Madrugo el lunes 23 a escribir esta nota para celebrar la apertura de la oficina de Pares en Buenaventura que tiene la misión de investigar y dar a conocer las inquietantes realidades de la Costa Pacífica y me encuentro con esta manifestación de amor de Yuri Buenaventura a una pregunta del diario El Tiempo.
Hace muchos años me duele el Pacífico. Podría decir también hace muchos años me alegra el Pacífico. Las dos cosas son tan ciertas. Pero los recuerdos de amargura se sobreponen a los de la dicha. Antes de sentarme a escribir le eché una mirada a mi biblioteca y en ella, en el lugar donde están los libros que han salido de nuestras indagaciones sociales y políticas, se ve grande un texto, el de la Parapolítica, y me acuerdo que allí está el nombre de Carlos Martínez Sinisterra quien llega por primera vez al Congreso en 2002 en cabeza del Movimiento Popular Unido –MPU- uno de los grupos que saltaron a la vida pública de la mano de los paramilitares y también está allí el clan de los Sánchez Montes de Oca que han dominado el Chocó a lo largo de estos veinte años.
Así desde 2004 nos fuimos adentrando en el Pacífico. En los reportes sobre el conflicto armado fueron apareciendo año tras año, con mayor fuerza, estos territorios, hasta ocupar el lugar principal. Me dolía ver la hoguera que poco a poco se iba formando. Luego nos metimos a investigar sobre los títulos mineros y la explotación del oro en el Chocó y fue una alucinación agobiante la tragedia que se esconde detrás del brillo de un metal. No menos ominosa ha sido la visión que surgió de un pequeño estudio sobre los llamados “crímenes ejemplarizantes” en Buenaventura y Tumaco.
Muy pronto llegué a la conclusión de que en esta Costa, la más negada, la más escondida, la más abandonada, estaba ocurriendo lo que había ocurrido en la otra costa, en la más conocida, la más exaltada, la del Atlántico, en Colombia. Aquí estaba pasando ahora lo qué pasó allá a finales del siglo veinte y muy a principios del veintiuno: una feroz disputa por la tierra, por el poder local, por las rutas de exportaciones legales e ilegales, por el control territorial. La violencia como signo. Con un fondo de silencio. Con una enorme soledad a cuestas. Muy poco se sabe de esto en el país. Muy poco se sabe de esto en Bogotá y en el mundo. Se repite el dolor y la soledad. Muy poco se supo también de la estela de masacres, despojo de tierras, desplazamientos forzados y captura del poder local por las acciones de una aleve asociación entre legales e ilegales en tierras del norte. Fue después, mucho después, que se empezó a conocer la ruta de la muerte en la Costa Caribe.
Esta oficina es hija de esa angustia. Queremos aportar nuestro granito de arena para que la dura realidad del Pacífico se conozca, haremos reportes periódicos sobre la seguridad, La Paz y el postconflicto en la región. Sabemos que la iglesia católica y otras fundaciones e instituciones están haciendo grandes esfuerzos por dar a conocer la situación y queremos asociarnos para ser más eficaces en esta labor. De hecho tenemos en marcha convenios con la Universidad Católica Lumen Gentium y con la Javeriana para este trabajo. Agradecemos de todo corazón los aportes de la Fundación Ford para empezar esta tarea y la acogida de Monseñor Rubén Darío Jaramillo.
Nuestra principal labor es la investigación y la difusión de la realidad, pero desde allí, desde esa actividad, queremos igualmente aportar a la construcción de alternativas de paz. En la Asamblea Nacional de la Redprodepaz se acordó retomar la idea de un programa de desarrollo y paz para el Pacífico, vamos a estimular este propósito, vamos a buscar que se haga realidad muy pronto.
No puedo ocultar que estoy aquí también, y muy especialmente, por la alegría que me produce la música, el sabor de la comida y las historias ancestrales de estas tierras, así se lo he dicho a mis compañeros de la Fundación, así se lo cuento a mi familia. La esperanza de que estas alegrías tengan un enorme lugar en el país. El sueño de que los colombianos puedan decir con Yuri Buenaventura que su corazón es de los negros del pacífico.
León Valencia
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