. Pero la democracia no se construye sobre silencios, sino sobre la posibilidad de decir verdades, así sean incómodas.
La existencia de reales discursos de odio se traduce, entre otras cosas, en desmovilización política, es decir, menos mujeres, menos personas LGBTIQ+, menos liderazgos afrodescendientes participando del debate público, precisamente por miedo a ser atacados. El discurso de odio es un acto de violencia y un mecanismo de control y poder. Por eso, cuando —especialmente desde sectores de derecha— llaman a “moderar el lenguaje”, debemos preguntarnos con qué intención lo hacen. Y con esto no estoy defendiendo la agresión verbal, lo que quiero es advertir que hay una estrategia discursiva para convertir las denuncias legítimas en amenazas, señalando a quienes incomodan como responsables de la polarización y no podemos permitir que esa narrativa crezca, porque no toda crítica es odio.
El debate político no puede vaciarse de contenido, pues hablar de reformas sociales, señalar dificultades materiales, resaltar desigualdades estructurales, denunciar intereses que frenan el cambio, es un ejercicio de responsabilidad y no es un acto de odio. Así entonces, el llamado a “desescalar el lenguaje” debe estar dirigido a los discursos misóginos, racistas, homofóbicos, transfóbicos y xenófobos. Esos sí deben ser erradicados en clave de derechos humanos tal como lo promueve la Estrategia de Naciones Unidas contra el Discurso de Odio. Aquí no podemos suavizar la voz de quienes denuncian, debemos insistir en erradicar de una vez por todas las violencias disfrazadas de opinión.
Colombia necesita que llamemos a las cosas por su nombre, pues cada eufemismo impide exponer las injusticias y da más espacio a las posturas autoritarias, por esto no callar es una gran forma de resistencia.
Elevate your leisure time with Escort in Greater Kailash. Our diverse selection ensures you'll find the perfect companion. Discretion and professionalism are hallmarks of our service.