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Ciento catorce años del nacimiento de Simone de Beauvoir

Por: María Victoria Ramírez


“Nací a las cuatro de la mañana del 9 de enero de 1908, en un cuarto con muebles pintados de blanco que daba sobre el Bulevard Raspail”. Así inicia Simone de Beauvoir su obra autobiográfica titulada ‘Memorias de una joven formal’. Esta parisina que fue filósofa, novelista y feminista, vivió las épocas de la ocupación de París por Alemania e integró la Resistencia Francesa.


En este homenaje que quiero ofrecer a su memoria y a su obra, voy a referirme a su trabajo más difundido: ‘El segundo sexo’, que consta de dos tomos, en los cuales Simone devela cómo se ha construido, alimentado y perpetuado la jerarquía de los sexos. Esta obra se publicó en el año de 1949 y fue una ‘bomba’ en su tiempo.


Simone aclara que para abordar el problema de la desigualdad entre los sexos, ha adoptado una actitud, yo diría, ha tomado un punto de referencia, una perspectiva y agrega que ello supone una jerarquía de intereses. Ella adopta entonces la perspectiva de la moral existencialista y dice: “Todo individuo que tiene cuidado de justificar su existencia, la siente como una necesidad indefinida de trascenderse”. Trascendencia e inmanencia son términos que aparecerán a lo largo de la obra y que se entienden, la primera como cumplimiento de la libertad y la segunda como degradación de la existencia en sí. Por ello ella define las oportunidades del individuo en términos de libertad y no de felicidad.


En enero de este año se cumplieron 114 años del nacimiento de la novelista y filósofa francesa Simone de Beauvoir, ícono feminista del siglo XX. Esta mujer escribió profusamente sobre lo que había sido lo femenino y lo masculino en todas las etapas de la humanidad hasta la publicación de su obra ‘El segundo sexo’, en 1949. En esta obra brillante, densa, juiciosa, Simone se rebela contra la teoría del eterno femenino y contra aquellos que entristecidos murmuran: “la mujer se pierde, la mujer está perdida”. A lo largo de dos tomos maravillosos, uno de 318 y el otro de 518 páginas, esta mujer intenta responder a las preguntas: “¿Qué ha hecho la humanidad de la hembra humana?” y ¿Cómo se ha construido la supremacía del hombre sobre la mujer?


Intentaré resumir el primer tomo. Desde la perspectiva de la moral existencialista, que la autora adopta como referencia y actitud, propone una explicación sobre la situación de la mujer en el mundo; cómo trascendencia e inmanencia, es decir, cumplimiento de la libertad o degradación de la existencia en sí, son las dos caras de la moneda de la relación entre hombres y mujeres. Simone de Beauvoir descarta la existencia de un destino fisiológico, psicológico o económico de la mujer y aborda el problema desde la perspectiva de la mujer lo cual es novedoso porque hasta ese momento, la mujer había sido estudiada, descrita y escrita desde la perspectiva de los hombres: “Todo cuanto ha sido escrito por los hombres acerca de las mujeres debe considerarse sospechoso, pues ellos son juez y parte a la vez”, cita de Poulain de la Barre con la que inicia el libro ‘El segundo sexo, Vol I’.

Acerca del destino biológico de la mujer, manifiesta en este mismo libro que “la chispa viviente no está encerrada en ninguna de las dos gametas” (células sexuales), ambas son simétricas en lo que tiene que ver con activar el mecanismo de una nueva vida, ambas son esenciales, en esa fusión ambas desaparecen y se supera. Indudablemente ambos sexos son funcionalmente distintos: las mujeres están dotadas para la maternidad, presentan períodos menstruales, sufren partos dolorosos, etc.; la fuerza muscular de la hembra humana es en general inferior a las del macho, el tamaño de su cuerpo y órganos es menor, la reproducción le impide, por períodos relativamente largos, disponer de sí misma. Pero todas esas diferencias biológicas no son suficientes para explicar porque en la mujer es el Otro y no el Sujeto y porque hasta el momento no se ha desafiado ella misma a un mitsein (neologismo introducido por Martin Heidegger, filósofo alemán, que significa literalmente ser con, es decir, coexistencia).

Pero si el cuerpo de la mujer no basta para explicarla y mucho menos cómo los hombres la han explicado biológicamente, la explicación desde el punto de vista psicoanalítico es menos satisfactoria a los ojos de De Beauvoir. Freud define la libido como de esencia macho negando la existencia de la libido femenina o cuando más presentándola como una desviación compleja de la libido humana en general, entendiendo esta como la libido del hombre. En contraste Simone describe el erotismo femenino como algo mucho más complejo; según la autora, la sexualidad de la mujer atraviesa por dos etapas eróticas: una en la infancia que es clitoridiana y otra en la pubertad que es vaginal y alerta del peligro que la mujer corre en no alcanzar la plena madurez sexual.


La crítica de Simone de Beauvoir a Freud también se dirige a la explicación que este da del complejo de Edipo y su equivalente femenino, el de Electra. Freud supone que la mujer se siente un hombre mutilado al constatar que no posee un pene. Sin embargo, la autora afirma que la descripción del complejo de Electra no se inspira en la descripción de la libido femenina porque Freud nunca se ocupó de ella, sino que hizo un calco de la libido masculina. En una humanidad de supremacía masculina, el falo cobra importancia no en sí mismo sino porque simboliza una soberanía que se ejerce en otros dominios. Afirma de Beauvoir en ‘El segundo sexo’ que: “si la mujer lograse afirmarse como sujeto inventaría equivalentes del falo”.


Una tercera mirada del problema hombre-mujer la hace desde el materialismo histórico y reconoce que este: “ha puesto en evidencia verdades muy importantes. La humanidad no es una especie animal: es una realidad histórica”. Sin embargo, cuando intenta explicar la subordinación de la mujer por su falta de acceso al trabajo y promete que en el socialismo “no habrá ya hombres ni mujeres, sino solamente trabajadores iguales entre ellos” se queda corto porque en el fondo de la pérdida del rol económico preponderante de la mujer en el paso del régimen comunitario a la era del bronce o la era de la agricultura extensiva lo que subyace es el imperialismo de la conciencia humana, una voluntad de dominio. Disiente Simone de la idea del materialismo histórico de integrar todo a lo social olvidando, por ejemplo, que hay aspectos humanos imposibles de reglamentar como el instinto sexual y el erotismo. Lo expresa así: “hay en el erotismo una rebelión del instante contra el tiempo, de lo individual contra lo universal”; así mismo critica como equivocado el camino de la supresión del individuo en aras del bien colectivo.


Releer a Simone de Beauvoir, luego de 29 años, ha sido una experiencia espléndida y como siempre un reto intelectual muy importante. Constato que es una obra de absoluta vigencia que debe interpelar a las nuevas generaciones a “destruir la infinita servidumbre femenina”, a vernos y tratarnos como iguales, a otorgarle a ese 52% de la humanidad la libertad a la que tiene pleno derecho. Para ello tanto hombres como mujeres deberán asumirse en su intersubjetividad.

Rechazar los mitos no es destruir toda relación dramática entre los sexos, no es negar los significados que se revelan auténticamente al hombre a través de la realidad femenina, no es suprimir la poesía, el amor, la aventura, la dicha el sueño, sino pedir tan solo que las conductas, los sentimientos y las pasiones se funden sobre la verdad”.

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